El racismo, según el diccionario de la Real Academia Española, es la exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive, y que habitualmente causa discriminación o persecución contra otros grupos étnicos



¿Cómo la filosofía explica el racismo?


El racismo sigue siendo un tema relevante y doloroso desde hace varios siglos y está lejos de dejar de atraer la atención pública. Los recientes acontecimientos en los Estados Unidos solo subrayan lo complejo e importante que es este fenómeno que todavía está presente y crea unas enormes contradicciones en la sociedad. Estamos en contra del racismo a todos los niveles donde se manifiesta y te proponemos analizar las raíces de esta ideología nociva.


¿De dónde viene el racismo?


El racismo se remonta a la Antigüedad, pero su apogeo se data de la Era de Descubrimientos y la Ilustración (siglos XVI-XVIII). El racismo se convierte en la ideología principal de los colonialistas europeos que necesitan una justificación para las medidas que aplican a la población autóctona de África y América (esclavización y genocidio). En el siglo XIX, se intenta respaldar el racismo con el conocimiento científico (nace la eugenesia como ciencia de la selección humana), y el punto final del desarrollo del racismo puede considerarse el nazismo del siglo XX.

La abolición legislativa del racismo a nivel global consta de varias etapas que tienen lugar en el siglo XX. Pero en el pensamiento cotidiano el racismo no ha desaparecido y sigue creando conflictos y protestas de respuesta, como las que podemos ver en los Estados Unidos.


Humanismo como problema


El humanismo europeo tuvo un papel nefasto en la formación del racismo. Nace en el siglo XV y proclama la vida humana como valor supremo. Más tarde, la Ilustración formula los derechos naturales del hombre (a la vida, a la libertad, incluso a la libertad religiosa) que serán parte integrante de la comprensión del hombre. Pero se trata solo de la concepción del “Hombre” que se consolida en Europa.

El núcleo interno del racismo es la creación de una imagen universal del “Hombre” que puede gozar de todos los derechos necesarios. Como la cultura europea concibe a sí misma como modelo básico de la civilización como tal, de allí viene la idea del hombre blanco como la imágen universal de lo “humano”. En una situación así “los Otros” son todas las demás razas y la “humanidad” de estas se cuestiona. Como consecuencia, tampoco pueden gozar de los derechos humanos. Así se desatan la opresión, la esclavitud y la violencia hacia ellos.

Este problema se puso de relieve con mayor intensidad con la política colonial de países europeos que no consideraban nuevos pueblos y culturas valiosos y únicos porque estos no poseían las características del hombre europeo (color de piel, lengua, religión). Esto llevó a la esclavización masiva y la erradicación de otros pueblos.


El “Otro” y Yo


El racismo es un problema filosófico general de la aceptación del “Otro”. El hombre y su cultura crean su propio marco dentro del cual existen ciertas reglas, símbolos y rituales. Se refleja incluso a nivel de nuestra vida cotidiana: el estilo de ropa, la música, las normas de conducta, así como en cuestiones más fundamentales como la política, el idioma, la religión.

Cuando se encuentran dos culturas, de inmediato se ponen de manifiesto las diferencias a todos los niveles de la percepción de la propia identidad y brota el conflicto de la aceptación del “Otro”. Por desgracia, en la historia, tales encuentros suelen acabar con la esclavización de una cultura por la otra o con constantes conflictos militares. Cuando se estaba gestando el racismo, las fuerzas no eran iguales, lo que llevó a una esclavitud sistemática. En términos más generales, así es como funciona cualquier tipo de descriminación.

El criterio que sirve de base de la segregación no importa mucho: puede ser la raza, la edad, el género, la nación. Cualquier política de descriminación se apoya en las nociones “Yo/El Otro”, y este “Otro” está privado de todo tipo de privilegios y se convierte en un instrumento sin voz propia.

De allí viene el furioso deseo de ser oídos que observamos en distintos tipos de protestas. Este es el deseo de designar la propia identidad única de uno. Incluso por medio de la devastación.


En lugar de conclusión


El problema del racismo debe resolverse a nivel de concepción del mundo. Hay que destruir la ilusión de que la cultura europea representa al “Hombre” como tal. De esta manera podremos deshacernos del problema del racismo a nivel cotidiano y el consiguiente problema de violencia por parte de los grupos discriminados, que surge en respuesta.



El Candelabro. Iluminando Mentes