En un rincón olvidado de una pequeña aldea, habitaba un labrador tan pobre que la miseria parecía tejerse en cada hilo de su vida. Sin embargo, en la penumbra de sus lamentos, una chispa de esperanza brilló cuando un enigmático enanito cruzó su camino. Con un don extraordinario en sus manos, aquel ser diminuto le entregó una gallina mágica, capaz de poner huevos de oro. Con cada nuevo tesoro dorado, el labrador pasó de la pobreza a la opulencia, pero el brillo del oro no cegó únicamente sus ojos, sino también su corazón. Así, en su incontrolable avaricia, se perdió la fortuna y la enseñanza que la gallina siempre quiso compartir. Sumérgete en esta fábula cautivadora que nos recuerda la fragilidad de la codicia y cómo, a veces, la verdadera riqueza va más allá del metal precioso.
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LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO. (Fábula).
Érase un labrador tan pobre, tan pobre, que ni siquiera poseía una vaca.
Era el más pobre de la aldea. Y resulta que un día, trabajando en el campo y lamentándose de su suerte, apareció un enanito que le dijo:
- Buen hombre, he oído tus lamentaciones y voy a hacer que tu fortuna cambie. Toma esta gallina; es tan maravillosa que todos los días pone un huevo de oro.
El enanito desapareció sin más ni más y el labrador llevó la gallina a su corral.
Al día siguiente, ¡oh sorpresa!, encontró un huevo de oro. Lo puso en una cestita y se fue con ella a la ciudad, donde vendió el huevo por un alto precio. Al día siguiente, loco de alegría, encontró otro huevo de oro.
¡Por fin la fortuna había entrado a su casa! Todos los días tenía un nuevo huevo.
Fue así que poco a poco, con el producto de la venta de los huevos, fue convirtiéndose en el hombre más rico de la comarca.
Sin embargo, una insensata avaricia hizo presa su corazón y pensó: ¿Por qué esperar a que cada día la gallina ponga un huevo? Mejor la mato y descubriré la mina de oro que lleva dentro.
Y así lo hizo, pero en el interior de la gallina no encontró ninguna mina.
*Moraleja: A causa de la avaricia tan desmedida que tuvo, este tonto aldeano malogró la fortuna que tenía.
Autor: atribuida a (Esopo) fué un “fabulista” de la Antigua Grecia.
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