Apolo fue un importante dios griego asociado con el arco, la música y la adivinación. Epítome de la juventud y la belleza, fuente de vida y curación, mecenas de las artes y tan brillante y poderoso como el mismo sol, Apolo fue posiblemente, el más amado de todos los dioses.

APOLO
Apolo fue uno de los dioses olímpicos más representativos de la mitología griega. Poseía una gran cantidad de funciones y era el encargado de dar respuestas a las consultas que los visitantes hacían al oráculo de Delfos, el más importante de Grecia.
Era hijo de Zeus, el rey de los dioses, y de una divinidad llamada Leto. Su hermana gemela era Artemisa, la diosa de la caza. Ambos nacieron en la isla de Delos, en el mar Egeo, y fueron dos de los dioses más queridos y venerados de la Antigua Grecia.
Apolo representaba, entre otras cosas, la juventud, la belleza y la divinidad. Contaba con muchos atributos positivos: era el dios de la luz, las artes, el arco y la flecha, la verdad, la razón, la armonía, el equilibrio y la mesura, entre otras cosas.
Sin embargo, era una divinidad muy compleja que poseía su lado ominoso: también era el dios de las plagas, las enfermedades y la muerte súbita. Además, los otros dioses olímpicos le temían, y solo su madre y su padre podían contenerlo.
Generalmente, Apolo era representado como un hermoso joven qué contaba con dos elementos muy distintivos: el arco, que simbolizaba la posibilidad de la muerte inminente, y la lira, que simbolizaba la música, la poesía y la danza. Como era el patrón de las artes, solía ser retratado rodeado de musas.
El culto a Apolo estaba centrado en dos lugares: la isla de Delos y la ciudad de Delfos, en donde se encontraba el famoso oráculo, justamente dentro de un templo dedicado a este dios.
Según el mito, cuando era tan solo un niño, Apolo derrotó a una gigantesca serpiente llamada Pitón utilizando un arco creado por Hefesto, el dios del fuego y la forja. En conmemoración a esta hazaña, cada 8 años se celebraban los Juegos Píticos en Delfos. Al igual que los Juegos Olímpicos, esta competición atraía personas de todos los rincones de Grecia.
A pesar de su belleza, la mayoría de sus aventuras amorosas acabaron en infortunios. Por ejemplo, su amada Dafne, en un intento desesperado por huir de Apolo, fue convertida en laurel, que pasó a ser el árbol sagrado del dios.

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