La lectura, una actividad que puede desencadenar emociones intensas y abrir caminos infinitos hacia la imaginación, ha sido durante mucho tiempo considerada como una obligación en nuestra sociedad. Sin embargo, la visión del renombrado escritor José Saramago nos invita a replantearnos esta noción arraigada. Según sus palabras, la lectura no debería ser impuesta, sino que debería ser abrazada como una devoción y una pasión personal. En esta exploración, examinaremos el punto de vista de Saramago y su argumento de que la lectura es una elección libre y no una carga impuesta, así como los beneficios de verla como una actividad impulsada por el amor y la pasión.



José Saramago y su visión de la lectura como una actividad de amor


Les voy a exponer una teoría que tengo sobre la lectura que no es muy popular, incluso podría decirse que no es políticamente correcta. Y es que la lectura no es obligatoria.
Leer no es obligatorio.

Puedo preguntarle a un chico, «Mira, ¿y tú por qué no lees?, ¿no te gusta leer?». Y él podrá decir, «No, no me gusta». Y yo le diré, «¿No te das cuenta de lo que te estás perdiendo?». Pero imaginemos que ese chico es un buceador y que me contesta, «¿Y usted no se da cuenta de lo que se está perdiendo por no bucear?».
Y tiene razón.

¿Quiere esto decir que no debamos leer? No, no quiero decir eso, lo que quiero decir es que no vale la pena que se inventen excusas, explicaciones, para algo que está muy claro desde que existe el libro.

La lectura no es ninguna obligación, la lectura es una devoción, es una pasión, es un amor.”

José Saramago



La premisa que José Saramago expone es fundamentalmente sobre la lectura y su carácter no obligatorio. Profundizando en ello, el famoso escritor portugués nos invita a ver la lectura como una elección, una pasión antes que una mera obligación educativa o social, concepto que ocasionalmente es pasado por alto por educadores, bibliotecarios, e incluso padres y madres.

El supuesto de que la lectura es obligatoria a todos se extiende profundamente en países que presumen de una educación sólida y buscan fomentar una sociedad letrada para el aprovechamiento de sus miembros. Y sí, existe un consenso inevitablemente generalizado de que la lectura es beneficiosa, incluso esencial. Desarrolla habilidades cognitivas y lingüísticas, expande perspectivas, inspira la creatividad, incrementa el conocimiento, entre muchos otros múltiples beneficios.

Pero la clave a considerar en Saramago es el énfasis en la lectura como una actividad de libertad, no de imposición. Hay una dimensión del acto de leer que no puede ser forzado o instaurado de forma efectiva: el apego emocional. La lectura, al igual que cualquier otra actividad, puede emitir un placer sin límites si se conecta con la inclinación natural de un individuo. Puede convertirse en una pasión desbordante si coincide con los intereses o si se presenta de manera intrigante y cautivadora.

Si un individuo disfruta de mundos alternativos, los libros de ciencia ficción y fantasía pueden ofrecerle lo que le gusta. Si a alguien le encanta resolver acertijos, los thrillers de misterio pueden ser su pasión. A personas a las que les gustan historias emotivas, encontrarán en las novelas sentido a esa afición. Identificar esas inclinaciones individuales puede marcar un cambio en la forma en que se introduce y se promueve la lectura.

Saramago sugiere que todas las actividades tienen su valor y significado. Bucear, correr, pintar, viajar… todo puede enriquecer la vida de una persona de una forma u otra. En lugar de insistir en que alguien vea la misma riqueza que uno encuentra en la lectura, el mismo Saramago sugiere que podríamos explorar las riquezas que otros encuentran en actividades que disfrutan. Podríamos aprender a bucear para compartir experiencias valiosas con el buceador en vez de mirar con desdén esa actividad por no haber nacido del amor a los libros.

Es este aspecto reflexivo lo que nos anima a considerar la lectura como una actividad de amor, no de deber. Las obligaciones a menudo arrastran con ellas una pesada carga de resistencia, de “tener que hacerlo”. Pero el amor fluye libremente, recogiendo alegría y dedicación a su paso. Y si conseguimos ver la lectura de esta manera -como un acto de amor, de devoción, de elección y pasión- entonces su verdadero valor, su auténtica riqueza, tiene la oportunidad de brillar de la forma más hermosa posible.


EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES