La batalla de Austerlitz, también conocida como la batalla de los Tres Emperadores, enfrentó el 2 de diciembre de 1805 a un ejército francés encabezado por el emperador Napoleon I contra las fuerzas combinadas ruso-austriaca del zar ruso Alejandro I y el emperador austríaco Francisco I en el contexto de las Guerras Napoleónicas.

AUSTERLITZ, LA BATALLA DE LOS TRES EMPERADORES
En diciembre de 1805 el ejército de Napoleón Bonaparte derrotó en Austerlitz a las fuerzas combinadas de Austria y Rusia, que les superaban en número. La llamada “batalla de los tres emperadores” es considerada como una de las más brillantes de la historia militar en lo que a estrategia se refiere.
Temerosos del creciente poder militar de Francia bajo el mando de Napoleón, en 1803 una serie de países habían formado una alianza conocida como la Tercera Coalición.
Esta incluía al Reino Unido, el Sacro Imperio Romano Germánico bajo el liderazgo austríaco, Rusia, Nápoles, Sicilia y Suecia: de entre estos países, Austria y Rusia eran los que más sentían la amenaza francesa y los que podían suponer un problema mayor para Napoleón, por lo que en 1805 el emperador francés desplazó a decenas de miles de soldados hacia el corazón de Europa.
ES UNA TRAMPA!
En enero de 2021 salió a subasta un manuscrito dictado por el propio Napoleón: sus 74 páginas son una prueba de cuánta planificación hubo destrás de la batalla y de los movimientos militares y diplomáticos que durante meses llevó a cabo el emperador para asegurarse de que sus enemigos actuarían como esperaba. En ello también influyó la suerte y tal vez una cierta improvisación, ya que si no caían en la trampa Napoleón se arriesgaba a encontrarse en inferioridad numérica en territorio austríaco.
El éxito de Bonaparte dependía de que el ejército de la coalición siguiera el plan de acción que había previsto, por lo que debía atraerlo a la vez que evitaba las pérdidas en sus filas
El ejército combinado de austríacos y rusos les superaba en número, pero estaba poco cohesionado y carecía de suficientes oficiales preparados para dirigir una fuerza conjunta de tales dimensiones.
Napoleón decidió aprovechar esas debilidades y valerse de la estrategia para anular la superioridad numérica, empezando por crear una falsa imagen de debilidad. Mantuvo a parte de sus contingentes separados del cuerpo principal del ejército para que su desventaja pareciera mayor y envió al general Savary a entregar un mensaje al cuartel general de la coalición, expresando su deseo de negociar la paz.
Los oficiales rusos y austríacos interpretaron esto como una señal de debilidad inequívoca y propusieron a sus respectivos comandantes lanzar un ataque cuanto antes.
La última parte del plan de Napoleón consistía en atraer a sus enemigos a un terreno favorable. Eligió los Altos de Pratzen, una zona rodeada por colinas cerca de la ciudad de Austerlitz (actual Slavkov u Brna, en la República Checa) y atravesada por estanques que iban a jugar un papel importante en su táctica.
El éxito de Bonaparte dependía de que el ejército de la coalición siguiera el plan de acción que había previsto, por lo que debía atraerlo a la vez que evitaba las pérdidas en sus filas.
Su primer movimiento fue lanzar un breve asalto seguido de una retirada para incitar a las fuerzas de la coalición a perseguirle, debilitando a propósito su flanco derecho para asegurarse de que las tropas enemigas avanzaran exactamente por donde a él le convenía.
En aquella parte del campo de batalla se encontraban los estanques Satschan, que en aquella época del año estaban cubiertos por el hielo. Cuando las fuerzas aliadas los estaban atravesando, la artillería francesa abrió fuego y rompió el hielo, provocando que muchos soldados se ahogaran en las aguas heladas con sus caballos y hundiendo la artillería enemiga.
Al mismo tiempo, la persecución había debilitado el centro del ejército austro-ruso. El ejército francés atacó con las tropas de reserva que habían permanecido escondidas, apoderándose de las posiciones de la coalición y separando sus dos flancos: el izquierdo se encontró rodeado por los franceses y el derecho, viéndose ahora en inferioridad, emprendió la retirada. En total, las fuerzas de la coalición contaron unas 15.000 bajas entre muertos y heridos.
GRANDES REPERCUSIONES
Para la Tercera Coalición aquella fue una derrota muy importante y, sobre todo, inesperada. La peor parte se la llevó el emperador Francisco II del Sacro Imperio: era la segunda gran derrota que sufría en poco tiempo a manos de los franceses, que habían conseguido llegar hasta Viena poco antes del encuentro en Austerlitz. Tuvo que ceder territorios a Francia, a los estados alemanes aliados de Napoleón y al Reino de Italia, un estado satélite cuyo virrey era familiar del propio Bonaparte.
Al año siguiente, tras casi mil años de existencia, el Sacro Imperio Romano Germánico se disolvió y en su lugar nació la Confederación del Rin, formada por 16 estados aliados de Bonaparte. El núcleo del poder imperial se reorganizó formando el Imperio Austríaco, a cuya cabeza estaba el propio emperador Francisco: así la dinastía de los Habsburgo-Lorena logró salvar su continuidad, aunque vio reducidos sus dominios, poder y prestigio.
La batalla también tuvo un impacto en la credibilidad de Rusia como potencia imperial y en la del zar Alejando I, puesto que la mayoría de bajas fueron entre las tropas rusas.
Por el contrario, la victoria de Napoleón ayudó a reforzar su autoridad como emperador y a consolidar Francia como el gran poder imperial del momento. No obstante, esto también sería la semilla de algunos de los grandes problemas del Imperio Francés en los años venideros: en el norte de Italia los abusos de las tropas napoleónicas dieron inicio a un fuerte sentimiento antifrancés; en los territorios alemanes, Prusia se puso en guardia ante lo que consideraba un desafío directo a su posición dominante en el espacio germánico y se convirtió en el próximo gran enemigo de Francia.
Vista desde la perspectiva histórica, la importancia de Austerlitz no fue solo militar sino también psicológica. El hecho de que Napoleón hubiera vencido a una gran coalición que le superaba ampliamente en número y que lo hubiera hecho valiéndose de la estrategia y aferrándose a un plan tan arriesgado alimentó el mito de su invencibilidad, disuadendo a sus enemigos de intentar oponérsele a corto plazo.
Seguramente el propio emperador era consciente de ello, ya que alimentó el relato épico de aquella victoria. Se había cumplido el vaticinio que había hecho al inicio de la batalla: “Un golpe fuerte y la guerra habrá terminado”. Al menos, por un tiempo.

El Candelabro. Iluminando Mentes