En algún lugar remoto de la vastedad del cosmos, en la década de 1950, dos pequeñas vidas caninas marcaron un hito sin precedentes en la historia de la exploración espacial. Dezik y Tsygan, dos intrépidas perritas de Moscú, se convirtieron en las primeras en atreverse a desafiar la gravedad terrestre y aventurarse más allá de los confines de nuestro mundo. A bordo de una cápsula presurizada, lanzadas al espacio en la punta de un cohete R-V1, estas valientes viajeras experimentaron momentos de ingravidez y contemplaron nuestro planeta desde una perspectiva que solo unos pocos afortunados han tenido el privilegio de ver. Pero su historia no se trata solo de conquistar nuevos horizontes, sino de la valentía y tenacidad de aquellos animales dispuestos a abrir camino para la era de la exploración espacial.



De la Tierra a las estrellas: Los primeros perros en aventurarse al espacio


En la década de 1950, la carrera espacial estaba en pleno apogeo y la Unión Soviética buscaba demostrar su superioridad tecnológica enviando seres vivos al espacio. En este contexto, Dezik y Tsygan, dos perras de Moscú, se convirtieron en los primeros perros en realizar un vuelo espacial.

Dezik y Tsygan fueron seleccionadas por investigadores de la Academia Soviética de Ciencias a principios de la década de 1950. Estas dos hembras se convirtieron en los primeros animales en viajar al espacio y regresar sanos y salvos.

El 15 de agosto de 1951, Dezik y Tsygan fueron cargadas en una cápsula presurizada y lanzadas al espacio a bordo de un cohete R-V1, que era una versión soviética del famoso misil balístico alemán V-2. El objetivo de este vuelo era estudiar los efectos de la ingravidez en organismos vivos.

Durante el vuelo, Dezik y Tsygan alcanzaron una altitud de 110 kilómetros, aproximadamente 68 millas, lo que las situó en los límites cercanos al espacio exterior. Durante unos cuatro minutos, las perras experimentaron la ingravidez mientras la cápsula se movía por el espacio.

Tras esos minutos de ingravidez, la cápsula de Dezik y Tsygan inició su descenso a la Tierra, utilizando un paracaídas para un aterrizaje seguro. Ambas perras resultaron ilesas y regresaron a salvo a la superficie terrestre.

Sin embargo, la alegría se vio empañada cuando Dezik murió una semana después de su segundo vuelo espacial. En esta ocasión, Dezik voló junto a otra perra llamada Lisa, pero desafortunadamente, el paracaídas de su cápsula no se desplegó correctamente, provocando su fallecimiento. Esta tragedia subrayó los peligros a los que se enfrentaban los animales en estos experimentos pioneros.

Tras la muerte de Dezik, Tsygan fue adoptada por el físico soviético Anatoli Blagonravov, quien la convirtió en su mascota familiar. Tsygan vivió el resto de su vida en un ambiente hogareño, lejos de los peligros del espacio exterior, y se convirtió en un símbolo de los primeros logros de la Unión Soviética en la carrera espacial.

El vuelo de Dezik y Tsygan marcó un hito significativo en la historia de la exploración espacial. Demostró que era posible enviar seres vivos al espacio y recuperarlos con vida, allanando el camino para futuras misiones con astronautas humanos. Estos perros valientes abrieron las puertas a la exploración espacial y contribuyeron al desarrollo de la ciencia y la tecnología espacial.

En definitiva, los vuelos espaciales de Dezik y Tsygan fueron un logro destacado de la Unión Soviética en la carrera espacial. Aunque Dezik trágicamente perdió la vida en su segundo vuelo, Tsygan pudo disfrutar de una vida plena como mascota familiar.

Estos valientes animales dejaron una huella imborrable en la historia de la exploración espacial y demostraron que era posible enviar seres vivos al espacio y traerlos de vuelta sanos y salvos.



Nota:

Laika en 1957

Pero la primera órbita completa de la Tierra de un ser vivo fue realizada por Laika, un pequeño perro mestizo recogido de la calle y enviado en el Sputnik 2 soviético el 3 de noviembre de 1957, en un contenedor de metal. Según los responsables, eligieron una perra en vez de un perro porque las hembras no tienen que levantar una pata para orinar, por lo que necesitan menos espacio que los machos de cara al diseño de la cápsula. También eligieron un perro callejero por ser ‘más ingeniosos y exigentes’.


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