Pierre-Jules Renard fue un escritor, poeta, dramaturgo, crítico literario y de teatro francés. Fue miembro de la Academia Goncourt y uno de los fundadores del Mercure de France. Fue autor de novelas y cuentos en donde destaca como agudo observador de las costumbres y el carácter de los seres humanos.

Nació el 22 de febrero de 1864 en Châlons-du-Maine, Mayenne, Francia, lugar donde trabajaba su padre en la construcción del ferrocarril. Fueron sus padres François Renard y Anna-Rose Colin. Tuvo tres hermanos mayores: Amélie, nacida en 1858, habría de morir a temprana edad; una segunda hija también llamada Amélie, nacida en 1859; y un tercero llamado Maurice, quien había nacido en 1862.
Creció en Chitry-les-Mines, Nièvre y su infancia se caracterizó se caracterizó por ser difícil y triste. A pesar de haber decidido no asistir a la prestigiosa Escuela Normal Superior , desarrolló un amor por la literatura, el cual eventualmente dominaría su vida. Entre 1885 y 1886 realizó el servicio militar en Bourges. En el año 1888 contrajo matrimonio con Marie Morneau y ambos se trasladaron a vivir a París.
Al mudarse con su esposa a París empezó a asistir a cafés literarios y a contribuir en los periódicos de esta ciudad. Entre sus amigos asiduos estaban Alfred Capus y Lucien Guitry.
Se inició como narrador con un volumen de relatos titulado “Crimen en el pueblo” en el año 1888, al que siguió en 1890 otro volumen de cuentos llenos de ironía y causticidad, “Sonrisas forzadas”. Ese mismo año colaboró en la fundación de la revista del simbolismo francés Mercure de France.
A lo largo de su vida escribió poemas, cuentos, obras de teatro, novelas, entre las que destaca su famoso “Pelo de zanahoria”, en la que cuenta las burlas y los malos tratos que recibe un niño en su hogar.
Fue un socialista convencido y era partidario del pacifismo y del anticlericalismo. Siendo candidato socialista, fue elegido alcalde de Chitry el 15 de mayo de 1904 y se hizo miembro de la Academia Goncourt en octubre de 1907, gracias a Octave Mirbeau.
Representa el prototipo del escritor con clara voluntad de estilo. Buscó incansablemente la palabra exacta, que después concentraba en frases mínimas (sujeto, verbo, predicado) pero intensas, miniaturas talladas con profundidad y lirismo. La ironía fue otro de sus recursos característicos; y algo más que un recurso: dotado de una personalidad entre cínica y burlona, a través de ella -despiadada a veces, incluso consigo mismo- alcanzó a distanciarse de sus emociones y a congelarlas.
Falleció el 22 de mayo de 1910 en la ciudad de París, Francia, víctima de arterioesclerosis.
Fuente: EcuRedNarrador y dramaturgo francés, nacido en Châlons el 22 de febrero de 1864 (Mayenne) y fallecido en París 46 años después. Se inició como narrador con un volumen de relatos titulado Crime de Village (‘Crimen en el pueblo’, 1888), al que siguió en 1890 otro volumen de cuentos llenos de ironía y causticidad, Sourises pincés (‘Sonrisas forzadas’). Ese mismo año colaboró en la fundación de la revista del simbolismo francés Mercure de France.
La historia de un intelectual fracasado le sirvió de argumento para una novela de crítica y compromiso, que publicó en 1892 con el título de L’écornifleur (‘El parásito’). Fue el principio de su reconocimiento como escritor, confirmado definitivamente dos años después con su logro mayor, la novela Poil de carotte (‘Zanahorio’), en la que cuenta las burlas y los malos tratos que recibe un niño en su hogar; posteriormente -en 1900- convirtió esta obra en comedia teatral, que obtuvo el mismo éxito. Inmerso en la bohemia del París finisecular, trató a los grandes artistas de la época: Rodin, Verlaine, Goncourt, Sarah Bernhardt, Toulouse-Lautrec, Gide, Valéry, Schwob, Rostand, y la lista se alargaría extensamente si tuviera que dar noticia de cuantos pulularon por aquel rico hervidero cultural parisino.
Renard terminó aborreciendo cuantas obligaciones públicas, siempre mundanas para él, conllevaba su oficio de escritor. Introvertido de por sí y desencantado, se apartó del frenesí parisino (vivió a caballo entre la ciudad y el campo), aunque no dejó de crear piezas teatrales, que se representaron con gran éxito por su estilo, su capacidad para crear personajes de hondura psicológica y su maestría para los diálogos. Observó los tipos de la sociedad que le tocó vivir y los subió a un escenario en obras como El placer de romper (1897) y Le pan du ménage (‘El pan casero’, 1899), amarga visión de la vida conyugal.
La agudeza de análisis de Renard se manifestó también en la descripción de escenas rurales (Bucólicas, 1905; Ragotte, 1908) y en Histoires naturelles (‘Historias naturales’, 1896), una colección epigramática sobre animales llena de ternura y fina ironía. Con todo, el tema fundamental alrededor del cual giran sus obras es el conflicto familiar. Renard estuvo marcado por su propio drama como hijo no deseado: se sintió odiado por su madre y le devolvió idéntico afecto, mientras que su padre y él se mantuvieron siempre distantes e indiferentes. Su experiencia y su observación -la vida, en definitiva- se plasmaron permanentemente en sus escritos, hasta el punto de que sus amigos le llegaron a recriminar en alguna ocasión su incapacidad para novelar un hecho que no hubiera vivido.
Renard representa el prototipo del escritor con clara voluntad de estilo. Buscó incansablemente la palabra exacta -le mot juste!, le mot juste!, exclamaba-, que después concentraba en frases mínimas (sujeto,verbo, predicado) pero intensas, miniaturas talladas con profundidad y lirismo. En literatura, pocas veces se habrá dicho tanto en menos. La ironía fue otro de sus recursos característicos; y algo más que un recurso: dotado de una personalidad entre cínica y burlona, a través de ella -despiadada a veces, incluso consigo mismo- alcanzó a distanciarse de sus emociones y a congelarlas.
Si Renard no dejó de sorprender en vida con su obra, mayor asombro aún causó la publicación póstuma de su Journal (‘Diario’, 1926), donde vertió todo su fondo melancólico, su incisiva agudeza y penetración, la serena asunción de que el hombre es malo por naturaleza y un despiadado sentido del humor. El diario es un compendio de textos narrativos más o menos largos, en los que da cuenta de los sucesos más destacados del día, y anotaciones sueltas y frases breves de tono aforístico:
“No hay amigos: hay ratos de amistad.”
“El hombre nace con sus vicios y adquiere sus virtudes.”
“No me aburro en ningún sitio, porque pienso que aburrirse es insultarse a uno mismo.”
“El cerebro no tiene pudor.”
“El asesino se lavó las manos e hizo pompas de jabón.”
Si no es mentira que Jules Renard tuvo más ingenio que imaginación y más talento que capacidad narrativa, también es cierto que sus dotes de observador trazaron un magnífico retrato de la condición humana.

El Candelabro. Iluminando Mentes
Descubre más desde REVISTA LITERARIA EL CANDELABRO
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
