¡Adéntrate en un mundo de batallas épicas, ambiciones desenfrenadas y transformaciones culturales! El período Sengoku de Japón, una era en la que el país entero se vio sumergido en una vorágine de conflictos y luchas por el poder, es una fascinante ventana hacia un pasado repleto de héroes y rivalidades. Desde las brillantes armaduras samuráis hasta las refinadas ceremonias del té, este período histórico dio forma a la identidad de Japón de una manera única y cautivadora. Prepara tu espada y sumérgete en esta apasionante travesía a través del tumultuoso período Sengoku.



El legado del período Sengoku: Unidad y transformaciones en la sociedad japonesa.
El período Sengoku fue una de las épocas más turbulentas y fascinantes de la historia de Japón. Durante más de un siglo, el país se vio envuelto en una serie de guerras civiles entre los señores feudales, conocidos como daimyō, que aspiraban a dominar el territorio y a someter a sus rivales. El nombre de Sengoku significa “país en guerra”, y se inspira en una etapa similar de la historia china, llamada “época de los Reinos Combatientes”. En este artículo, vamos a explorar las causas, los acontecimientos y las consecuencias de este período tan convulso y trascendental.
Las causas del período Sengoku
El período Sengoku se suele situar entre el final del período Muromachi (1338-1573) y el comienzo del período Edo (1603-1868), aunque no hay un consenso claro sobre las fechas exactas. Algunos historiadores consideran que el inicio del período Sengoku fue la guerra de Ōnin (1467-1477), un conflicto que enfrentó a dos clanes poderosos, los Yamana y los Hosokawa, por la sucesión del shogunato Ashikaga, el gobierno militar que regía Japón desde 1338. La guerra de Ōnin se extendió por todo el país y provocó el debilitamiento del shogunato, que perdió el control efectivo sobre las provincias. Otras fuentes sitúan el comienzo del período Sengoku en 1493, cuando el shogun Ashikaga Yoshimasa abdicó en favor de su hijo Yoshihisa, lo que desencadenó una lucha por el poder entre los partidarios de este y los de su hermano Yoshitane.
El shogunato Ashikaga había establecido un sistema feudal basado en la designación de shugo daimyō, o gobernadores militares, para cada una de las provincias o kuni que componían Japón. Estos shugo daimyō debían lealtad al shogun y tenían la autoridad para recaudar impuestos, administrar la justicia y movilizar tropas. Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos de ellos se volvieron más independientes y ambiciosos, y empezaron a expandir sus dominios mediante la conquista o la alianza con otros señores locales. Estos señores locales eran conocidos como shugodai (delegados del shugo daimyō), kokujin (terratenientes) o sengoku daimyō (señores de la guerra). Los sengoku daimyō eran los más poderosos y belicosos, y contaban con ejércitos formados por samuráis, los guerreros profesionales que seguían un código de honor llamado bushidō. Los samuráis servían a sus señores a cambio de tierras, dinero o prestigio, y estaban dispuestos a morir por ellos en el campo de batalla.

Los acontecimientos del período Sengoku
El período Sengoku se caracterizó por una sucesión de guerras entre los distintos daimyō por el control del territorio. Algunas de las batallas más famosas fueron las siguientes:
- La batalla de Kawanakajima (1553-1564): fue una serie de cinco enfrentamientos entre los clanes Takeda y Uesugi por el dominio de la provincia de Shinano. La más sangrienta fue la cuarta batalla, en 1561, en la que participaron unos 20.000 hombres por cada bando. El resultado fue indeciso, pero ambos líderes, Takeda Shingen y Uesugi Kenshin, se ganaron el respeto mutuo por su valor y estrategia.
- La batalla de Okehazama (1560): fue una emboscada que realizó Oda Nobunaga contra Imagawa Yoshimoto, que pretendía invadir la provincia de Owari con un ejército de 25.000 hombres. Nobunaga aprovechó una tormenta para atacar por sorpresa con solo 3.000 hombres al campamento de Imagawa, que estaba celebrando su avance. Nobunaga logró matar a Imagawa y dispersar a sus tropas, lo que le permitió consolidar su poder en la región central de Japón.
- La batalla de Sekigahara (1600): fue el enfrentamiento decisivo que puso fin al período Sengoku y determinó el inicio del período Edo. En ella se enfrentaron los partidarios de Tokugawa Ieyasu, que había sido nombrado regente por el último shogun Ashikaga, y los de Ishida Mitsunari, que defendía los derechos del joven emperador Go-Yōzei. La batalla fue una de las más grandes de la historia de Japón, con unos 160.000 combatientes en total. Tokugawa Ieyasu salió victorioso gracias a la traición de algunos aliados de Ishida, y se convirtió en el primer shogun del período Edo.

Además de las guerras, el período Sengoku también fue testigo de importantes cambios culturales y sociales. Por un lado, se produjo la llegada de los primeros europeos a Japón, que introdujeron el cristianismo, las armas de fuego y el comercio. Los misioneros jesuitas, encabezados por Francisco Javier, lograron convertir a algunos daimyō y a miles de japoneses al cristianismo, lo que generó tensiones con el budismo, la religión predominante. Las armas de fuego, traídas por los portugueses, tuvieron un gran impacto en las tácticas militares, ya que permitían disparar a distancia y romper las formaciones enemigas. El comercio con los europeos también favoreció el desarrollo económico y la circulación de bienes y personas.
Por otro lado, se desarrollaron diversas formas de arte y cultura influenciadas por el budismo zen, una escuela que enfatiza la meditación y la iluminación. El zen tuvo una gran influencia en los samuráis, que lo adoptaron como una forma de disciplina mental y espiritual. El zen también inspiró la creación de la ceremonia del té, una práctica ritual que consiste en preparar y servir té verde en polvo (matcha) siguiendo unos pasos precisos. La ceremonia del té refleja los principios estéticos del zen, como la simplicidad, la armonía y la atención plena. Otros ejemplos de arte zen son la caligrafía, la pintura, la poesía y la arquitectura.

Las consecuencias del período Sengoku
El período Sengoku terminó con la unificación de Japón bajo el gobierno del shogunato Tokugawa, que duró hasta 1868. El shogunato Tokugawa estableció un sistema político centralizado y jerárquico, basado en el control de los daimyō y el aislamiento del exterior. Los daimyō debían residir alternativamente en Edo (la capital del shogunato) y en sus dominios, lo que limitaba su autonomía y sus posibilidades de rebelión. El shogunato también prohibió el cristianismo y restringió el comercio con los extranjeros a unos pocos puertos autorizados. Estas medidas tenían como objetivo preservar la paz y el orden interno, así como evitar la influencia extranjera.
El período Sengoku dejó una profunda huella en la historia y la cultura de Japón. Por un lado, fue una época de violencia y sufrimiento para la población, que tuvo que soportar las constantes guerras, las hambrunas, las epidemias y las revueltas. Por otro lado, fue una época de innovación y creatividad para los daimyō y los samuráis, que demostraron su valor y su ingenio en el campo de batalla. El período Sengoku también fue una época de apertura y diversidad para el arte y la cultura, que se enriquecieron con las influencias extranjeras y las expresiones zen. El período Sengoku es sin duda uno de los más interesantes y complejos de la historia japonesa.
EL CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES