En las sinuosas calles del arte y la historia, se erige la figura de Lola Mora, una escultora argentina cuyo talento trascendió fronteras y épocas. Nacida en un rincón de Salta, su pasión y destreza la llevaron a desafiar las convenciones de su tiempo, tejiendo una historia de arte, rebeldía y genialidad. Con cada cincelada en mármol, Lola no solo esculpió figuras magníficas, sino también un legado de fortaleza y vanguardismo. Su vida, un entrelazado de triunfos artísticos y desafíos personales, se convirtió en un faro para las generaciones futuras, iluminando el camino de la igualdad y el reconocimiento en el mundo del arte. En este viaje a través de la vida y obra de Lola Mora, descubriremos cómo una mujer, con su arte y convicción, deslumbró al mundo y dejó una huella imborrable en la historia cultural de Argentina.



Lola Mora: la escultora que deslumbró al mundo


Lola Mora fue una artista argentina que se destacó por su talento y originalidad en la escultura, el urbanismo, la minería y las artes visuales. Nacida como Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández el 17 de noviembre de 1866, en El Tala, provincia de Salta, fue la tercera de siete hermanos de una familia acomodada. Su padre, Romualdo Alejandro Mora Mora, era un comerciante y hacendado de origen catalán, y su madre, Regina Vega Sardina, una estanciera salteña de ascendencia tarijeña y guachipeña. Lola fue ahijada del presidente Nicolás de Avellaneda, quien la apoyó en su carrera artística.


Su formación y sus primeras obras


A los cuatro años, Lola y su familia se mudaron a San Miguel de Tucumán, donde realizó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Sarmiento, graduándose con honores. Desde muy joven mostró su inclinación por el arte, y comenzó a pintar retratos al carbón de personalidades de la historia tucumana, que fueron adquiridos por la legislatura provincial. Su padre la premió enviándola a estudiar con el pintor italiano Santiago Falcucci, quien le recomendó que viajara a Europa para perfeccionarse.

En 1895, Lola obtuvo una beca del gobierno nacional para estudiar en Roma, donde conoció al escultor Giulio Monteverde, quien la inició en el arte de la talla en mármol. Lola se instaló en la capital italiana, donde montó su casa y taller, y donde desarrolló su estilo personal, caracterizado por la belleza, la naturalidad y la sensualidad de sus figuras femeninas, inspiradas en el clasicismo y el renacimiento.

En 1900, Lola participó en la Exposición Universal de París, donde presentó un autorretrato que le valió una medalla de oro. Ese mismo año regresó a la Argentina, donde recibió numerosos encargos de obras públicas y privadas. Entre ellas se destacan el monumento a Juan Bautista Alberdi en Tucumán, los bajorrelieves de la Casa de la Independencia en la misma provincia, la estatua del doctor Facundo Zuviría en Salta, el monumento a la Batalla de Salta, las estatuas de la Justicia, el Progreso, la Paz y la Libertad en Jujuy, y el monumento a Nicolás Avellaneda en Buenos Aires.


Su obra maestra: la Fuente de las Nereidas


La obra más famosa y polémica de Lola Mora es la Fuente de las Nereidas, un conjunto escultórico de mármol de Carrara que representa a las ninfas marinas asistiendo al nacimiento de la diosa Venus. La obra fue encargada por la municipalidad de Buenos Aires en 1900, y se inauguró el 21 de mayo de 1903 en el Paseo de Julio, frente a la Casa Rosada.

La fuente causó un gran escándalo por la desnudez y el erotismo de las figuras, que fueron consideradas inmorales y obscenas por la sociedad conservadora de la época. Lola tuvo que enfrentar una campaña de desprestigio y difamación, que la acusó de ser una mujer libertina, loca y degenerada. La fuente fue trasladada en 1918 a la Costanera Sur, donde permanece hasta hoy, como un símbolo de la rebeldía y la genialidad de su autora.


Su vida personal y sus últimos años


Lola Mora se casó en 1909, a los 42 años, con Luis Hernández Otero, hijo del ex gobernador de Tucumán Sabá Zacarías Hernández. El matrimonio duró cinco años, y terminó con el abandono de su esposo, que se llevó gran parte de su fortuna. Lola se quedó sola y empobrecida, y tuvo que vender algunas de sus obras para subsistir.

Además de la escultura, Lola se interesó por otras actividades, como la minería, el urbanismo y la invención. Exploró yacimientos de mármol y de petróleo en el norte del país, diseñó un plan de remodelación para la ciudad de Buenos Aires, y patentó varios inventos, como un sistema de transmisión de imágenes a distancia, que fue precursor del cine y la televisión.

Lola Mora murió el 7 de junio de 1936, a los 69 años, en Buenos Aires, víctima de una enfermedad respiratoria. Su obra fue olvidada y desvalorizada por muchos años, hasta que fue reivindicada por el movimiento feminista y por el reconocimiento de su valor artístico e histórico. En su honor, el Congreso de la Nación Argentina instituyó por ley el 17 de noviembre, fecha de su nacimiento, como el Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas. Además, se crearon los Premios Lola Mora, que se otorgan a los medios de comunicación que promueven una imagen positiva de la mujer y sus derechos..


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