Sonidos de respiradores y monitores llenan el aire mientras las luces tenues danzan en las paredes de la sala. En medio de este aparente caos, un escritor icónico yace en la cama de Terapia Intensiva, luchando contra un ataque de asma que amenaza con arrebatarle la vida. Eduardo Galeano nos sumerge en este escenario desgarrador, donde Mario Benedetti se encuentra atrapado entre la fragilidad de su cuerpo y la tenacidad de su espíritu. En un viaje al corazón mismo de la supervivencia, nos adentramos en un relato cautivante de lucha, esperanza y la fuerza indomable del ser humano.



Terapia Intensiva” de Eduardo Galeano


Lo encontraron en su casa de Buenos Aires, caído en el suelo, desmayado, respirando apenitas. Mario Benedetti había sufrido el más feroz ataque de asma de toda su vida.

En el Hospital Alemán, el oxígeno y las inyecciones lo devolvieron, poquito a poco, al mundo, o a algún otro planeta más o menos parecido. Cuando alzaba los párpados, veía muñequitos que bailaban, tomados de la mano, en la remota pared, y entonces volvía a sumergirse en un silencio asueñado y ausente. Estaba molido. Había sido aporreado por Joe Louis, Rocky Marciano y Cassius Clay, todos a la vez, aunque él nunca les había hecho nada.

Escuchó voces. Las voces iban y venían, se acercaban, se alejaban, y en alemán decían algo así como mal, mal, lo veo muy mal; un caso difícil, difícil; quién sabe si pasa de esta noche. Mario abrió un ojo y no vio muñequitos. Vio unas túnicas blancas, al pie de su cama. Con voz de bandera arriada, preguntó:

—¿Tan grave estoy?

Lo preguntó en perfecto alemán. Y uno de los médicos se indignó:

—¿Y usted por qué habla alemán, si se llama Benedetti?

El ataque de risa lo curó del ataque de asma y le salvó la vida.


EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES