Las murallas de Constantinopla son una serie de muros defensivos de piedra que han rodeado y protegido la ciudad de Constantinopla (hoy en día Estambul en Turquía) desde su fundación como la nueva capital del Imperio romano de Oriente por Constantino I.

𝗟𝗮𝘀 𝗺𝘂𝗿𝗮𝗹𝗹𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗖𝗼𝗻𝘀𝘁𝗮𝗻𝘁𝗶𝗻𝗼𝗽𝗹𝗮: 𝗨𝗻𝗮 𝗱𝗲𝗳𝗲𝗻𝘀𝗮 𝗶𝗻𝗲𝘅𝗽𝘂𝗴𝗻𝗮𝗯𝗹𝗲 𝗮 𝗽𝗿𝘂𝗲𝗯𝗮 𝗱𝗲 𝗶𝗻𝘃𝗮𝘀𝗼𝗿𝗲𝘀.
Si consideramos que las murallas que circundan una ciudad son su primera gran defensa contra los ataques de sus enemigos, entonces bien podríamos decir que las míticas murallas de Constantinopla fueron a lo largo de más de mil años la eficaz arma con que contó la capital de Bizancio para rechazar los numerosos asaltos a los que hubo de hacer frente. Gracias a ellas, hasta el asalto de los cruzados en 1203-1204, la ciudad fue inexpugnable.
Construidas por Constantino el Grande y ampliadas después en el siglo V por el emperador Teodosio II, se calcula que alcanzaban casi una treintena de kilómetros. Fue una obra ciclópea constantemente reconstruida. Víctimas en ocasiones de los terremotos y en otras de la precariedad del presupuesto, siempre fueron la prioridad del Estado.
𝗖𝗼𝗻𝘀𝘁𝗿𝘂𝗰𝗰𝗶ó𝗻 𝗴𝗶𝗴𝗮𝗻𝘁𝗲𝘀𝗰𝗮.
Para hacerse una idea de sus dimensiones, la muralla principal, la que se levantaba frente a la llanura tracia y que protegía la ciudad entre el mar de Mármara y el Cuerno de Oro, tenía una longitud de 6,5 kilómetros y estaba formada por un muro de entre 3 y 4 metros de espesor y una altura de 13 metros.
Reforzaban la defensa 96 torres de 15 metros. El anillo exterior estaba formado por otras 83 torres, y los muros de 2 metros de espesor tenían 8 de alto. Entre las dos murallas había un foso cuya profundidad oscilaba entre los 30 y los 70 metros.
De menor envergadura eran las defensas que guarnecían la ciudad frente al mar. En total, unos 13 kilómetros -desde Mármara hasta el palacio de Blanquernas, en el fondo del Cuerno de Oro-, a lo largo de los cuales se levantaban 298 torres y una muralla de entre 12 y 15 metros de altura. Era de menor valor defensivo, pero contaba con el mar como aliado.
𝗥𝗲𝗰𝘂𝗿𝘀𝗼 𝗳𝗮𝗹𝗹𝗶𝗱𝗼.
Una cadena gigante de eslabones de bronce completaba las defensas de la ciudad. Fue tendida entre el castillo de Gálata y la torre Neorión (los dos puntos de entrada natural de la bahía) en tiempos del emperador León III, cuando los árabes asediaron Constantinopla entre los años 717 y 718.
La descomunal cadena se asentaba sobre boyas de madera y fue empleada – sin éxito-en el último asedio, el que culminó el 29 de mayo de 1453 con la derrota bizantina.



El Candelabro. Iluminando Mentes.