En el crepúsculo de su vida, Jacques-Louis David, el faro del neoclasicismo, se sumergió en una última y audaz travesía artística, dando vida a una obra que encapsularía no sólo su maestría sino también una poderosa narrativa: “Marte desarmado por Venus y las Gracias”. Esta pintura, que se destaca como un canto del cisne en su ilustre carrera, nos transporta a un mundo donde el amor triunfa sobre la guerra, donde la belleza y la gracia desarmaron al mismísimo dios de la batalla. En este lienzo, David no sólo pintó figuras mitológicas, sino que trazó un paralelismo con los ideales y turbulencias de su propia época, desde la Revolución Francesa hasta el ocaso del Imperio Napoleónico, tejiendo una narrativa que trasciende la tela y se adentra en el corazón de la historia del arte.

Marte desarmado por Venus y las Gracias: la última obra maestra de Jacques-Louis David
Jacques-Louis David fue uno de los pintores más influyentes del estilo neoclásico, que buscó la inspiración en los modelos escultóricos y mitológicos de la antigüedad griega y romana. Su obra reflejó los ideales y los acontecimientos de su época, desde el Antiguo Régimen hasta la Revolución Francesa y el Imperio Napoleónico. David fue un activo participante en la política de su tiempo, lo que le valió el reconocimiento, pero también la persecución y el exilio.
En 1816, tras la caída de Napoleón, David se refugió en Bruselas, donde continuó pintando hasta el final de sus días. Allí realizó su última gran obra, Marte desarmado por Venus y las Gracias, que comenzó en 1822, cuando tenía 73 años, y terminó en 1824, un año antes de su muerte. Se trata de un lienzo monumental, de más de tres metros de alto por dos y medio de ancho, que se conserva en los Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica.
La pintura representa una escena de la mitología clásica, en la que el dios de la guerra, Marte, se rinde al amor de la diosa de la belleza, Venus, y es despojado de sus armas por ella y sus acompañantes, las Tres Gracias y Cupido. El tema alude a la idea de que el amor vence a la guerra, y también a la relación amorosa que, según la leyenda, mantuvieron ambos dioses, a pesar de estar casados con otras divinidades. La imagen de Marte y Venus como pareja ideal fue recuperada en el Renacimiento por artistas como Sandro Botticelli o Paolo Veronese.
David quiso plasmar en esta obra su visión del arte clásico, combinando el idealismo y el realismo, la pureza de las formas y el colorido vibrante. Para ello, se basó en sus estudios de la escultura antigua, especialmente la de Fidias, el escultor del Partenón, y en las pinturas de Rafael y Tiziano, a quienes admiraba profundamente. También se inspiró en algunos de sus propios trabajos anteriores, como El juramento de los Horacios o Las sabinas.
David concibió esta obra como su testamento artístico, y quiso superarse a sí mismo en ella. En una carta a su amigo el pintor François Gérard, fechada en diciembre de 1823, escribió:
Esta es la última pintura que deseo pintar, pero quiero superarme en ella. Pondré el dato de mis 75 años en ella y después nunca volveré a coger el pincel.
David presentó su obra en una exposición privada en París, en 1824, donde recibió elogios y críticas. Algunos la consideraron una obra maestra, mientras que otros la vieron como una muestra de decadencia y senilidad. El propio David reconoció que su pintura era “demasiado griega” para el gusto de su época, que se inclinaba por el romanticismo.
David murió el 29 de diciembre de 1825, a los 77 años, a consecuencia de un accidente cerebrovascular que sufrió al salir del teatro, cuando fue golpeado por un carruaje. Su cuerpo fue enterrado en Bruselas, pero su corazón fue trasladado al cementerio del Père-Lachaise, en París, donde reposa junto al de su esposa Marguerite-Charlotte Pécoul.
Su obra, sin embargo, perduró en el tiempo, y fue una fuente de inspiración para muchos artistas posteriores, como Jean Auguste Dominique Ingres, Paul Cézanne o Pablo Picasso..
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