En los anales de la historia de la guerra y el heroísmo, encontramos relatos que despiertan admiración y respeto. Uno de estos ejemplos notables es la trágica historia del Coronel Leoncio Prado, quien, durante la Guerra del Pacífico, protagonizó un acto de valentía y sacrificio en la batalla de Huamachuco. Este episodio histórico, marcado por el fusilamiento del intrépido guerrero peruano, ha dejado una huella imborrable en la memoria colectiva, sirviendo como una lección inmortal de coraje y amor por la patria.

“Héroes y Memorias: La Valiente Batalla y Fusilamiento de Leoncio Prado durante la Guerra del Pacífico”
En un lejano aniversario de Huamachuco, una batalla legendaria de la Guerra del Pacífico, nos encontramos con una historia trágica y heroica que merece ser contada una vez más. Se trata del fusilamiento del valiente Coronel Leoncio Prado, cuya memoria brillará eternamente como ejemplo del valor y el heroísmo.
La portada de la revista Mundial del 9 de julio de 1920 captura la esencia de ese momento culminante del sombrío drama. Leoncio Prado, un guerrero sereno cuya valentía desafía a la muerte, se enfrenta al sacrificio con la misma calma estoica y nobleza que los héroes de la antigüedad. A pesar de estar prisionero, herido y desangrado, con los labios resecos y fiebre en su cuerpo, sus ojos brillan con una luz interior que transfigura su rostro. Una fría sonrisa desdeñosa se dibuja en sus labios, haciéndole aún más grande en su gesto final.
Impasible ante su destino adverso, tan temible derrotado como victorioso, Leoncio Prado señala a los soldados encargados de fusilarlo. Este valiente guerrero, que en vida se destacó entre los más bravos y destacados líderes militares, aspiraba a ser sublime en su momento supremo, al igual que Bolognesi. No le bastó con ser grande entre los grandes, anhelaba ser inmortal y vivir en la memoria de los pueblos como un ejemplo claro y luminoso de valor y heroísmo.
La gloria de Leoncio Prado trasciende más allá de las fronteras de América. Resuena en todo el mundo como una fanfarria triunfal. Su nombre quedó grabado en la cumbre nevada del picacho andino, un glorioso recordatorio de revancha. Las generaciones futuras recordarán estas tres palabras que encierran una hermosa lección de heroísmo: Leoncio Prado – Huamachuco.
En medio de esta historia, destaca un montonero llamado Florencio Portugal. Durante la batalla de Huamachuco, un esfuerzo heroico del patriotismo peruano contra el poderoso enemigo, liderado por el general Cáceres, se libró una lucha desesperada. A pesar de las desventajas en armamento y municiones, los peruanos se enfrentaron valientemente a los chilenos, dirigidos por el coronel Gorostiaga.
La batalla se volvió una masacre, sin cuartel para ninguno de los bandos. Los peruanos sufrieron grandes bajas, con más de mil doscientos muertos, lo que representaba el sesenta por ciento de sus fuerzas. Los chilenos también sufrieron pérdidas, con ciento setenta bajas. Gorostiaga, en un intento por desvalorizar la derrota del enemigo, declaró que los peruanos eran montoneros, no soldados, y que, por lo tanto, no merecían las leyes de la guerra.
Pero ¿qué es más digno de gloria? ¿Vencer a un grupo de desorganizados montoneros o enfrentar a un ejército disciplinado? Gorostiaga, en sus informes oficiales, reconoció que se enfrentó a un verdadero cuerpo de ejército, instruido en tácticas militares y sujeto a estricta disciplina militar. Honró a los peruanos vencidos al mostrar respeto hacia ellos y sus habilidades militares.
En medio de estas circunstancias, se destaca el encuentro entre el soldado chileno y el herido Coronel Leoncio Prado. El soldado escuchó lamentos en una de las quebradas y descubrió a un joven tendido en el suelo. Con sorpresa, el herido reveló ser el Coronel Leoncio Prado y le pidió al soldado que le disparara en la frente con su rifle.
El soldado, conmovido por la energía y determinación de Prado, buscó ayuda y lo llevó en camilla al cuartel general de Huamachuco. Prado había recibido un disparo que dejó su pierna hecha astillas. Gorostiaga ordenó su arresto inmediato y, durante su estancia en la prisión, Prado mantuvo una conversación animada como si estuviera en su propio campamento.
Cuando llegó el momento de su fusilamiento, Prado pidió una taza de café. Al probarlo, comentó lo exquisito que sabía, como si disfrutara del último placer terrenal. Dirigiéndose al oficial a cargo de los tiradores chilenos, preguntó cuándo emprendería el viaje al otro mundo. Con determinación, solicitó la gracia de dar la orden de fuego.
Sin oposición, se colocaron cuatro tiradores y se apuntaron dos balas al corazón y otras dos a la cabeza. Concedida esta gracia final, Prado anunció que al terminar su taza de café, se harían los disparos. Bebió tranquilamente su última taza, tocó con energía la cuchara en el pocillo y cuatro balas hábilmente dirigidas lo llevaron a descansar en el sueño eterno.
Esta historia se basa en los relatos y documentos recopilados, pero es importante destacar que las palabras dialogadas se tomaron de forma literal del libro del escritor chileno Raimundo Valenzuela, quien publicó un precioso librito sobre la campaña de Huamachuco en 1885. La justicia y el reconocimiento a la valentía y al sentimiento patriótico de Leoncio Prado, hechas por una pluma chilena, hablan por sí solas y trascienden cualquier nacionalismo.
El sacrificio inmortal del Coronel Leoncio Prado en Huamachuco seguirá inspirando a generaciones futuras con su ejemplo de valentía y determinación frente a la adversidad. Su nombre quedará grabado en la memoria de los pueblos como un héroe que desafió la muerte y luchó por la libertad.
EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES
Descubre más desde REVISTA LITERARIA EL CANDELABRO
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.
