En los enigmáticos recovecos de la literatura hispanoamericana del siglo XX, una figura destaca como musa y traductora de los grandes escritores latinoamericanos. Edith Aron, oriunda de Homburgo, Alemania, tejió con maestría los hilos de palabras y emociones que se entrelazaron en la pluma de célebres autores como Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares. Su vínculo con Cortázar trascendió lo literario, inspirando el nacimiento de “La Maga”, personaje inolvidable de la novela “Rayuela”

“El Vínculo entre Edith Aron y Julio Cortázar: La Maga de Rayuela”
Edith Aron fue una escritora alemana que tradujo al idioma alemán las novelas, cuentos y poemas de Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Silvina Ocampo, Adolfo Bioy Casares y Julio Cortázar entre otros reconocidos escritores de la literatura latinoamericana. Es señalada como la inspiración que Julio Cortázar tuvo para la creación de: “La Maga”.
Aron tuvo una vida muy longeva, falleció a los 96 años (2020). Oriunda de Homburgo (Alemania), una ciudad en la frontera Franco-alemana, fue traductora literaria, docente en letras y escritora.
En 1934, sus padres se separaron, por lo cual Edith, viajó con su madre a la Argentina, para reunirse con familiares que ya estaban instalados.
Allí concurrió al Colegio Pestalozzi. Le gustaba muchísimo la música, trabajó en la sección de discoteca del Instituto Cultural Argentino Norteamericano.
Con la intención de instalarse en París, en 1950, en el Conte Biancamano, el barco que iba de Buenos Aires a París conoció a un joven Julio Cortázar.
Ambos entablaron un romance fugaz, Julio estaba con Aurora Bernárdez (sería su primera esposa).
En la capital francesa comenzaron a frecuentarse, luego Cortázar volvió a la Argentina, pero ya con la firme intención de conseguir una beca e instalarse definitivamente en Europa.
Aron fue de las primeras en traducir al alemán obras de Cortázar, Borges, Silvina Ocampo, Octavio Paz, Elena Garro, permitiendo que esos escritores lleguen a esa lengua por primera vez.
Fue Cortázar quien le dijo a su editor, Paco Porrua, que Edith fue la inspiración para La Maga, el personaje de su célebre novela Rayuela.
Edith siguió negando ser la Maga, aunque ha reconocido:
“Él me escribió diciéndome que había basado su personaje en mí y nos pasaban, es verdad, cosas espontáneas como las de la novela.
También hay algunos episodios, como ése en el que encontramos un paraguas viejo en las calles de París y le damos una ceremonia de entierro, que ocurrieron más o menos como los cuenta.
Pero la Maga es un personaje literario. No hay que tomarlo literal.
Hubo un momento que estuvimos más cercanos que nunca, más enamorados, un momento de inflexión.
Julio me pidió que viviera con él; yo quería seguir estudiando, ser independiente.
Un día, mientras comíamos, Julio jugaba con unas migas de pan. Me miró y me dijo: “Tengo ganas de escribir un libro mágico”.
Así nació Rayuela. Fue el germen, pero La Maga insisto es un personaje literario”.
Edith siguió siendo amiga de Cortázar y de su esposa Aurora, luego viajó a Berlín para hacer especializaciones en literatura alemana.
En 1965 regresó a la Argentina para estar con su madre, que atravesaba una enfermedad y finalmente falleció.
Luego Edith se casó con el ilustrador británico John Bergin, y tuvieron una hija en 1968, Joanna.
La familia vivió en el norte de Londres, llevando una vida tranquila y retirada.
Allí Edith siguió traduciendo y escribiendo sus propias colecciones de cuentos.
Con el paso de los años sin tener noticias uno del otro, Cortázar le escribió:
París, 8 de marzo de 1978
“Querida Edith:
No sé si se acuerda todavía del largo, flaco, feo y aburrido compañero que usted aceptó para pasear muchas veces por París, para ir a escuchar Bach a la Sala del Conservatorio, para ver un eclipse de luna en el parvis de Notre Dame, para botar al Sena un barquito de papel, para prestarle un pulóver verde (que todavía guarda su perfume, aunque los sentidos no lo perciban).
Yo soy otra vez ése, el hombre que le dijo, al despedirse de usted delante del Flore, que volvería a París en dos años. Voy a volver antes, estaré allí en noviembre. Pienso en el gusto de volverla a encontrar, y al mismo tiempo tengo un poco de miedo de que usted esté ya muy cambiada, de que no le divierta la posibilidad de verme.
Por eso le pido desde ahora y se lo pido por escrito porque me es más fácil que si usted está ya en un orden satisfactorio de cosas, si no necesita este pedazo de pasado que soy yo, me lo diga sin rodeos.
Sería mucho peor disimular un aburrimiento. Me gustaría que siga siendo brusca, complicada, irónica, entusiasta, y que un día yo pueda prestarle otro pulóver.”
El personaje de La Maga de Cortázar es una de las creaciones literarias más inolvidables de la literatura hispanoamericana del Siglo XX:
“¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la Rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua”.
(Rayuela, de Julio Cortázar, 1963)
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