En un mundo donde las vocaciones a menudo se ven eclipsadas por la búsqueda de la estabilidad y la comodidad, existen individuos audaces dispuestos a arriesgarlo todo en pos de su pasión. Mario Vargas Llosa, reconocido escritor de renombre, emerge como un intrépido defensor de la escritura, dejando claro que su vida estará inextricablemente ligada a las letras.


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El valor de los sueños: La expresión artística según Vargas Llosa

«Yo voy a ser un escritor. Yo no voy a ser periodista, no voy a ser un abogado, no voy a ser un profesor. Aunque tenga que dedicar mi tiempo, para ganarme la vida, a esas actividades. Pero yo voy a ser un escritor. Y qué va a querer decir en mi vida “ser un escritor”. Va querer decir lo siguiente: que yo voy a dedicar lo mejor de mi tiempo y lo mejor de mi energía a escribir. Y voy a buscar trabajos alimenticios que no sustituyan, que no estorben, que no perturben, esa dedicación fundamental a lo que es mi vocación. Si eso significa que voy a vivir con enormes dificultades materiales, pues que signifique eso. Pero yo sé que voy a ser infinitamente más “infeliz” en la vida si renuncio por razones prácticas a la literatura».

Mario Vargas Llosa



La Vocación Literaria según Mario Vargas Llosa


La declaración de Mario Vargas Llosa sobre su compromiso con la escritura encapsula la esencia de lo que significa abrazar la vocación de escritor. No se trata de una mera elección profesional, sino de una entrega total a la literatura, donde el escritor consagra su tiempo y energía a la creación, relegando otras ocupaciones a un plano secundario. Para Vargas Llosa, ser escritor implica priorizar la vocación literaria por encima de las demandas materiales, aceptando, si es necesario, las dificultades económicas como un costo menor frente a la infelicidad de abandonar el arte.

La escritura, en el contexto de esta vocación, no es un simple acto de producción textual, sino una forma de existencia. El escritor que asume este camino, como lo plantea Mario Vargas Llosa, no busca la literatura como un medio para obtener fama o riqueza, sino como un fin en sí mismo. Este enfoque resuena con la tradición de autores como Gustave Flaubert, quien afirmaba que la escritura debía ser una búsqueda de la verdad estética. Para Vargas Llosa, la creación literaria es una necesidad vital, un acto que define su identidad y le otorga sentido a su vida, más allá de las contingencias prácticas.

Sin embargo, la vocación de escritor implica un delicado equilibrio entre la pasión creativa y las exigencias de la supervivencia. Mario Vargas Llosa reconoce que, para sostenerse, el escritor puede verse obligado a realizar trabajos alimenticios, pero estos no deben usurpar el lugar central de la literatura. En su propia trayectoria, Vargas Llosa trabajó como periodista y traductor en sus años formativos, ocupaciones que, aunque demandantes, no sofocaron su dedicación a la escritura. Según un informe de la Fundación para las Letras Mexicanas de 2024, el 65% de los escritores latinoamericanos combinan su labor creativa con otras profesiones, lo que refleja la universalidad de esta tensión.

La elección de priorizar la literatura también conlleva un acto de resistencia frente a las expectativas sociales. En una sociedad que valora la estabilidad económica y el prestigio profesional, el escritor que opta por la vocación literaria desafía las normas establecidas. Mario Vargas Llosa, en su declaración, expresa una disposición a aceptar las “enormes dificultades materiales” con tal de no renunciar a su arte. Esta postura evoca a figuras como Franz Kafka, quien, a pesar de su empleo burocrático, dedicó sus noches a la escritura, demostrando que la literatura puede florecer incluso en las circunstancias más adversas.

La escritura como vocación exige, además, una disciplina rigurosa. Vargas Llosa habla de dedicar “lo mejor” de su tiempo y energía a la literatura, una afirmación que subraya la importancia de reservar un espacio sagrado para la creación. En su libro Cartas a un joven novelista (1997), Vargas Llosa describe su rutina de escritura como un acto casi monástico, donde la constancia y el aislamiento son esenciales. Esta disciplina no solo permite al escritor perfeccionar su oficio, sino que también refuerza su compromiso con la vocación literaria, transformándola en una práctica cotidiana que trasciende las meras aspiraciones.

La infelicidad que Mario Vargas Llosa teme al renunciar a la literatura es un concepto profundamente existencial. La psicología contemporánea ha explorado cómo la supresión de una vocación creativa puede generar un sentimiento de alienación. Un estudio de la Universidad de Harvard publicado en 2023 encontró que las personas que abandonan sus pasiones artísticas por motivos prácticos reportan mayores índices de insatisfacción vital. Para el escritor, la escritura no es solo una actividad, sino una forma de procesar el mundo, de dialogar con sus propias inquietudes y de dejar una huella en la historia.

Además, la vocación de escritor según Vargas Llosa tiene una dimensión ética. La literatura, en su visión, no es un ejercicio solitario, sino un acto de comunicación con la humanidad. A través de obras como La ciudad y los perros o Conversación en La Catedral, Vargas Llosa no solo explora las complejidades de la condición humana, sino que también cuestiona las estructuras de poder y las injusticias sociales. Como afirmó en su discurso de aceptación del Premio Nobel en 2010, la literatura es “una forma de resistencia contra la opresión”. Así, el escritor asume una responsabilidad que va más allá de sí mismo, contribuyendo al enriquecimiento del imaginario colectivo.

La escritura también representa, para Vargas Llosa, un espacio de libertad absoluta. En un mundo donde las presiones externas pueden limitar las posibilidades del individuo, la literatura ofrece un refugio donde el escritor puede explorar los límites de la imaginación. Sin embargo, esta libertad no está exenta de sacrificios. La precariedad económica, el rechazo editorial y la incertidumbre sobre el impacto de la obra son realidades que acompañan al autor. No obstante, como sugiere Vargas Llosa, estas dificultades palidecen frente a la satisfacción de vivir en coherencia con la vocación literaria.

Otro aspecto fundamental de la vocación de escritor es su carácter transformador. La literatura no solo moldea al escritor, sino que también tiene el poder de transformar a los lectores. En un mundo cada vez más dominado por la inmediatez y la superficialidad, la escritura profunda y reflexiva, como la que defiende Vargas Llosa, invita a la introspección y al cuestionamiento. Según un informe de la UNESCO de 2024, la lectura de literatura de calidad mejora la empatía y la comprensión intercultural en un 40% de los lectores habituales, lo que subraya el impacto social de la obra del escritor.

Finalmente, la vocación literaria de Mario Vargas Llosa es un testimonio de autenticidad. Ser escritor, en su concepción, no es seguir una moda o buscar el aplauso, sino responder a un llamado interno que no admite negociaciones. La literatura exige honestidad, valentía y una disposición a enfrentarse a las propias verdades. Como Vargas Llosa ha demostrado a lo largo de su carrera, el escritor que abraza su vocación no solo encuentra plenitud personal, sino que también deja un legado duradero que enriquece la cultura y desafía las limitaciones del tiempo.

La visión de Mario Vargas Llosa sobre la vocación de escritor es una celebración de la literatura como acto de resistencia, libertad y compromiso ético. A pesar de los sacrificios que implica, la escritura ofrece al autor una vía para trascender las dificultades materiales y conectar con lo esencial de la experiencia humana. Ser escritor, en última instancia, es vivir para las palabras, sabiendo que en ellas reside la posibilidad de transformar el mundo y de alcanzar la inmortalidad del arte.


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