George Cukor, uno de los directores más destacados en la época dorada de Hollywood, llevó una vida llena de contrastes y conflictos, especialmente durante y después de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de dirigir películas icónicas y aclamadas por la crítica como “Mujercitas” y “Historias de Filadelfia”, su carrera en el ejército fue menos brillante. Posteriormente, desafiando las convenciones sociales y superando las adversidades personales, Cukor trazó un camino único, a menudo ocultando su vida privada mientras negociaba con éxito su posición en el mundo del espectáculo. En esta entrada, desentrañaremos la notable vida de Cukor, explorando desde sus días en el ejército hasta su estrategia para sobrevivir y prosperar en una época de intensa persecución.

“George Cukor: La dicotomía entre la vida personal y profesional”
George Cukor, uno de los directores más célebres de Hollywood, con una notable filmografía que incluye producciones destacadas como “Mujercitas” (1933), “Historias de Filadelfia” (1940), “Mujeres” (1939), “Vivir para gozar” (1938) y “Lo que el viento se llevó” (1939), tuvo una particular experiencia durante la Segunda Guerra Mundial. En un tiempo en el que muchos(cin)tas reconocidos se alistaban como oficiales en regimientos especializados en la producción de documentales de guerra, Cukor rompió esta convención al ingresar en el “Signal Corps” como simple soldado raso.
Lo que a simple vista parecía un acto de humildad, Cukor sospechaba que tenía otras connotaciones. A diferencia de otros grandes del cine, como Frank Capra, que dirigía su propia unidad de documentales de guerra, Cukor se encontraba en una posición subordinada, recibiendo órdenes de aquellos que antes habían sido sus técnicos de sonido. Cukor siempre tuvo la sospecha de que la razón detrás de esto era su homosexualidad, un hecho que era conocido en Hollywood y que, al parecer, también estaba documentado en los archivos del FBI dirigido por J. Edgar Hoover, igual de homosexual que Cukor, aunque mucho más sibilino, retorcido y maquiavélico.
Inmediatamente después de la guerra, Cukor, probablemente influenciado por su experiencia militar, decidió introducir marcadas divisiones en su vida. Se impuso restricciones y normas para mantener separada su vida personal de la profesional, como asegurarse de que sus amigos del gremio cinematográfico no tuvieran detalles de su vida privada como homosexual, y viceversa. Las personas que conocía estaban divididas en diferentes círculos y cada uno tenía un horario y un lugar de encuentro específico.
En uno de estos círculos, a los que llamaba los “Olímpicos”, incluía a personalidades famosas del mundo del cine que frecuentemente le visitaban y se alojaban en su lujosa residencia. La otra categoría estaba conformada por sus amigos íntimos, preservado para los hombres con los que mantenía una relación sentimental. Aquí, los encuentros eran más reservados y protegidos del ojo público.
Cukor, consciente de la creciente ola puritana y la paranoia que envolvía a Hollywood en la postguerra, que culminaría en lo que se conoció como “La caza de brujas”, decidió cambiar su estilo de vida, volviéndose más reservado y huraño. A diferencia de los años treinta, cuando su vida promiscua era pública y a menudo salía en la prensa, Cukor decidió recluirse. Evitaba los clubes nocturnos y los lugares públicos, optando por encuentros privados y cenas en su hogar con sus amigos más cercanos. Su casa se convirtió en un santuario, un lugar de convergencia para compañeros de profesión y amigos íntimos, al que acudían regularmente para los famosos “domingos de Cukor”.
Cukor, nacido en el seno de una familia acomodada de Nueva York, era un hombre culto, sofisticado y refinado. Desde temprana edad, demostró su inclinación hacia el arte y el teatro, rama que nunca abandonó y que más tarde trasladó con brillantez al ámbito cinematográfico. Su agudo entendimiento del comportamiento y las emociones humanas, además de su habilidad para dirigir a las actrices, lograron que grandes figuras del cine quisieran trabajar con él.
A Cukor le gustaba estar rodeado de gente y cenar en compañía. Siempre había personas en su casa y si no las había, las invitaba. Los “Domingos de Cukor” se convirtieron en una especie de institución, un día en que su casa estaba abierta a todas sus amistades hollywoodenses y del círculo homosexual de Los Ángeles.
Pese a su éxito y talento, Cukor también tuvo sus luchas personales. Luchó durante años contra su pasión por la comida, que inevitablente estaba vinculada con su constante preocupación por su peso. Cukor, que valoraba la apariencia y la estética, no podía permitirse descuidar su figura.
Su último trabajo al frente de la cámara fue “Ricas y famosas” (1981), una película que, en cierta manera, condensa su vida llena de amistades diversas y relaciones interpersonales intensas.
En la película, dos amigas de la infancia se enfrentan a sus propios demonios mientras luchan por mantener su amistad en un mundo lleno de glamour y éxito, un reflejo adecuado de su propia vida entre los destellos del estrellato y sus íntimos vínculos de amistad.
EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES