En la antigua Roma, el verano era una época llena de actividades y extravagancias. Uno de los destinos de veraneo más populares era la ciudad costera de Bayas, donde los ricos y poderosos construían sus espléndidas residencias de verano. Bayas ofrecía un escape del calor sofocante de la ciudad, brindando a sus visitantes la oportunidad de disfrutar de las magníficas termas, indulgentes banquetes y fiestas interminables. En este contexto, la vida romana en verano era sinónimo de lujo, excesos y entretenimiento, con espectáculos públicos y actividades diseñadas para aliviar el calor y garantizar una estación estival inolvidable. Sumérgete en el mundo romano durante el verano y descubre la fascinante historia que se esconde detrás de estas residencias estivales y sus extravagantes habitantes.





“Clima y arquitectura romana: Descubriendo el verano en la antigua Roma”
El verano en la antigua Roma era una época particularmente desafiante debido al intenso calor y la prevalencia de enfermedades transmitidas por mosquitos, como la fiebre palúdica, debido a la presencia de terrenos pantanosos y insalubres. Esta combinación llevaba a muchos ciudadanos romanos a huir de la ciudad y residir temporalmente en lugares más saludables y con un clima más ameno.
Los ciudadanos más adinerados tenían la posibilidad de poseer segundas residencias en distintas regiones adaptadas para cada estación del año. Una de las zonas de veraneo más populares durante la época imperial era la ciudad de Bayas, ubicada en la costa de Campania, al noroeste del golfo de Nápoles. En el siglo I a.C., Pompeyo limpió la costa de piratas, lo que llevó a los patricios romanos a construir sus residencias de verano en esta zona.
Bayas se convirtió en un refugio favorito para los futuros emperadores debido a sus aguas termales naturales ricas en azufre, su clima excepcional y su hermoso paisaje. Desde el emperador César Augusto hasta Calígula, Claudio, Nerón y Adriano, muchos emperadores encontraron en Bayas un lugar para descansar lejos de las responsabilidades y el ambiente agitado de Roma. La ciudad se convirtió en un símbolo de ostentación para la élite romana, con sus termas, acuarios, piscifactorías, villas y edificios decorados con impresionantes mosaicos, frescos y réplicas de esculturas griegas. La Piscina Mirabilis, con capacidad para trece mil metros cúbicos de agua, se destacaba como la cisterna más grande del imperio.
Sin embargo, Bayas también ganó una reputación por su vida desenfrenada y pecaminosa. Las fiestas nocturnas abundaban, el vino corría a raudales y los excesos de todo tipo eran la norma. Los burdeles proliferaban y los banquetes opulentos eran habituales, lo que llevó a que la ciudad recibiera el sobrenombre de “Bayas, la ciudad del pecado”. Por el puerto de la ciudad, solo se encontraban personas ebrias apenas capaces de mantenerse en pie, y las fiestas estaban presentes en todo momento.
Sin embargo, no todos los romanos tenían los medios para escapar de la ciudad en busca de lugares más frescos durante el verano. Para aquellos que no podían permitirse unas vacaciones, existía la opción de buscar alivio en los ríos que se encontraban en todo el imperio romano. Además, al construir sus casas, los romanos tenían en cuenta la climatología y ubicaban las habitaciones de manera que estuvieran protegidas del intenso calor veraniego y, al mismo tiempo, permitieran la entrada de corrientes de aire a través de ventanas para refrescar el ambiente.
Las casas más grandes tenían triclinios dedicados específicamente al verano o al invierno, según la orientación de la casa. Los triclinios de primavera y otoño se orientaban hacia el este para disfrutar de una temperatura más agradable, mientras que los triclinios de verano se orientaban hacia el norte para evitar el calor intenso. Los triclinios de verano ubicados en los jardines estaban rodeados de exuberante vegetación y fuentes de agua, lo que proporcionaba un ambiente más fresco para disfrutar de cenas con invitados y familiares.
Durante el verano, los niños no asistían a clases formales, ya que muchas veces se llevaban a cabo en las calles. Cuando el calor apretaba, los niños no prestaban atención a las lecciones de sus maestros. Iniciaban sus vacaciones en julio y estas se prolongaban hasta principios de octubre. Para hacer más llevaderas las tardes calurosas, era común tomar un descanso y una siesta.
Los romanos empleaban esclavos o esclavas para ventilar constantemente el aire con abanicos hechos de plumas. Durante el verano, las puertas de las habitaciones se dejaban abiertas y muchas veces se dormía en el peristilo de la casa, donde el aire era refrescado por fuentes de agua cercanas. A pesar del intenso calor, la asistencia a los espectáculos públicos, que se celebraban durante las numerosas festividades del calendario romano, no disminuía.
En los anfiteatros se instalaban toldos que podían desplegarse en caso de lluvia o demasiado sol. Algunas casas contaban con piscinas en sus jardines, donde la familia e invitados podían refrescarse en los días de intenso calor. Además, era común añadir nieve o hielo a las bebidas para mantenerlas frías. Incluso se construían pozos de nieve en ciertos lugares de la ciudad, donde se almacenaba nieve traída de las montañas, lo que permitía conservar alimentos y refrescar las bebidas durante el calor del verano.
Los ciudadanos menos afortunados encontraban alivio en los baños públicos o en los ríos cercanos, y bebían agua de las numerosas fuentes públicas distribuidas por toda la ciudad. Roma llegó a contar con más de mil fuentes en su apogeo.
En resumen, el verano en la antigua Roma era un momento difícil debido al intenso calor y las enfermedades. Los ciudadanos más adinerados escapaban de la ciudad y se refugiaban en lugares como Bayas, donde podían disfrutar de instalaciones de lujo y excesos desenfrenados. Sin embargo, aquellos que no podían permitirse unas vacaciones buscaban formas de refrescarse, ya sea en ríos, baños públicos o mediante la construcción de pozos de nieve.
Los romanos también adaptaban sus casas para sobrellevar el calor, encontrando formas de mantenerse frescos y disfrutar del verano romano.
EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES