En las profundidades de un bosque donde los colores del otoño pintan un lienzo de ensueño, nacen melodías que dan vida a las hojas caídas. Aquí, entre árboles centenarios y criaturas de leyenda, surge una banda de músicos, los Follistélicos, cuyas canciones no solo encantan a quienes las escuchan, sino que también guardan los secretos más antiguos de la magia natural. Su historia es un canto a la naturaleza, a la unión y al poder transformador de la música.

Ecos Místicos: Eolus y los Follistélicos
En un bosque encantado, donde los árboles tenían ramas que acariciaban el cielo y las hojas caídas formaban un tapiz de colores, vivía una singular banda de músicos: Los Follistélicos.
Los Follistélicos eran criaturas hechas de hojas otoñales que cobraban vida con la magia del bosque. Cada otoño, cuando las hojas se desprendían de los árboles y el suelo se cubría con una alfombra de tonos dorados, rojos y marrones, algunos de estos fragmentos de la naturaleza se transformaban en seres vivos.
El líder de la banda era Liro, una hoja amarilla dorada que tocaba el chelo con pasión y delicadeza. A su lado estaba Ocre, con su brillante hoja rojiza, quien hacía bailar a todo el bosque con el sonido de su banjo. El tercero era Áureo, una hoja de un amarillo luminoso, que con su guitarra contaba historias de amores y aventuras. Y finalmente, estaba Virelai, el percusionista, cuyo cuerpo de hoja marrón creaba ritmos con cajas y tambores.
La música de Los Follistélicos era tan mágica que las criaturas del bosque se congregaban para escucharlos cada vez que tocaban. Los animales, desde los más pequeños insectos hasta los majestuosos ciervos, se reunían en claros iluminados por la luna para bailar y celebrar.
Una noche, mientras tocaban una melodía particularmente emotiva, una mariposa dorada se acercó a la banda. Era Celestia, la guardiana de la magia del bosque, quien había sido atraída por la música.
- Vuestra música ha tocado mi corazón – dijo Celestia -. Deseo otorgaros un don especial. Al terminar cada actuación, podéis pedir un deseo y yo lo haré realidad.
Los Follistélicos, emocionados, decidieron pedir que su música pudiera ser escuchada más allá del bosque. Celestia, con un movimiento de sus alas, dispersó notas musicales doradas que volaron hacia todos los rincones del mundo.
Así, cada otoño, mientras las hojas caen y los Follistélicos tocan, su música se escucha en todas partes, llevando alegría y magia, recordándonos la belleza del cambio y la magia que se esconde en cada rincón de la naturaleza.
Y aunque muchos no han visto nunca a estos músicos hechos de hojas, sus melodías nos hablan de un bosque encantado, de noches mágicas bajo la luna y de un mundo donde todo es posible si se cree en la magia.
A medida que la fama de Los Follistélicos crecía, seres de otros reinos mágicos venían al bosque para escuchar su música. Las sirenas de los ríos cercanos, los grifos que surcaban el cielo y hasta las hadas de las montañas, todos eran atraídos por las melodías de la banda.
Una tarde, un joven druida llamado Eolus, con una capa tejida con hilos de luna, se presentó ante ellos. Con una flauta hecha de una rama de sauce en sus manos, pidió unirse a la banda. Su música tenía el poder de convocar vientos y tormentas. Juntos, crearon una sinfonía que podía hacer que las estrellas danzaran y que los ríos cambiaran su curso.
El bosque se convirtió en un punto de encuentro para todos los seres mágicos, y junto con la música de Los Follistélicos y Eolus, se celebraban festivales que duraban días. Durante estos festivales, las criaturas compartían sus historias, magias y talentos, fortaleciendo los lazos entre los diferentes reinos.
Sin embargo, con gran poder viene gran responsabilidad. Los Follistélicos y Eolus se dieron cuenta de que debían usar su música no solo para entretener, sino también para proteger y conservar los reinos mágicos.
Se convirtieron en guardianes, usando sus melodías para mantener a raya a aquellos que buscaban dañar la magia y la belleza del mundo que los rodeaba.
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