La clemencia del emperador Napoleón I (1769-1821) hacia la princesa de Hatzfeld que vino a pedir el perdón para su marido el príncipe Hatzfeld, acusado de traición, el 28 de octubre de 1806.
Clemencia de Napoleón hacia la princesa de Hatzfel.
📍En 1806, SM el Emperador le confió al Príncipe Franz Ludwig von Hatzfeld el gobierno civil de Berlín. Las cartas interceptadas en los puestos de avanzada dieron a conocer que estaba instruyendo al príncipe de Hohenlohe sobre los movimientos militares de los franceses; como resultado fue arrestado y condenado a muerte por espionaje.
Ante la noticia de la detención de su marido, el 28 de octubre de 1806, la princesa de Hatzfeld, presa del pánico y embarazada de ocho meses, obliga con la complicidad de los generales Duroc, Ségur y Rapp, la entrada del gabinete del emperador. Tirándose a sus pies, protesta que su marido no puede ser culpable.
Napoleón le muestra una carta cuyo contenido es abrumador y cuya caligrafía reconoce la joven.
Conmovido por sus lágrimas, Napoleón le pide que queme la carta, para que ya no pueda perseguir a su marido. Este episodio fue narrado por el propio Emperador en una famosa carta a Josefina:
✍️Berlín, 6 de noviembre de 1806, 9 p.m.
A la emperatriz
Recibí tu carta en la que me pareces enojada por las cosas malas que digo de las mujeres. Es cierto que odio a las mujeres intrigantes por encima de todo. Estoy acostumbrado a mujeres buenas, amables y conciliadoras; estos son los que amo. Si me han consentido, no es culpa mía, sino tuya. Además, verá que he sido muy amable con una que se ha mostrado sensible y amable, Madame de Hatzfeld. Cuando le mostré la carta de su marido, me dijo sollozando, con profunda sensibilidad e ingenuidad: “¡Ah! esta es de hecho su escritura!”. Cuando leyó, su acento fue al alma. Ello me dolió; Le dije: “Bueno, señora, arroje esta carta al fuego, ya no sera lo suficientemente poderosa para que castiguen a su marido”. Quemó la carta y me pareció muy feliz. Su esposo ha estado muy callado desde entonces. Dos horas después estaba perdido. Entonces ves que amo a las mujeres buenas, ingenuas y gentiles; pero es porque solo estos se parecen a ti.
Adiós, amiga. Me porto bien.
El Candelabro. Iluminando Mentes.