En las letras impregnadas de nostalgia y cuestionamientos de Pablo Neruda, el poema “El Barco” se alza como un grito poético de los pasajeros descontentos en un viaje a través de la vida. Entre versos que exponen la furia y la tristeza, el poeta desvela una alegoría de exclusión y desigualdad en el barco de la existencia. Las palabras de Neruda, como gotas de lluvia sangrienta, golpean la conciencia y revelan la lucha contra la injusticia, el hambre y la escasez en un mundo donde algunos tienen todo y otros apenas tienen una mesa para sentarse. En esta travesía, el mar se vuelve duro, y la angustia flota en cada rincón, dejando al lector con un eco persistente de preguntas y una urgencia por hablar en serio sobre la realidad a la que se enfrentan los pasajeros de este barco llamado vida.

“Pasajeros Descontentos: El Lamento de Pablo Neruda”
EL BARCO
Pablo Neruda
Pero si ya pagamos nuestros pasajes en este mundo
por qué, por qué no nos dejan sentarnos y comer?
Queremos mirar las nubes,
queremos tomar el sol y oler la sal,
francamente no se trata de molestar a nadie,
es tan sencillo: somos pasajeros.
Todos vamos pasando y el tiempo con nosotros:
pasa el mar, se despide la rosa,
pasa la tierra por la sombra y por la luz,
y ustedes y nosotros pasamos, pasajeros.
Entonces qué les pasa?
Por qué andan tan furiosos?
A quién andan buscando con revólver?
Nosotros no sabíamos
que todo lo tenían ocupado,
las copas, los asientos,
las camas, los espejos,
el mar, el vino, el cielo.
Ahora resulta
que no tenemos mesa.
No puede ser, pensamos.
No pueden convencernos.
Estaba oscuro cuando llegamos al barco.
Estábamos desnudos.
Todos llegábamos del mismo sitio,
Todos veníamos de mujer y de hombre.
Todos tuvimos hambre y pronto dientes.
A todos nos crecieron las manos y los ojos
para trabajar y desear lo que existe.
Y ahora nos salen con que no podemos,
que no hay sitio en el barco,
no quieren saludarnos,
no quieren jugar con nosotros.
Por qué tantas ventajas para ustedes?
Quién les dio la cuchara cuando no habían nacido?
Aquí no están contentos,
así no andan las cosas.
No me gusta en el viaje
hallar, en los rincones, la tristeza,
los ojos sin amor o la boca con hambre.
No hay ropa para este creciente otoño
y menos, menos para el próximo invierno.
Y sin zapatos cómo vamos a dar la vuelta
al mundo, a tanta piedra en los caminos?
Sin mesa dónde vamos a comer,
dónde nos sentaremos si no tenemos silla?
Si es una broma triste, decídanse, señores,
a terminarla pronto,
a hablar en serio ahora.
Después el mar es duro.
Y llueve sangre.
EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES
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