Pales era una oscura divinidad del campo en la mitología romana. Pales era la protectora de la tierra y del ganado doméstico; por extensión, también es la divinidad protectora de los pastores.
Pales: Diosa romana de la tierra y el ganado.
Dentro de los dioses de la mitología romana encontramos a Pales o Palas, una divinidad un tanto ambigua que ofrecía su protección en el campo. Así, tanto las tierras como el ganado, y por extensión los pastores, eran protegidos por ella.
Su ambigüedad la encontramos en aspectos como su género, y es que mientras que algunas informaciones la sitúan como una diosa, otros hablan de Pales como un dios masculino, e incluso en otros textos se puede leer entre líneas como Pales haría alusión a un grupo de dioses.
Sea como sea, esta diosa (dios o dioses), representaba la salud y fertilidad de todos los animales domésticos, especialmente los rebaños de carneros. Así, los pastores se encomendaban a la misma para que salvaguardara sus rebaños de los hambrientos lobos que merodeaban por las zonas de pasto.
La representación de esta diosa era sencilla. Aparecía recostada sobre un cayado. Con hermosos cabellos coronados por laurel y romero, extendía su mano en la que se podía observar un puñado de paja que servía de lecho para el ganado.
El culto a la diosa se practicaba en las fiestas Palilias o Parilias. Como no podía ser de otra forma, este culto servía para bendecir y purificar las ovejas y rediles. Así, se intentaba alejar la enfermedad de los rebaños. Si bien era una ceremonia seria, lo cierto es que los pastores también se divertían, pues estas fiestas servían para que todo el gremio confraternizara. Asimismo, también se aprovechaba para purificar casas, cultivos y los propios pastores.
Por la mañana, los pastores se levantaban pronto para purificar el aprisco y los ganados con agua, azufre, sabina, pino, olivo, laurel y romero. Llenaban los corrales de humo con el fin de alejar la enfermedad. Asimismo, los propios pastores se purificaban con perfumes que mezclaban con sangre de caballo, las cenizas de un becerro recién muerto y vainas de habas. Las cabañas, por su parte, eran purificadas a base de azufre, olivo, pino, laurel y romero, al igual que los propios ganados.
Estas fiestas se celebraban el 21 de abril, una fecha que coincidía con el aniversario de la legendaria fundación de Roma.
El Candelabro. Iluminando Mentes