Licaón fue un rey culto y virtuoso, padre de cincuenta hijos, querido por su pueblo, fundador de Licosura en la que erigió un altar en honor de Zeus Lykaios. En ese altar se sacrificaban a seres humanos. Pero, por otra parte, Licaón fue un rey malo de verdad y un verdadero desastre como hostelero.

Grecia se convirtió en el lugar de origen del hombre lobo.
El mito del espeluznante hombre lobo, también conocido como licántropo. Se ha extendido alrededor del mundo desde hace siglos, acompañado de terrorificas y sangrientas anécdotas en noches de luna llena.
La fabulosa leyenda del famoso lobo se remonta mucho tiempo atrás. Narrada por Platon, pero popularizada por Ovidio.
Corría el año 1 a.c. Cuando Ovidio; un poeta romano narró la historia de Licaón, un rey culto y religioso, amado por su pueblo, pues había fundado una de las ciudades más antiguas de Grecia (Licosura). Sin embargo el rey Licaón era poseedor de un terrible hábito.
Al ser un fiel devoto de Zeus, el rey griego había llevado su fe a los extremos, dicho fervor lo impulsó a realizar sacrificios humanos para honrar al dios del olimpo.
Licaón no solo asesinaba, si no que culminaba el acto comiéndose a sus víctimas que en especial eran extranjeros que llegaban a su casa buscando refugio.
Al enterarse de los delitos tan crueles que violaban la sagrada ley de la bendita hospitalidad, el dios del trueno, Zeus decidió visitar a Licaón en forma de peregrino.
Cuando vió al nuevo visitante, el rey se dispuso a cobrar la vida de quien se hospedaría en su palacio, pero temeroso de que fuera una deidad quien lo visitaba, optó primero por ponerle una prueba.
Mando a cocinar la carne de una de sus víctimas y se la sirvió al hambriento mendigo, pensando que si la rechazaba se trataría de un dios y si la comía sin darse cuenta del atroz acto, podría asesinarlo y comerlo como a todas sus víctimas.
Cuando Zeus fue testigo del acto tan aberrante montó en cólera, y en un abrir y cerrar de ojos incendió y destruyó el palacio con sus rayos. Al rey caníbal lo transformó en un feroz lobo como castigo a su crueldad.
Cuenta la leyenda que cada 10 años, si Licaón no había comido carne humana en ese tiempo, podía volver a su forma original, pero cada vez que llegaba ese momento, aprovechaba para retomar sus ritos y sacrificios.
Con cada luna llena Licaón salía al claro del bosque, lamentandose y aullando a Zeus para que éste le perdonase.

El Candelabro. Iluminando Mentes