La visión estereotipada de la Prehistoria como una era marcada por la crueldad, la brutalidad y la lucha despiadada por la supervivencia está siendo desafiada por descubrimientos arqueológicos reveladores. A medida que profundizamos en el estudio de las antiguas sociedades, nos percatamos de que existía un lado humano y compasivo en estas comunidades milenarias. La emergente disciplina de la “Bioarqueología de los cuidados” nos brinda una nueva perspectiva, mostrándonos que las personas con necesidades especiales y limitaciones físicas eran atendidas, alimentadas y protegidas en la Prehistoria. Estos hallazgos rompen con los prejuicios establecidos y nos llevan a cuestionar nuestras concepciones sobre el pasado. En este artículo, exploraremos las evidencias de cuidado y compasión en el pasado prehistórico, revelando una imagen más matizada y reconfortante de las antiguas sociedades.



LA TERNURA EN LA PREHISTORIA: EVIDENCIAS DE CUIDADO Y COMPASIÓN


En los últimos años, las investigaciones arqueológicas nos han proporcionado una visión más matizada y precisa de las antiguas sociedades prehistóricas. Lejos de la representación estereotipada de una vida salvaje y despiadada, se ha descubierto evidencia de que las comunidades prehistóricas mostraban cuidado y compasión hacia sus miembros más vulnerables. A través de la emergente disciplina de la “Bioarqueología de los cuidados” o “Arqueología de la ternura”, se ha revelado que las personas con necesidades especiales y limitaciones físicas eran atendidas, alimentadas y protegidas, desafiando así nuestras percepciones tradicionales de la Prehistoria.

Uno de los ejemplos más destacados es el caso de Nandy, conocido como Shanidar I, un neandertal que vivió hace aproximadamente 40,000 años. A pesar de padecer parálisis en una pierna y un brazo, además de ser sordo y ciego de un ojo, Nandy sobrevivió gracias a la ayuda y el cuidado de su tribu durante más de 40 años. Esta longevidad es significativa en el contexto neandertal y demuestra que la comunidad se hacía cargo de sus miembros más frágiles.

Otro caso emblemático es el de “El viejo” (La Chapelle-aux-Saints 1), otro neandertal que perdió la mayoría de sus dientes. Los investigadores sugieren que la comunidad se encargaba de masticar su comida para garantizar que pudiera alimentarse adecuadamente. Estos ejemplos revelan una preocupación constante por la nutrición y bienestar de los miembros más vulnerables.

La evidencia también abarca a nuestra propia especie. Romito 2, un individuo de hace aproximadamente 12,000 años, sufría de displasia acromesomélica, una enfermedad rara que afecta a menos de un caso por cada dos millones. Con piernas cortas que dificultaban su movilidad, brazos retorcidos que le impedían manejar armas y una estatura reducida, Romito 2 no fue abandonado, sino que la tribu se encargó de cubrir sus necesidades hasta su muerte a los 20 años, brindándole un entierro digno como al resto de la comunidad.

La investigación ha revelado incluso evidencias de cuidado hacia los más jóvenes. Hace poco, se publicó en la revista Nature el caso confirmado más antiguo de síndrome de Down, datado hace 5.500 años en Irlanda. Este bebé fue amamantado y cuidado hasta los 6 meses de edad, momento en el que lamentablemente falleció. Su entierro en un monumento megalítico indica que fue honrado y considerado parte integral de la comunidad.

En Vietnam, hace unos 4,000 años, se descubrió el enterramiento número 9 en el yacimiento de Man Bac. El individuo en cuestión padecía el síndrome de Klippel-Feil, una enfermedad congénita que provoca la fusión de los huesos de la columna vertebral, causando parálisis y dolores intensos. A pesar de su tetraplejía a los 10 años, sobrevivió durante una década más. Los restos óseos de las personas enterradas junto a él evidenciaban signos de desnutrición, lo que indica que, a pesar de la escasez de alimentos, la comunidad siempre se aseguraba de proporcionar para los miembros más vulnerables.

Estos casos, documentados por la investigadora australiana Lorna Tilley, sugieren que las sociedades prehistóricas valoraban a todos sus miembros y que brindar asistencia a los más necesitados era la norma. Si bien la vida en la Prehistoria podía ser dura y desafiante, la evidencia de cuidado y compasión contradice la imagen tradicional de brutalidad y salvajismo. Nos muestran una faceta más humana y solidaria de nuestras antiguas sociedades.

En resumen, las investigaciones en la disciplina de la “Bioarqueología de los cuidados” han revelado evidencias sólidas de que en la Prehistoria existía una preocupación constante por aquellos que eran considerados más vulnerables. El cuidado y la compasión hacia personas con discapacidades y limitaciones físicas eran una parte integral de la vida comunitaria.

Estos hallazgos desafían nuestras concepciones preconcebidas y nos llevan a repensar la forma en que percibimos a las sociedades del pasado.


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