En una encrucijada donde el deporte y la dedicación se entrelazan, emergen historias que van más allá de las canchas, desafiando los límites y dejando una huella imborrable en el corazón de quienes las conocen. En este caso, viajamos a Sudán del Sur, una tierra marcada por desafíos implacables y luchas internas, donde el baloncesto se convierte en el catalizador de una transformación extraordinaria. Desde esta tierra castigada por la adversidad, surgen dos nombres que se elevan como faros de esperanza: Manute Bol y Luol Deng. Estos jugadores excepcionales no solo han dejado su marca en la NBA, sino que han levantado la bandera de su país con orgullo, convirtiendo el baloncesto en una herramienta de salvación y emancipación para una nación sedienta de un futuro brillante. Adéntrate en esta fascinante y emocionante historia de superación, amor por la patria y el poder del deporte para inspirar un cambio trascendental.



El legado de Manute Bol y Luol Deng: Superando obstáculos en busca de la libertad a través del baloncesto”


A la izquierda de la imagen se encuentra Manute Bol, el jugador más alto en la historia de la NBA, con una asombrosa estatura de 2,31 metros. Bol pertenecía a la etnia dinka, reconocida como la más alta del mundo. Su bisabuelo, un hombre de 2,39 metros de altura, era polígamo y tenía 150 esposas. Su padre medía 2 metros 21 de altura, mientras que su madre alcanzaba los 2 metros 06. Ganándose la admiración del público estadounidense, Bol se convirtió en una atracción en los años 80 y 90.

Durante los primeros 15 años de su vida, Bol residía en un pequeño pueblo donde pastoreaba vacas y enfrentaba a leones para proteger a sus animales. Sin embargo, una vez que se convirtió en jugador de baloncesto, asumió la responsabilidad de mantener a casi 200 miembros de su extensa familia. No obstante, su carrera como deportista no sería su única contribución destacada, ya que Bol también se involucró activamente en la lucha por la independencia de su país de origen, Sudán del Sur. Se estima que donó alrededor de 90 millones de dólares de su propio patrimonio para la construcción de carreteras, hospitales y escuelas. Lamentablemente, falleció a los 47 años, enfermo y sin recursos económicos. En su lecho de muerte, expresó su orgullo por haber entregado su vida en pos de su nación.

A la derecha de la fotografía se encuentra Luol Deng, también originario de Sudán del Sur y reconocido por su destacada trayectoria en la NBA, donde jugó durante 14 temporadas hasta 2019. Deng tuvo sus inicios en el baloncesto cuando era niño, mientras vivía junto a su familia en un campo de refugiados en Egipto. Fue el propio Manute Bol quien lo inspiró a dedicarse al baloncesto, tras contarle sobre las escuelas de baloncesto que había fundado en África para acercar este deporte a los niños del continente. Deng se siente en deuda con Bol, ya que gracias a él pudo forjar una exitosa carrera profesional y, lo más importante, mantener vivo su amor por su país natal, del cual ha estado separado durante 30 años debido a la guerra.

Tristemente, Bol falleció en 2010 sin poder presenciar el reconocimiento oficial de la independencia de Sudán del Sur en 2011. Sin embargo, su legado dejó una profunda huella en Deng. Fue en ese mismo momento histórico que Deng tomó una decisión trascendental: fundar la federación de baloncesto de Sudán del Sur, promoviendo este deporte como una herramienta de emancipación y esperanza para los jóvenes. Su objetivo era crear una selección nacional de baloncesto, tal como su querido mentor había soñado.

En febrero, el equipo nacional de baloncesto de Sudán del Sur logró clasificar por primera vez en su corta historia para la Copa Mundial de Baloncesto. Este hito se convirtió en un logro sin precedentes para un equipo africano. A partir de este logro, aseguraron su participación en los próximos Juegos Olímpicos de París 2024.

Este milagro no habría sido posible sin el esfuerzo de estos jugadores, quienes han vivido en el extranjero debido a las difíciles circunstancias que les ha tocado enfrentar. Sus vidas han estado plagadas de historias trágicas, pues muchos de ellos son huérfanos y algunos incluso vieron Sudán del Sur por primera vez en febrero, cuando 10.000 personas los recibieron en el aeropuerto como auténticos héroes para celebrar su clasificación al Mundial. Lágrimas de emoción recorrieron sus rostros mientras descendían del avión.

Es importante destacar que este milagro deportivo solo se hizo realidad gracias al sacrificio y dedicación de dos hombres excepcionales como Manute Bol y Luol Deng, quienes entregaron sus vidas en nombre de su país y canalizaron su amor por Sudán del Sur a través del baloncesto.

Sudán del Sur, considerado uno de los países más pobres y azotados por adversidades en el planeta, con altos índices de mortalidad infantil y donde la población vive con menos de 1,90 euros al día, logrará participar en los Juegos Olímpicos. A través del deporte del baloncesto, alzarán su voz ante el mundo para pedir ayuda y mostrar que su lucha está lejos de terminar.Esta historia de superación, resiliencia y esperanza ejemplifica el poder del deporte como una fuerza unificadora y transformadora en situaciones adversas.

Manute Bol y Luol Deng dejaron un legado imborrable en el baloncesto y en la lucha por la libertad y el desarrollo de su país. Su historia nos recuerda que, incluso en los momentos más oscuros, el deporte puede ser un faro de esperanza y un catalizador para el cambio.


EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES