Entre luces veladas y armonías trascendentes, Mozart forjó un vínculo secreto con la masonería, tan profundo como su genio musical. En una Europa convulsionada por ideas ilustradas y tensiones religiosas, su arte se convirtió en vehículo de símbolos, códigos y aspiraciones universales. Lejos del mero espectáculo, su música sugiere una búsqueda interior, casi iniciática, que aún hoy fascina. ¿Es posible escuchar en sus obras el eco de un ritual antiguo? ¿Qué verdades quiso revelar a través del lenguaje sonoro?


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Las melodías masónicas de Mozart: música entre símbolos, rito y trascendencia


Las composiciones de Wolfgang Amadeus Mozart inspiradas por la masonería no son meros encargos musicales, sino una manifestación sonora de ideales universales como la luz, la fraternidad y la sabiduría. En estas obras, los símbolos masónicos se traducen en acordes, las ceremonias en estructuras tonales, y la espiritualidad se convierte en armonía. Aquí, la música no acompaña al rito: lo revela, lo exalta y lo perpetúa.

Desde sus primeras aproximaciones al simbolismo masónico, Mozart mostró una sensibilidad particular hacia los valores de la orden. Sus piezas masónicas no sólo cumplen funciones rituales, sino que reflejan una estética profundamente alineada con la filosofía de la masonería ilustrada. La búsqueda de la perfección, el ascenso por grados, la luz como revelación interior: todo esto está presente en su lenguaje musical.

Una de las primeras obras relacionadas con el entorno masónico fue el drama “Thamos, König in Ägypten” (K. 345), compuesto entre 1773 y 1779. Aunque anterior a su iniciación formal, esta obra contiene ya una atmósfera iniciática, con referencias al Egipto místico, escenario simbólico frecuente en rituales. Su música refuerza la tensión entre el poder, la sabiduría y la oscuridad, anunciando la temática masónica de lo oculto que se transforma en luz.

Las obras que Mozart compuso ya como masón iniciado son aún más explícitas. El “Adagio para instrumentos de viento” (K. 411), de 1784, establece un tono contemplativo y ceremonial, ideal para momentos de recogimiento en logias. La sobriedad y equilibrio de sus líneas melódicas evocan el carácter reflexivo de las tenidas masónicas. Esta pieza se caracteriza por una textura sonora que sugiere lo sagrado, lo armónico y lo interior.

En 1785 compone una de sus más destacadas piezas masónicas: la “Maurerische Trauermusik” (K. 477), o “Música fúnebre masónica”. Escrita para honrar a dos hermanos masones fallecidos, esta obra es de una profundidad emocional excepcional. Su tono grave, sus modulaciones sombrías y el uso de maderas bajas evocan la meditación sobre la muerte como tránsito y transformación. Es una obra que respira rito, silencio y trascendencia.

Ese mismo año, Mozart compone la cantata “Die Maurerfreude” (K. 471), conocida como “La alegría masónica”. A diferencia de la anterior, esta pieza celebra el júbilo de pertenecer a la hermandad. Su estructura coral, sus progresiones ascendentes y el uso de trompetas y timbales simbolizan la luz alcanzada, la plenitud del conocimiento compartido. Es una celebración sonora de la fraternidad universal.

Otro ejemplo claro de música compuesta con fines rituales es el “Lied zur Gesellenreise: Die ihr einem neuen Grade” (K. 468), una canción dirigida a los compañeros masones que ascienden de grado. Aquí, la estructura lírica acompaña el sentido del rito, y la melodía transmite solemnidad sin perder un tono cálido. Es música que enseña y acompaña, que guía al iniciado en su travesía simbólica.

En 1786, Mozart crea una serie de piezas breves, pero muy significativas, para ocasiones específicas dentro de la logia. Entre ellas, “Zerfließet heut, geliebte Brüder” (K. 483), un canto de despedida cargado de emoción, y “Ihr, unsre neuen Leiter” (K. 484), una canción de homenaje al nuevo Venerable Maestro. Ambas piezas combinan texto poético con melodías claras, haciendo de lo musical un puente entre el rito y la emoción humana.

En los últimos años de su vida, la inspiración masónica se vuelve aún más intensa y espiritual. La cantata “Die ihr des unermeßlichen Weltalls Schöpfer ehrt” (K. 619) de 1791, es una exaltación del Creador como principio universal, con un tratamiento musical que alterna solemnidad y luminosidad. A nivel temático y armónico, es una de las obras más elevadas de su catálogo masónico.

Ese mismo año, compone la breve pero significativa cantata “Laut verkündet unsre Freud” (K. 623), conocida como “Elogio a nuestra alegría”. Es una obra ligera en forma, pero cargada de significado simbólico. Celebrar la alegría entre hermanos es, en el pensamiento masónico, reconocer el triunfo del espíritu sobre la ignorancia. Su tonalidad mayor y ritmo danzante refuerzan esta idea de renovación.

La que posiblemente sea su última contribución masónica es “Lasst uns mit geschlungnen Händen” (K. 623a), también conocida como la “Pequeña cantata masónica”. Esta pieza fue dirigida por Mozart en su logia apenas dos días antes de enfermarse gravemente. Es una pieza que irradia armonía fraterna. El texto apela a la unidad, al lazo invisible que une a los hermanos. Su melodía es serena, casi profética, como un adiós velado.

Además de estas obras directamente compuestas para rituales, hay otras piezas que, aunque no escritas expresamente para la masonería, respiran su espíritu. La más célebre es, sin duda, la ópera “La flauta mágica” (K. 620). Su estructura dramatúrgica refleja un rito de iniciación: pruebas, símbolos, búsqueda de la verdad, enfrentamiento entre la luz y las tinieblas. La obertura misma comienza con tres acordes que aluden a la “batería masónica”.

La música de esta ópera está cargada de significados esotéricos: desde la figura de Sarastro, símbolo del sabio iluminado, hasta el simbolismo de la luz solar y la noche lunar. Cada aria representa un paso en la evolución del alma hacia el conocimiento y la virtud. Es un drama de transformación espiritual envuelto en el ropaje del teatro musical. En ella, Mozart logra su síntesis perfecta entre arte, ética y filosofía.

Otros ejemplos donde se percibe la huella masónica —aunque de forma más sutil— incluyen la Sinfonía en Mi bemol mayor (K. 543), cuya tonalidad está cargada de simbolismo y equilibrio, y el Adagio y Rondó para armónica de cristal, flauta, oboe, viola y violonchelo (K. 617), cuya textura transparente evoca la claridad interior buscada por el masón. Incluso su motete “Ave verum corpus” (K. 618), aunque litúrgico, transmite una espiritualidad próxima a la iluminación masónica.

Finalmente, es importante mencionar piezas tempranas como “An die Freude” (K. 53) o “O heiliges Band der Freundschaft” (K. 148), donde el joven Mozart ya musicalizaba poemas de tono fraternal y espiritual, prefigurando su sensibilidad hacia los ideales que más tarde desarrollaría plenamente en el contexto de la logia. Son piezas menores en forma, pero reveladoras de una inquietud ética profunda.

Las obras masónicas de Mozart forman un corpus coherente dentro de su producción. No son periféricas ni circunstanciales, sino centrales en la expresión de su pensamiento artístico y espiritual. Cada melodía es, en sí misma, una piedra sonora en el templo simbólico de la música esotérica ilustrada. Escuchar estas composiciones es asomarse a un universo donde los acordes revelan secretos, y el arte se convierte en vía hacia la sabiduría.

Mozart, en sus partituras masónicas, no sólo compuso para la ceremonia: creó una estética del rito, una metafísica del sonido. En ellas, el lenguaje musical se convierte en símbolo viviente, en vibración de ideales. Es un legado que trasciende el tiempo y las logias, pues sigue hablándonos hoy de fraternidad, transformación interior y armonía universal.


Referencias:

  1. Chailley, Jacques. La flûte enchantée: Opéra maçonnique. Fayard, 1996.
  2. Gutman, Robert. Mozart: A Cultural Biography. Harcourt, 1999.
  3. Deutsch, Otto Erich. Mozart: A Documentary Biography. Stanford University Press, 1965.
  4. Tilson Thomas, Michael. Keeping Score: Mozart and the Freemasons. PBS, 2006.
  5. Solomon, Maynard. Mozart: A Life. Harper Perennial, 2005.

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