En los deslumbrantes lances de poder y ambiciones desenfrenadas del Imperio Romano, un nombre resuena con fuerza: Septimio Severo. Este intrépido emperador romano se alzó en medio de la crisis del siglo III, enfrentando una competencia feroz y despiadada. Entre sus enemigos más formidables se encontraba Clodio Albino, cuyo destino se selló en una encarnizada batalla en Lugdunum. A medida que la historia se desenvuelve, descubriremos las ardientes rivalidades, las estrategias implacables y las consecuencias trascendentales que trajeron consigo estos enfrentamientos. Sumérgete en este período turbulento y acompaña a Severo en su audaz misión por establecer su dominio y fundar la última dinastía romana antes del advenimiento de la cruenta crisis del siglo III.




El legado de Septimio Severo: La eliminación de sus competidores y la estabilidad en el Imperio Romano


Septimio Severo, uno de los emperadores romanos más destacados de la historia, se enfrentó a una dura competencia durante el año de los cinco emperadores en el 193 d.C. Su objetivo era derrotar a sus rivales más poderosos y consolidar su dominio sobre el Imperio Romano.

En ese periodo, Severo ofreció a Clodio Albino la posición de césar con la esperanza de primero derrotar a otro de sus rivales, Pescenio Níger. Después de lograr una victoria en Oriente contra Níger, a Severo solo le quedaba enfrentarse a un último competidor para asegurar su gobierno en solitario.

Fue en el año 197 d.C., en la ciudad de Lugdunum (hoy en día Lyon, Francia), donde tuvo lugar una batalla encarnizada entre las fuerzas de Severo y Albino. Aunque las cifras exactas de la batalla puedan haber sido exageradas en los relatos históricos, es innegable que fue una de las mayores batallas libradas entre las legiones romanas. Un historiador del siglo III describe estos acontecimientos de la siguiente manera:

“El ejército de Severo saqueó Lugdunum y la incendió. Capturaron a Albino y le decapitaron, presentando su cabeza a Severo. Así, el ejército de Severo logró levantar dos enormes trofeos, uno en Oriente y otro en el Norte. Estos eventos hicieron imposible comparar las batallas y victorias de Severo con cualquier otra. Es cierto que las batallas de César contra Pompeyo, donde ambos bandos contaban con ejércitos romanos, fueron notables, al igual que las de Augusto contra Antonio y los hijos de Pompeyo, así como las acciones previas de Sila y Mario. Sin embargo, en el caso de Severo, un solo hombre fue capaz de derrocar a tres emperadores ya establecidos en el poder. Este fue el trágico destino de Albino después de haber disfrutado brevemente de una funesta dignidad” (Herodiano, Historia del Imperio romano III.7.7-8).

Es evidente que Severo enfrentaba una competencia extraordinaria, ya que su victoria sobre Didio Juliano, Pescenio Níger y Clodio Albino le permitió establecer y consolidar su dinastía, en parte, antes de la crisis del siglo III.

La caída de Albino fue un hito crucial en la carrera de Severo, ya que le permitió asegurar su dominio sobre el Imperio Romano. Sin embargo, este no fue el único desafío al que se enfrentó durante su reinado. Severo también tuvo que hacer frente a la amenaza de invasiones externas y a la creciente inestabilidad interna del imperio.

Uno de los mayores desafíos que Severo tuvo que enfrentar fue la incursión de los partos en Oriente. Durante su campaña en la región, Severo emprendió una serie de campañas militares exitosas que consolidaron su control en la zona y le aseguraron el apoyo de las legiones orientales.

Además, Severo también se enfrentó a rebeliones en las provincias occidentales del imperio, como la de Clodio Albino en Galia y la de Pescenio Níger en África. Estas rebeliones fueron sofocadas con éxito por Severo y le permitieron fortalecer su posición como emperador.

Severo gobernó con mano dura y tomó medidas enérgicas para mantener la estabilidad y el orden en el imperio. Implementó reformas administrativas, militares y judiciales para fortalecer la autoridad central del imperio y asegurar la lealtad de los diversos estamentos de la sociedad romana.

Además de sus logros militares y políticos, Severo también dejó un legado duradero en el ámbito cultural. Durante su reinado, promovió el patrocinio de las artes y la literatura, apoyando a escritores y filósofos de renombre como Tertuliano y Herodiano. Esta época de mecenazgo cultural contribuyó al florecimiento de la literatura y el pensamiento romano.

En resumen, Septimio Severo, a través de su determinación y éxito en la eliminación de sus competidores, logró establecer su dominio sobre el Imperio Romano durante la crisis del siglo III. Su victoria sobre Clodio Albino, así como sobre otros emperadores rivales, sentó las bases para la consolidación de su dinastía. Severo dejó un legado duradero tanto en el ámbito militar y político como en el cultural, y su reinado fue un hito significativo en la historia del Imperio Romano.


EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES