En un universo vasto y enigmático, un ser singular surge en medio del caos cósmico. Este ser, conocido como el hombre, se encuentra en una posición única en el tejido del tiempo y el espacio. Sin embargo, mientras se adentra en la maraña de su existencia, se enfrenta a un dilema intrincado: la incapacidad de saber qué debe querer en su breve paso por este mundo. Cada paso que da, cada decisión que toma, está marcada por la incertidumbre y la falta de comparación. No hay borradores ni ensayos previos; su vida es un acto improvisado en el gran teatro de la existencia. Se le presenta un desafío monumental, ya que no puede conocer la mejor opción ni corregir los errores pasados en futuras oportunidades.

“Reflexiones sobre la incertidumbre existencial: vivir sin ensayos”
“El hombre nunca puede saber que debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cual de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero que valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro.”
Milan Kundera ,
La insoportable levedad del ser
La vida humana se presenta como un enigma en el que el hombre se encuentra inmerso, sin una guía clara sobre qué es lo que debe querer. Esta afirmación se basa en la idea de que el individuo solo vive una vez y, por lo tanto, carece de la capacidad de comparar su experiencia con vidas pasadas o corregirla en futuras existencias. Así, se plantea la pregunta de si es posible determinar cuál es la mejor decisión, ya que no hay punto de referencia ni comparación con otras opciones.
El autor compara la vida con una representación teatral improvisada, en la que el actor se enfrenta directamente a su papel sin ningún tipo de ensayo previo. Esta metáfora ilustra la falta de preparación con la que el ser humano afronta su existencia, lo que a su vez cuestiona el valor y el propósito de la vida misma.
El autor sostiene que la vida parece más bien un boceto, aunque incluso esta palabra no parece adecuada para describir su naturaleza. Un boceto es un borrador preliminar, una preparación para algo más completo, como un cuadro. Sin embargo, la vida humana se asemeja más a un boceto sin un cuadro definido, sin un propósito final. De esta manera, se plantea la idea de que la vida carece de significado intrínseco y se presenta como una experiencia efímera y fugaz.
En resumen, el autor argumenta que el hombre no puede saber qué debe querer en la vida debido a la ausencia de comparación y la imposibilidad de enmendar las decisiones tomadas. La falta de preparación y la naturaleza efímera de la existencia humana hacen que la vida parezca un boceto inconcluso, sin un propósito definido. Esta reflexión nos lleva a cuestionar el valor y el sentido de la vida misma.
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