En una época donde las sombras del racismo se extendían largas y oscuras, emerge la historia conmovedora de Jane, una niñera negra cuya bondad y dedicación desafiaron las barreras de su tiempo. En una casa donde los secretos y las verdades ocultas se entretejían, la vida de Jane y la de su pequeña protegida, Judy, se entrelazaban en una trama de amor, injusticia y espíritus. Esta narrativa no solo cuenta la historia de una mujer condenada injustamente en un mundo prejuicioso, sino también la de una niña que, inspirada por su niñera, crecería para enfrentar esos mismos prejuicios. La historia de Jane y Judy es un viaje a través del tiempo, revelando cómo los lazos del corazón pueden trascender incluso las más oscuras injusticias, dejando un legado de esperanza y lucha contra la discriminación.

“Ecos de la Verdad: La Historia de Judy y su Niñera”
¡Jane y Judy!
Era una hermosa noche cuando la puerta de la habitación se abrió lentamente. Jane, una hermosa mujer negra de 40 años, entró con una niña rubia sonriente en brazos. La colocó en la cama, la cubrió y dijo: “¡Hora de dormir, angelito!” La niña dejó de sonreír y frunció los labios mientras decía: “Oh, no, niñera Jane, ¡quiero quedarme despierta!” Jane, con una expresión dulce y sonriente, acarició la cabeza de la niña mientras hablaba suavemente: “No, angelito, debes dormir, descansar para despertar mañana para la escuela. Si te portas bien mañana, te llevaré a ver los conejitos en el campo”. La niña cerró los ojos y, sonriendo, imaginó varios conejitos en el bosque saltando sobre un tronco. Después de aceptar irse a dormir, Jane la cubrió con la manta, le dio un beso en la frente y salió suavemente de la habitación, cerrando la puerta lentamente.
Cuando estaba bajando las escaleras, vio a “Julia”, la madre de la niña, una joven señora de 24 años con gafas, conocida por su temperamento tranquilo, justo y ponderado. Estaba conversando con su hermana Emma, quien era todo lo contrario, envidiosa y enojada, y que había casado con un hombre mayor por dinero. Emma hablaba con la madre de la niña: “¿Por qué no despides a esa empleada? Has visto que pasa todo el día con tu hija, incluso actúa como su madre”. Julia preguntó: “¿Y qué tiene de malo eso?” Emma respondió: “Está transmitiendo valores equivocados a tu hija”. Julia, tejiendo en el sofá, dijo: “No lo creo. Me gusta verlas juntas; mi hija está tan feliz”. Emma se levantó del sofá y, mirando a Julia con enojo, dijo: “Lamentarás tener a esa mujer como empleada. Verás, terminará enseñando a tu hija a robar”. Después de decir esto, Emma se fue enfurecida. Julia la miró con los ojos abiertos y la boca entreabierta. No entendía por qué Emma sentía tanto odio hacia Jane, quien nunca le había hecho daño. Sin embargo, Jane, quien estaba parada en la escalera, vio y escuchó toda la conversación, pero no dijo nada. Solo mantuvo una mirada vacía mientras mantenía la cabeza baja.
Durante la noche, la niñita escuchó ruidos que venían de la cocina. Decidió caminar de puntillas y, mirando por la cerradura de la puerta de la cocina, vio a su tía Emma tomando los cubiertos y colocándolos en una bolsa. La niñita no entendía lo que estaba sucediendo.
Al día siguiente, la niñita abrió los ojos en la cama, con el sol iluminando su rostro, cuando escuchó gritos que venían de la sala. Parecía ser su madre, enojada. Cuando salió de la habitación y miró hacia abajo desde las escaleras, vio a Jane en la sala con la cabeza gacha y su madre gesticulando y gritándole: “Jane, ¿dónde están los cubiertos?” Jane, con una expresión triste, intentaba hablar: “Yo… Yo… Yo no lo sé, señora”. Pero Julia, apretando los labios de rabia, gritaba al punto de escupir: “¿Jane, tú fuiste la que robó? ¡Habla! Emma dijo que fuiste tú quien robó!” Jane no podía mirar a los ojos enojados de Julia, simplemente asintió con la cabeza y respondió: “No fui yo, señora, no robé nada”. Pero esa frase no convenció a Julia, quien dijo: “Mira afuera, hay varios hombres allí. Te llevarán y te castigarán por tu crimen. Lamento mucho por ti, Jane”. Jane no dijo nada, simplemente mantuvo la cabeza baja. Julia se puso las manos en la cintura mientras miraba hacia arriba, tratando de respirar profundamente para que la rabia se calmara. Mientras tanto, la niñita observaba todo sin entender, sus ojos llenos de curiosidad e inocencia eran evidentes. Durante la noche, la niñita esperó en su habitación a que Jane viniera a contarle un cuento para dormir, pero Jane no apareció. La niñita, con las manos en la espalda, caminaba de un lado a otro pensando en lo que podría haber sucedido. “¿Por qué Jane, la niñera, no viene?” pensaba, pero pronto el viento entró por la ventana de la habitación, y la niñita tuvo que ir a cerrarla. Sin embargo, al hacerlo, vio afuera, en el camino de tierra oscuro, la silueta de una mujer. “¿Jane, eres tú?” gritó la niñita. La silueta hizo un gesto con la mano, como si dijera “hola, ven aquí, soy yo”. La niñita corrió, salió de la habitación, bajó las escaleras y vio que su madre estaba en la sala, llorando extrañamente y sentada en el sofá. Ella dio la vuelta, entró en la cocina y salió por la puerta trasera.
En el exterior, corrió por el césped mojado del patio hasta que encontró a Jane, quien estaba extraña. Había una aura azulada que rodeaba su cuerpo, y su rostro mostraba una sonrisa, una mezcla de paz, tranquilidad y sinceridad. Cuando vio a la niñita, la abrazó y dijo: “¡Jane! Te extrañé, ¿dónde fuiste?” Jane la levantó en brazos y, acercando su nariz a la de la niñita, respondió: “Lamentablemente, angelito, ya no podré contarte historias. Es hora de que me vaya”. La niñita se entristeció, hizo un puchero y preguntó: “Pero, ¿a dónde vas, Jane?” Jane, aún con la niñita en brazos, miró al cielo estrellado, haciendo que la niñita también mirara. Jane suspiró suavemente: “Voy a convertirme en una estrella, para estar junto a mis familiares fallecidos. Pero no temas, cada vez que te sientas triste, mira las estrellas, y yo estaré allí brillando para ti eternamente”. Le dio un beso en la mejilla a la niñita, quien se sonrojó de vergüenza y se quedó quieta. Después de ponerla en el suelo, Jane se alejó caminando. En ese momento, otras personas que también tenían un aura azul alrededor de sus cuerpos aparecieron en el camino y caminaron junto a Jane en dirección al horizonte oscuro y sombrío. La niñita tenía lágrimas en los ojos…
No fue sino hasta que se hizo adulta que descubrió todo lo que había sucedido. Era el comienzo del siglo XX, y Jane, negra en un país racista, fue condenada por robo. Su castigo fue ser ahorcada esa mañana, pero por la noche, ella vino a despedirse de su niñita. Pero no todo fue tristeza. Emma, quien fue responsable de la muerte injusta de Jane, pagó un alto precio por ello. Un día, mientras bajaba las escaleras, Emma se cayó y quedó parapléjica. Además, a veces se despertaba por la noche, escuchando la voz de Jane que decía: “Habla la verdad, habla la verdad”. A veces, incluso veía el espíritu de Jane, que sostenía una cuerda en la mano y parecía estar al borde de su cama durante la noche. Todas esas visiones la atormentaron hasta el final de su vida, ya que murió en un sanatorio, considerada loca.
Mientras tanto, la niñita se convirtió en Judy Austin, una abogada de renombre que se hizo conocida por defender casos de injusticia, especialmente relacionados con el racismo.
Reflexión Final
La historia de Jane y Judy es un reflejo conmovedor de cómo el amor, la empatía y la conexión humana pueden trascender las barreras más severas impuestas por la sociedad. Jane, a pesar de ser víctima de las crueles injusticias del racismo, deja una marca indeleble en el corazón y la mente de Judy. Su bondad y fuerza, manifestadas en los momentos más oscuros, iluminan el camino de Judy hacia la justicia y la igualdad. Esta narrativa nos recuerda que, en un mundo a menudo desgarrado por el prejuicio y la discriminación, la bondad y la comprensión pueden ser faros de esperanza y cambio. La influencia de Jane se extiende más allá de su vida, inspirando a Judy a luchar contra las injusticias que una vez la oprimieron, convirtiendo su dolor en un poderoso impulso para el cambio.
Por otro lado, la historia también nos invita a reflexionar sobre las consecuencias de nuestras acciones y la facilidad con la que se pueden propagar el odio y la mentira. Emma, a través de sus acciones guiadas por la envidia y el prejuicio, desencadena una serie de eventos que culminan en tragedia, no solo para Jane sino también para ella misma. Esta trama nos advierte sobre la toxicidad de los prejuicios y el daño irreparable que pueden causar. En última instancia, nos enseña que la búsqueda de la verdad y la justicia, aunque a veces dolorosa y desafiante, es crucial para la sanación y la reconciliación. La vida de Jane y la carrera de Judy como defensora de la justicia resuenan como un poderoso recordatorio de que, aunque la oscuridad pueda parecer abrumadora, siempre hay espacio para la luz de la compasión y la justicia.
El CANDELABRO. ILUMINANDO MENTES