Albert Schweitzer, reconocido como médico, filósofo, teólogo y músico, dejó un legado imborrable en la historia de la humanidad. Su vida estuvo marcada por una profunda dedicación a la misión humanitaria y a la defensa de la vida en todas sus formas. Fundador de un hospital en Lambaréné, en plena selva africana, Schweitzer demostró su compromiso inquebrantable con el servicio y la solidaridad hacia los más necesitados. Su premio Nobel de la Paz es un reconocimiento a su incansable labor y a la filosofía central que guió su existencia: la reverencia por la vida. En este tema exploraremos la vida, obra y legado de Albert Schweitzer, así como su pensamiento en torno a la ética del amor y la importancia de la paz y el compromiso social.



El premio Nobel de la Paz de Albert Schweitzer: Una vida dedicada al servicio y la paz.


En Kaysersberg, Alsacia (hoy departamento del alto Rin, Francia) nació un niño inquieto y con una vocación de servicio: Albert Schweitzer. Su padre, Luis, era un Pastor Protestante y su madre, hija de un organista famoso. Curiosamente, su tía Anne-Marie sería la madre de Jean Paul Sartre, el reconocido filósofo.

Desde temprana edad, Schweitzer mostró aptitudes musicales, y a los 14 años comenzó a recibir clases de piano y órgano del profesor Eugène Münch. Su pasión por la música lo llevó a explorar las obras de Beethoven y Bach, y se convirtió en un teórico musical destacado, reinterpretando de manera novedosa la obra de Bach.

Sin embargo, Schweitzer también sentía una profunda búsqueda espiritual, y así, ingresó a la universidad de Estrasburgo en 1893 para estudiar Filosofía y Teología. Allí, se doctoró con una tesis sobre la vida de Jesucristo.

Durante su etapa universitaria, también se convirtió en alumno del compositor y organista Charles-Marie Widor, y completó sus estudios de música en el Conservatorio de París. Estos estudios musicales serían de gran importancia en su vida posterior.

Pero fue en 1904 cuando recibió una publicación que cambiaría su vida. El mensaje decía: “Faltan hombres de buena voluntad para ayudar a la gente en África”. Schweitzer interpretó esto como un llamado y un mandato. Con 30 años, decidió ingresar a la Facultad de Medicina.

Después de finalizar sus estudios en 1913, Schweitzer y su esposa Elena, quien era enfermera, se trasladaron a Lambaréné, en la República de Gabón, África. En medio de la selva, establecieron un pequeño hospital cerca de una misión, donde atendieron a alrededor de 2.000 pacientes en el primer año.

Schweitzer brindaba atención médica de forma gratuita, tratando desde enfermedades comunes hasta casos de lepra y realizando cirugías. Su labor se desarrollaba en un contexto de fetichismo, temores y, en algunos casos, incluso canibalismo. Con grandes esfuerzos, logró construir una sala de exámenes, una sala de cirugía y un dispensario.

Además de ser médico-cirujano, Schweitzer también ejercía como pastor y supervisaba las construcciones. Durante estos años, también encontró tiempo para escribir libros educativos.

Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, Schweitzer y su esposa fueron detenidos y posteriormente liberados en Francia en 1918. Sin embargo, su labor humanitaria no se detuvo.

En 1923, publicó su obra “Filosofía de la civilización”, en la cual realizó un análisis histórico y estableció que la decadencia de la civilización moderna se debía a la falta de una ética del amor. Propuso la difusión de una filosofía basada en el respeto a la vida, concepto que consideraba debía extenderse a todas las formas de ser vivo.

Dos años después, en 1924, Schweitzer regresó a Lambaréné. A pesar de los obstáculos, reinició la reconstrucción de su antiguo hospital y lo equipó para atender a miles de africanos, incluyendo a unos 300 pacientes con lepra.

Para financiar su proyecto, Schweitzer emprendió viajes a Europa, ofreciendo conciertos y conferencias que comenzaron a reconocer su labor humanitaria. Recibió donaciones y su trabajo fue cada vez más reconocido.

En 1952, Albert Schweitzer recibió el Premio Nobel de la Paz, destinando el dinero íntegramente a su hospital en Lambaréné. Sin embargo, debido a su dedicación a su misión, tuvo que posponer su viaje para recibir el premio hasta finales de 1954.

Schweitzer no solo se destacó como médico y humanitario, sino también como un reconocido pacifista antinuclear. En sus discursos en Oslo en 1958, bajo el título “¿Paz o guerra atómica?”, predijo los efectos inminentes del cambio climático.

Líderes y políticos de todo el mundo buscaron el consejo de Schweitzer y lo visitaron en su misión en Lambaréné. Su humanidad, inteligencia e integridad moral formaron una visión centrada en la idea de reverencia por la vida y el respeto como el principio más alto.

Albert Schweitzer falleció en su hogar, en Lambaréné, en 1965. Su legado y su ejemplo inspirador nos dan esperanzas para creer que un mundo mejor siempre es posible. Su vida se entrelaza con la de otros grandes pensadores que, al igual que él, reflexionaron sobre el valor de la vida, como Friedrich Nietzsche, Fritz Jahr, Aldo Leopold y Rensselaer Potter.

Al igual que Nietzsche, Schweitzer también cuestionó las verdades establecidas y desconfió de los ideales y convicciones impuestos por la sociedad. Reinterpretó la filosofía cristiana y creía que debía trascender los claustros y convertirse en una forma de vida basada en el compromiso y la solidaridad, comprendiendo lo más básico: “Soy un ser vivo y deseo vivir en medio de seres vivos que desean vivir”. Para él, el propósito del ser humano era lograr el respeto y la reverencia por la vida.


EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES