En la madrugada del 16 de septiembre del 1810, se registró el “Grito de Independencia”, atribuido al cura Miguel Hidalgo y Costilla en la población de Dolores, ubicada en la intendencia de Guanajuato, hoy Dolores Hidalgo, Gto., con esta acción dio inicio el movimiento de Independencia.



Son casi las 2 de la mañana del 16 de septiembre de 1810. Un alarmado y agitado Aldama entra a la casa del párroco de Dolores, alertando a su fiel amigo Ignacio Allende que la conspiración ha sido descubierta.

Ignacio Allende ya contemplaba tal situación. Por tal motivo había visitado al cura Hidalgo para hacérselo saber. Horas antes jugó cartas con el carismático párroco y se fue a dormir intranquilo. Ahora sus sospechas se habían vuelto realidad.

Nerviosos y apresurados, Allende y Aldama entran a la recámara de Hidalgo, lo pusieron al tanto y con un temple tremendo, Don Miguel ordenó le sirvieran chocolate a él y a sus amigos militares. Tal vez el padre quería echar andar sus ideas con las cualidades del cacao para despertar la mente, o simplemente brindar tranquilidad a sus compañeros con el calor de la bebida.

Lo que sí estaba claro era que se necesitaba una decisión rápida y contundente, pues tenían el tiempo encima y los oficiales realistas estaban listos para arrestarlos.

En Querétaro Doña Josefa ya había hecho lo suyo para con el movimiento. Se había mostrado como una mujer de ideas liberales, fuerte y competente. En medio de las tertulias literarias que se convirtieron en refugio de la conspiración, manifestó impetuosa su apoyo incondicional para la causa.

Entre innumerables denuncias y traiciones, con los hermanos Emeterio y Epigmenio González capturados y el acopio de armas confiscado, la corregidora encerrada bajo llave por su indeciso esposo Miguel Domínguez, logra notificar al alcalde Ignacio Pérez lo sucedido. Un mensaje clave para que el movimiento lograra concretarse.

La conspiración había sido descubierta, había llegado el momento de levantarse a pesar de que no se hiciera en la fecha concertada ni con la fuerza que se había planeado.

Hidalgo lo entendió así y con el coraje y la confianza suficiente para iniciar la lucha, en un intercambio de opiniones con Allende y Aldama, dejando de lado su taza de chocolate y como si se fuera a comer el mundo dijo: “caballeros, somos perdidos, aquí no hay más remedio que ir a coger gachupines”.

Allende que venía de una familia de recursos, conocía la teoría y tácticas de guerra. Siendo el mayor estratega y planificador de los insurgentes, sostiene la decisión de Hidalgo. ¿Y cómo no hacerlo?. Si el cura había sido elegido cómo la persona ideal para dar voz y encabezar el movimiento, pues con su carisma y genialidad para aprender idiomas y lenguas nativas (latín, griego, francés, italiano, otomí, tarasco y náhuatl) creó una conexión entre el revolucionario pensamiento francés y la oprimida población mestiza e indígena.

Con sus haciendas hipotecadas e infinidad de deudas. Encontrándose en una situación desesperada. El cura Hidalgo que llegó a Dolores exiliado y enjuiciado por la inquisición, acusado de promover la lectura de la Biblia con libertad de entendimiento y de realizar prácticas consideradas libertinas, tenía mucho que ganar y poco que perder.

En su casa y aproximadamente con 56 personas, se produjo la primer arenga. La insurrección daba inicio. La hora de romper cadenas y cambiar las leyes había llegado.

El pequeño contingente se lanzó hacia la cárcel a liberar presos como lo hiciesen los franceses con la Bastilla. Más tarde encerraron a todos los gachupines del lugar.

La gente que venía de las rancherías cercanas llegaba a Dolores muy de madrugada con el fin de aprovechar la primer misa del día domingo. Cual fue la sorpresa, que pasó un largo rato y no se llamaba a la ceremonia.

Con incertidumbre los campesinos se comenzaron a preguntar el motivo de la tardanza. Entre la muchedumbre que veía el atípico caso se rumoraba que durante la noche el padre Hidalgo había mandado aprehender a todos los déspotas y tiranos gachupines.

Entonces el repique de las campanas interrumpió los murmullos. El padre de la patria salió al atrio de la parroquia para hablarle a su gente. No se sabe exactamente qué palabras salieron de su boca, sin embargo tuvieron el suficiente peso y ardor para despertar los deseos de lucha de una población marginada, abusada y hambrienta durante años.

Ese 16 de septiembre aquel incipiente ejército con Hidalgo y Allende a la cabeza, iniciaba su marcha hacia San Miguel, rumbo al sacrificio pero también hacia la inmortalidad.

“El hambre y la injusticia engendran guerreros y esos guerreros son los que forman parte de nuestros ejércitos”



El Candelabro. Iluminando Mentes