Tánatos era el hijo de Érebo y Nicte, hermano gemelo de Hipnos, y personificación de la muerte. Era el genio alado que acudía a buscar los cuerpos de los que habían fallecido. Cortaba un mechón de sus cabellos para ofrecer como tributo a Hades y se llevaba sus cuerpos al mundo de los muertos.

TÁNATOS
Para los antiguos griegos, Tánatos era la divinidad que personificaba la muerte natural o no violenta. Al igual que Hades, su morada se encontraba en el Inframundo. Aunque no es una figura central de la mitología griega, es protagonista de algunos mitos emblemáticos.
El nombre “Tánatos” proviene del antiguo griego y significa “muerte”. Según el poeta griego Hesíodo, Tánatos era hijo de Nix, la diosa de la noche, y Érebo, el dios de la oscuridad. Además, era hermano gemelo de Hipnos, el dios del sueño.
Por otra parte, también estaba emparentado con otras divinidades que personificaban características negativas, como por ejemplo Geras (la vejez), Ezis (la angustia), Ápate (el engaño) y Momo (la burla).
En el arte de la Antigüedad, Tánatos era representado como un hombre alado que en ocasiones cargaba con una antorcha invertida. Estaba asociado a las mariposas y polillas, que simbolizaban las almas que se había llevado al inframundo, así como también a las amapolas, unas flores con propiedades narcotizantes.
Tánatos se cobraba la vida de sus víctimas mediante un toque gentil. Las muertes violentas, en cambio, estaban reservadas a las Keres, unos aterradores espíritus femeninos que sobrevolaban los campos de batalla, sedientos de sangre, en búsqueda de combatientes heridos y agonizantes.
Según los mitos, solo dos veces Tánatos fue superado por un mortal. Por un lado, Heracles logró vencerlo para evitar la muerte de Alcestis, la esposa de Admeto, el rey de Tesalia; por el otro, fue burlado por Sísifo, el rey de Corintio, que logró engañarlo y encadenarlo, por lo que durante un tiempo no hubo más muertes en el mundo.
En el siglo XX, la figura mítica de Tánatos fue recuperada por el psicoanálisis. En esta disciplina, representa la pulsión de muerte, es decir, el deseo humano de participar en actos de riesgo o autodestructivos que podrían conducir incluso a la muerte.
Es un instinto agresivo, instinto de muerte. Representa para Sigmund Freud la fuerza que subyace al instinto agresivo y a la tendencia a la repetición (compulsión de repetición). Este instinto tiene tanta importancia como su opuesto, el eros o instinto de la vida.

El Candelabro. Iluminando Mentes.