En un mundo que parece girar cada vez más rápido, donde el tiempo fluye implacablemente, se encuentra oculta una realidad que muchos prefieren ignorar: un día, estaremos muertos. Es en esta frágil existencia donde Manuel José Castilla, a través de sus versos, nos invita a detenernos y contemplar nuestra propia efimeridad. En su poema, nos abraza suavemente la idea de que, en algún momento, nuestro nombre se desvanecerá en un eco lejano en la vida de aquellos que nos conocieron. Sin embargo, en medio de esa certeza sobre el destino final, se alza la poesía como un testimonio de trascendencia, como un intento de dejar una huella profunda en un universo aparentemente indiferente. Es en esta dicotomía entre la fugacidad de la vida y la eternidad de las palabras donde nos sumergimos ahora, explorando el llamado a la introspección y la necesidad de otorgarle sentido a nuestra existencia antes de que llegue ese día inevitable.

“La fragilidad humana y el legado dejado atrás”
“Un día estaré muerto. Será un día cualquiera, uno de tantos. Y mi nombre en tu vida, poco a poco, será un eco lejano. Se acabará mi vida en una siesta de oro, lo presiento. Y seré como un fósforo apagado o ni siquiera eso. Retornaré a la tierra. Quedará en tus miradas mi recuerdo. Y a pesar del olvido que cubrirá mi nombre, sin quererlo, en una tarde azul, has de rezar mis versos. Un día estaré muerto, como tantos. Y mi nombre en tu vida, poco a poco será un eco lejano…”
–Manuel José Castilla
(1918-1980)
El tema planteado en el poema de Manuel José Castilla nos invita a reflexionar sobre la naturaleza transitoria de la vida y cómo nuestros nombres y recuerdos eventualmente se desvanecen con el tiempo. El autor nos presenta la idea de que un día estaremos muertos y que, en ese momento, nuestro nombre se convertirá en un eco lejano en la vida de aquellos que nos conocieron.
El poema comienza evocando un sentimiento de finitud y resalta la cotidianidad de dicho evento: “Será un día cualquiera, uno de tantos”. Esta afirmación nos lleva a reflexionar sobre la inevitable realidad de la muerte, que llegará en algún momento y que no distingue entre días importantes y días comunes. A medida que el poema avanza, el autor nos muestra su sospecha de que su vida terminará en un “sueño dorado” o una “siesta de oro”, lo cual podría interpretarse como una referencia tranquila al final de su existencia.
Castilla emplea una imagen impactante al compararse con un “fósforo apagado”, enfatizando la idea de su desaparición y la falta de trascendencia después de su muerte. Esta metáfora nos evoca la idea de que, una vez que nos vamos, dejamos de tener un impacto inmediato en el mundo y nos convertimos en una mera memoria en la mente de quienes nos conocieron.
Sin embargo, a pesar de la fugacidad de la vida y la inevitable muerte, Manuel José Castilla alienta a aquellos que lo recuerden a rezar sus versos en una “tarde azul”. Esto podría interpretarse como un llamado a mantener viva su memoria a través de sus obras poéticas, en las cuales encontraremos fragmentos de su ser y su existencia. Aunque su nombre pueda ser olvidado, el autor busca que sus versos perduren y sean una especie de legado en el tiempo.
En última instancia, el poema nos recuerda la importancia de apreciar el presente y hacer que nuestra vida tenga significado, sabiendo que un día estaremos muertos y que nuestro nombre se convertirá en un eco lejano. Nos invita a reflexionar sobre cómo queremos ser recordados y cómo podemos dejar una huella, ya sea a través de nuestras acciones, nuestras palabras o nuestras creaciones artísticas.
En resumen, el poema de Manuel José Castilla nos confronta con la realidad de que un día estaremos muertos y nos insta a reflexionar sobre la fugacidad de la vida y cómo queremos ser recordados. A través de imágenes poéticas impactantes y una mirada introspectiva, el autor nos invita a apreciar el presente y a buscar la trascendencia a través de nuestras obras y acciones.
Nos recuerda que, aunque nuestro nombre pueda desvanecerse con el tiempo, nuestras creaciones pueden perdurar y mantener viva nuestra memoria.
EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES