Calpurnia fue una noble romana del siglo I a. C., hija de Lucio Calpurnio Pisón Cesonino, y la tercera y última esposa de Julio César, aunque es posible que en realidad este matrimonio fuera el cuarto porque el número de las esposas de Julio César difiere dependiendo de las fuentes

CALPURNIA
Dieciséis años, tantos los que tenía Calpurnia, hija del poderoso Calpurnio Pisón, cuando su padre accedió a darla en novia a Julio César. Ella fue una mujer decente y reservada durante los quince años en que fue la esposa del hombre más poderoso de Roma.
En este amanecer del año 44 antes de Cristo, Calpurnia despertó llorando.
Ella había soñado que el marido, acribillado a puñaladas, agonizaba en sus brazos.
Y Calpurnia le contó el sueño, y llorando le rogó que se quedara en casa, porque afuera le esperaba el cementerio.
Pero el pontifice maximo, el dictador vitalicio, el divino guerrero, el dios invicto, no podía hacer caso al sueño de una mujer.
Julio Cesar la apartó de un manotazo, y hacia el Senado de Roma caminó su muerte.
¡Libertad! ¡República! – habían gritado los asesinos de César esta mañana, al salir de la Curia de Pompeyo con sus puñales goteando aún la sangre recién derramada. Los ciudadanos huían despavoridos.
Sorprendidos por una acogida tan fría e inesperada, los asesinos habían corrido a refugiarse en el Capitolio. Y allí permanecían.
Las vestales, al enterarse de la noticia, se habían apresurado a ir a la domus publica y desde entonces no se han separado de Calpurnia. Nadie más está con ellas. Hay miedo en Roma. Cada cual se ha metido en su casa a la espera de acontecimientos. Han pasado muchas horas y nada se mueve.
- Ya es suficiente – dice Calpurnia cuando empieza a declinar la tarde –. No puedo esperar más.
Durante todo este tiempo Calpurnia no ha recibido condolencias, ni noticias, ni un gesto de protección o apoyo, salvo de las vestales. Ni siquiera sabe nada de su propia familia. Está agotada. Le arde el corazón y los ojos se le han quedado secos. Ya que le han arrebatado a su marido, quiere tener al menos sus despojos y tratarlos con la dignidad que él se merecía.
Da orden a dos esclavos para que cojan una angarilla y vayan a buscar el cadáver de César.
Otro esclavo queda encargado de vigilar en la calle, y apenas ve desde lejos que sus compañeros regresan, avisa al ama. Calpurnia sale a la puerta. Por la solitaria vía Sacra vienen hacia ella sus esclavos, apresuradamente. Con las prisas y el miedo no se han dado cuenta de que un brazo de César cuelga fuera de la angarilla y se balancea. A Calpurnia le brillan las lágrimas.
En este día amargo, el último de su vida, su marido César es ya, para siempre, suyo. Completamente suyo. Una posesión dolorosa y definitiva.
-Mujeres de Roma
-E.Galeano

El Candelabro. Iluminando Mentes.