En la historia medieval de la Península Ibérica, uno de los monarcas más destacados fue Alfonso VI, quien gobernó los reinos de Castilla y León en un periodo crucial de la consolidación de la corona española. Conocido como “el Bravo”, Alfonso VI se enfrentó a desafíos familiares, conflictos militares y logró importantes conquistas territoriales. Desde su legado en la conquista de Toledo hasta su participación en las batallas de Sagrajas y Uclés, la figura de Alfonso VI dejó una huella significativa en la historia medieval de la región. En esta entrada, exploraremos en detalle la vida, el reinado y el legado de este emblemático rey de Castilla y León.



El legado de Alfonso VI: La conquista de Toledo y su impacto en la historia de España


Alfonso VI de León, conocido como “el Bravo”, nació en el año 1040 o 1041 en un contexto de gran importancia histórica para la Península Ibérica. Era hijo del rey Fernando I y de la reina Sancha de León, y pertenecía a una familia con raíces navarras y castellanas. Sus abuelos paternos eran Sancho Garcés III, rey de Pamplona, y Muniadona, hija de Sancho García, conde de Castilla. Por otro lado, sus abuelos maternos eran el rey Alfonso V de León y la reina Elvira Menéndez.

Desde temprana edad, Alfonso recibió una educación enfocada en las letras de la mano del clérigo Raimundo. Más tarde, cuando se convirtió en rey, nombró a Raimundo como obispo de Palencia y lo consideró su maestro, un hombre noble y temeroso de Dios.

Durante su juventud, Alfonso pasó tiempo en la región de Tierra de Campos, donde aprendió el arte de la guerra y las responsabilidades de un caballero. Allí, junto a Pedro Ansúrez, hijo de Ansur Díaz y sobrino del conde Gómez Díaz de Saldaña, miembros del linaje de los Banu Gómez, adquirió conocimientos y habilidades militares.

En enero de 1066, Alfonso fue coronado rey en la ciudad de León. Sin embargo, tuvo que enfrentarse a la rivalidad y los deseos expansionistas de su hermano Sancho, quien se consideraba el único heredero legítimo de todos los reinos de su padre, Fernando I. Esto desencadenó una guerra entre los tres hermanos, que duró aproximadamente siete años.

El conflicto principal inició en noviembre de 1067 con la muerte de la reina Sancha, madre de los tres hermanos. Se llevó a cabo un juicio de Dios, una práctica jurídica común en esa época, el 19 de julio de 1068 en Llantada. En este juicio, Alfonso y Sancho acordaron que el vencedor obtendría el reino del derrotado. Aunque Sancho resultó victorioso, Alfonso no cumplió con lo acordado. A pesar de esto, las relaciones entre los hermanos se mantuvieron, como evidencia la asistencia de Alfonso a la boda de Sancho con la noble inglesa Alberta el 26 de mayo de 1069. Además, ambos acordaron repartirse el reino de Galicia, que pertenecía al menor de los hermanos, García.

Con la ayuda de Alfonso, Sancho invadió Galicia en 1071 y derrotó a García, quien fue encarcelado en Burgos y luego exiliado a la taifa de Sevilla, gobernada por Al-Mutámid. Tras la eliminación de García, Alfonso y Sancho se autodenominaron reyes de Galicia y firmaron una tregua.

Durante su reinado, Alfonso VI llevó a cabo la conquista de Toledo en 1085, un acontecimiento histórico de gran importancia. Además, se libraron las batallas de Sagrajas y Uclés, donde las fuerzas leonesas y castellanas sufrieron derrotas significativas. En la segunda batalla, perdió la vida el heredero del rey, el infante Sancho Alfónsez.

El 1 de julio de 1109, Alfonso VI falleció en Toledo. Había acudido a la ciudad con el propósito de defenderla de un inminente asalto almorávide y para proclamar a su hija Urraca como heredera en el Reino de León. Sin embargo, su muerte frustró sus planes militares. Su cuerpo fue llevado a la localidad leonesa de Sahagún, donde fue sepultado en el Monasterio de San Benito a finales de julio o principios de agosto, cumpliendo así su última voluntad. Tras su muerte, el trono leonés pasó a su hija Urraca.

Alfonso VI, a lo largo de su vida, desempeñó un papel crucial en la historia de la Península Ibérica. Sus conquistas territoriales, su habilidad diplomática y su legado influyeron en la consolidación de los reinos de Castilla y León, sentando las bases para el futuro de la Corona de España. Su reinado, lleno de conflictos y logros, dejó una profunda huella en la historia medieval de la Península Ibérica.


EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES