En las brumosas tierras de la antigua Escandinavia, donde los mitos se entrelazan con la historia, nace la saga de los Lombardos. Este pueblo guerrero, cuyas raíces se hunden en los misteriosos parajes nórdicos, se embarcó en una odisea que cambiaría para siempre el destino de un continente. Cruzando fronteras y desafiando imperios, los Lombardos tejieron su camino hacia el corazón de Italia, dejando una estela de conquistas, cultura y cambios profundos. Su historia es un tapiz vibrante de aventuras, conflictos, integración y un legado cultural que reverbera hasta nuestros días. A través de los relatos del historiador Pablo el Diácono y las huellas que dejaron en tierras italianas, exploramos la travesía de este fascinante pueblo que, entre batallas y alianzas, forjó un reino y moldeó la identidad de una nación. Bienvenidos al viaje de los Lombardos, un capítulo esencial en el gran libro de la historia europea.



Los Lombardos: Un pueblo que cambió el destino de Italia


Los Lombardos fueron uno de los pueblos germánicos que protagonizaron las grandes migraciones que sacudieron Europa entre los siglos IV y VI d.C. Su historia es una de aventura, guerra, integración y legado cultural. Desde sus orígenes en el norte de Europa hasta su establecimiento y desaparición en Italia, los Lombardos dejaron una huella indeleble en la historia europea.


Orígenes y migraciones


Los Lombardos se originaron en lo que hoy es Escandinavia, donde se les conocía como Winnili. Según una leyenda recogida por el historiador Pablo el Diácono en el siglo VIII, los Winnili se enfrentaron a los Vándalos por el control de su territorio y recibieron el apoyo de la diosa Frea, esposa de Odín. Frea hizo que Odín les concediera la victoria al verlos al amanecer con sus cabellos atados como barbas, y les dio el nombre de Langobardos, que significa “barbas largas”.

En el siglo I d.C., los Lombardos comenzaron a desplazarse hacia el sur y el este, siguiendo el curso del río Elba. Entraron en contacto y en conflicto con otros pueblos germánicos, como los Sajones, los Alamanes y los Godos. En el siglo V, se establecieron en la región de Pannonia, al sur del Danubio, donde formaron una confederación de tribus bajo el liderazgo de un rey. Allí se enfrentaron a los Hunos, los Romanos y los Ávaros, y adoptaron el cristianismo arriano, una forma de cristianismo considerada herética por la Iglesia católica.


Invasión y reino de Italia


En el 568 d.C., los Lombardos, al mando de su rey Alboino, invadieron Italia, que se encontraba en una situación de debilidad y fragmentación tras la caída del Imperio Romano de Occidente y las sucesivas invasiones bárbaras. Los Lombardos aprovecharon el vacío de poder y la resistencia de la población local al dominio bizantino, que controlaba parte de la península. En pocos años, los Lombardos conquistaron la mayor parte de Italia, excepto algunas zonas costeras y las islas, donde se mantuvo la presencia bizantina. Establecieron su capital en Pavía y dividieron el territorio en ducados, gobernados por duques que tenían una gran autonomía respecto al rey.

El Reino Lombardo de Italia fue un período de grandes transformaciones políticas, culturales y sociales. Los Lombardos se fusionaron con la población local, adoptando el latín, el idioma románico y el cristianismo católico. Sin embargo, también conservaron algunos rasgos de su cultura germánica, como sus leyes, sus costumbres y sus nombres. Los Lombardos contribuyeron al desarrollo de la arquitectura, el arte, la literatura y la música, creando un estilo propio que se conoce como arte lombardo. También influyeron en la organización social y territorial de Italia, creando entidades políticas que perdurarían en el tiempo, como el Reino de Lombardía o el Ducado de Benevento.


Caída y legado


El Reino Lombardo tuvo que hacer frente a la oposición de los Bizantinos, que intentaron recuperar el control de Italia, y de los Papas, que buscaron la protección de otros poderes cristianos. Esta situación propició la intervención de los Francos, el pueblo germánico que dominaba la Europa occidental bajo el mando de Carlomagno. En el 774 d.C., Carlomagno derrotó al último rey lombardo, Desiderio, y se proclamó rey de los Lombardos. Así terminó la independencia lombarda, aunque algunos duques y nobles lombardos se resistieron al dominio franco y mantuvieron su identidad.

A pesar de su desaparición como reino, el legado de los Lombardos perdura en la historia y la cultura de Italia y Europa. Su nombre se conserva en el de la región de Lombardía, una de las más prósperas y pobladas de Italia. Su arte y su arquitectura se pueden admirar en numerosas iglesias, monasterios, palacios y castillos. Su influencia se puede rastrear en el idioma, la gastronomía, el folclore y las tradiciones de varias zonas de Italia. Los Lombardos fueron un pueblo que cambió el destino de Italia y que merece ser recordado..


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