La lectura, ese acto maravilloso de sumergirse en las páginas de un libro y dejar que las palabras cobren vida en nuestra mente, ha sido desde tiempos inmemoriales una fuente inagotable de conocimiento y placer. Sin embargo, a veces nos encontramos con la frustración de olvidar la mayoría de lo que leemos. Nos preguntamos cuál es el propósito de leer si esa información no se queda grabada en nuestra memoria. Sin embargo, como descubrirá en este relato, la verdadera esencia de la lectura no reside en la retención literal de cada palabra, sino en un proceso de transformación más profundo y significativo. Acompáñenos en este viaje donde el agua del río fluye a través de un colador y nos enseña una valiosa lección sobre el poder de la lectura.



Entre las Páginas y a Través del Colador: Limpiando la Mente a través de la Lectura”


Un joven estudiante, lleno de curiosidad y ansias por aprender, siempre tenía a mano un libro. Lo devoraba con una voracidad intensa, sin embargo, un día, mientras miraba a su extensa biblioteca, notó algo que lo desconcertó. Sintió una decepción apagada, como un eco muy lejos. A pesar de haber leído tantos libros, no podía recordar la mayoría de las historias, las enseñanzas y las lecciones de vida que contenían. En las páginas había sabiduría y reflexiones que habían capturado su atención durante la lectura, pero que habían desaparecido de su mente como el humo en el aire.

Abatido, fue a su Maestro. Este anciano venerable, una bóveda viviente de aprendizaje y sabiduría, siempre había tenido una respuesta para sus preguntas, una solución para sus problemas. El joven estudiante le preguntó, “Maestro, he leído innumerables libros, pero parece que la mayoría de ellos se han evaporado de mi mente. ¿Cuál es, entonces, el propósito de la lectura si mi mente no retiene todo lo que aprende?”.

El anciano maestro no respondió de inmediato. En lugar de responder en el acto a la pregunta de su alumno, el Maestro simplemente sonrió y asintió, guardando silencio.

Después de unos días, el Maestro y su joven alumno se encontraron sentados tranquilamente a orillas de un río, admirando el entorno sereno. De repente, el Maestro, con sed, miró un colador viejo y sucio que yacía en la orilla y le dijo a su alumno que le trajera agua usando ese colador. El alumno se quedó perplejo ante la solicitud, sabiendo que era tarea imposible y sin lógica.

Aunque estaba muy confundido, el respeto que tenía por su Maestro anuló su incredulidad, y le hizo intentar la tarea asignada. El alumno sumergió el colador en el río una y otra vez, intentando desesperadamente traer agua a su Maestro. Pero no importaba cuán rápido corriera desde la orilla hasta su Maestro, el agua siempre se deslizaba por los agujeros del tamiz.

Agotado, desestimado y decepcionado consigo mismo, el alumno se sentó junto a su Maestro, admitiendo su fracaso: “Maestro, he fallado en la tarea que usted me encomendó. No puedo traerle agua con ese colador, simplemente es imposible. Le pido disculpas, Maestro”.

El Maestro sonrió dulcemente y negó con la cabeza. “No has fallado”, respondió con serenidad. Y le pidió al alumno que mirara el colador. Ahora brilla, libre de suciedad, impecable. El Maestro explicó: “El agua, que se filtró a través de sus agujeros, lo limpió, y aunque no retuvo el agua, cumplió un propósito diferente pero igualmente importante”.

“De la misma manera”, continuó el Maestro, “cuando lees libros, eres como ese colador y los libros son como el agua del río. Es posible que no recuerdes cada detalle, cada pedazo de sabiduría de los libros que lees, pero esa información fluye a través de ti, dejándote más limpio y despejado.

Los libros, con sus ideas, emociones, conocimientos, y verdades que encontrarás entre sus páginas, limpiarán tu mente y espíritu, te harán más sabio y te ayudarán a evolucionar y aprender. Ese, mi joven aprendiz, es el verdadero propósito de la lectura”.


EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES