En las serenas praderas de Alliston, Ontario, nació un niño destinado a cambiar el curso de la medicina moderna. Frederick Grant Banting, un nombre que resonaría a través de los anales de la historia médica, inició su vida entre campos de cultivo, pero su destino lo llevaría mucho más allá de los horizontes de su tranquila ciudad natal. Desde su primer interés en la teología hasta su heroico servicio en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, Banting fue un hombre cuya curiosidad y compasión lo guiaron hacia un descubrimiento monumental: la insulina. Esta hormona, esencial en la lucha contra la diabetes mellitus, no solo salvó incontables vidas, sino que también transformó la comprensión médica de una enfermedad hasta entonces mortal. La historia de Banting es un viaje fascinante de perseverancia, innovación y altruismo, un relato que ilumina no solo los logros de un hombre, sino también la incesante búsqueda de la humanidad por sanar y comprender los misterios del cuerpo humano.

Frederick Grant Banting: el médico que descubrió la insulina y salvó a millones de diabéticos
Frederick Grant Banting fue un médico, fisiólogo e investigador canadiense que nació el 14 de noviembre de 1891 en Alliston, una pequeña ciudad agrícola de la provincia de Ontario, Canadá¹. Su vida estuvo marcada por el interés científico, el servicio militar, el arte y la generosidad. Su mayor logro fue el descubrimiento de la insulina, una hormona que regula el nivel de azúcar en la sangre y que es vital para las personas que padecen diabetes mellitus.
De teólogo a médico
Banting pertenecía a una familia metodista de seis hermanos. Su padre, William Thompson Banting, era un granjero y su madre, Margaret Grant, una ama de casa. Banting era un niño tímido y reservado, que disfrutaba de jugar béisbol y fútbol con sus pocos amigos. Su primera vocación fue la religión, y comenzó a estudiar teología en el Victoria College de Toronto. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que su verdadera pasión era la medicina, y se cambió a la facultad de medicina de la misma universidad. Se graduó en 1916, a los 25 años, y se alistó en el ejército canadiense para participar en la Primera Guerra Mundial.
Un héroe de guerra
Banting sirvió como médico en el frente francés, donde atendió a numerosos soldados heridos y enfermos. Su valor y su entrega le valieron la Cruz Militar, una condecoración militar que se otorga por actos de gallardía. Una de las acciones que le merecieron este reconocimiento fue haber pasado un día entero salvando la vida de sus compañeros, a pesar de haber recibido una grave herida de bala en el brazo. Banting sobrevivió a la guerra, pero quedó con secuelas físicas y psicológicas que le acompañarían el resto de su vida.
Un investigador incansable
Después de la guerra, Banting se instaló en London, una ciudad de Ontario, donde trabajó como ayudante de fisiología en la Universidad de Ontario Occidental. También se dedicó a la ortopedia infantil y a la cirugía en el Hospital for Sick Children. En 1922, obtuvo su doctorado en farmacología en la Universidad de Toronto, donde se convirtió en profesor de fisiología en 1923. Fue en esta universidad donde realizó su investigación más importante: el aislamiento de la insulina.
La diabetes mellitus era una enfermedad incurable y mortal en aquella época. Se sabía que estaba relacionada con el mal funcionamiento del páncreas, un órgano que produce una hormona llamada insulina, que ayuda a las células a absorber el azúcar de la sangre. Sin embargo, nadie había logrado extraer la insulina del páncreas y utilizarla para tratar a los pacientes diabéticos. Banting se interesó por este problema y se propuso encontrar una solución. Para ello, contó con el apoyo del profesor John James Rickard Macleod, el químico James Bertram Collip y el estudiante Charles Best. Juntos formaron un equipo de trabajo que logró aislar la insulina de los islotes de Langerhans, unas células del páncreas que la producen. Para ello, utilizaron perros como sujetos de experimentación, a los que les extirparon el páncreas y les inyectaron extractos de insulina. Los resultados fueron sorprendentes: los perros recuperaron su salud y su nivel de azúcar en la sangre se normalizó.
Un benefactor de la humanidad
El siguiente paso fue probar la insulina en humanos. El primer paciente fue Leonard Thompson, un niño de 14 años que sufría de diabetes severa y que estaba al borde de la muerte. Banting le administró una inyección de insulina el 11 de enero de 1922, y el efecto fue milagroso: el niño mejoró su estado y su esperanza de vida. A partir de entonces, la insulina se convirtió en el tratamiento estándar para la diabetes, salvando la vida de millones de personas en todo el mundo.
El descubrimiento de la insulina le valió a Banting el Premio Nobel de Medicina en 1923, que compartió con Macleod, Best y Collip. Banting donó la mitad de su premio a Best, y los otros dos hicieron lo mismo con Collip. Banting también rechazó patentar la insulina, para que fuera accesible a todos los que la necesitaran. En 1930, el parlamento canadiense le otorgó una subvención para la creación del Instituto Banting, donde continuó sus investigaciones sobre la diabetes y otras enfermedades. Además, elaboró tratamientos basados en la reducción de azúcares y harinas, y diseñó dietas saludables para los pacientes diabéticos.
Un hombre de arte y de paz
Banting no solo se dedicó a la ciencia, sino también al arte. Era un aficionado a la pintura, y realizó varias obras de paisajes y retratos. En 1927, formó parte de una expedición artística al Ártico, donde plasmó en sus lienzos la belleza de la naturaleza. También fue amigo de varios artistas famosos, como el pintor canadiense A.Y. Jackson y el escritor irlandés George Bernard Shaw.
Banting también fue un hombre comprometido con la paz y la cooperación internacional. Durante la Segunda Guerra Mundial, coordinó las acciones de los cuerpos médicos de la Unión Soviética, Inglaterra y Estados Unidos, y realizó investigaciones sobre los efectos de los gases utilizados en la guerra. Sin embargo, su vida se truncó el 21 de febrero de 1941, cuando murió en un accidente aéreo en Newfoundland, mientras se dirigía a Inglaterra para realizar una misión científica.
Un legado imborrable
Frederick Grant Banting fue un médico e investigador que hizo historia con el descubrimiento de la insulina, una hormona que cambió el destino de los diabéticos. Su trabajo fue un ejemplo de rigor científico, de generosidad humana y de compromiso social. Su nombre está inscrito en el panteón de los grandes benefactores de la humanidad, y su legado sigue vigente en la medicina moderna. Su memoria se honra cada 14 de noviembre, el día de su nacimiento, que se celebra como el Día Mundial de la Diabetes.
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