En el jardín secreto de nuestra infancia, bajo las sombras y luces de los primeros años, crecen algunas flores silvestres que nunca elegimos plantar. Estas son las heridas que, como semillas inadvertidas, fueron sembradas en el terreno fértil de nuestras jóvenes almas. A menudo, nos pasamos la vida tratando de comprender la naturaleza esquiva de estas plantas perennes, que con sus raíces profundas, pueden influir en cada paso que damos y cada relación que tejemos. Desenredar sus enredaderas y aprender a nutrir un nuevo crecimiento requiere valentía y comprensión, pero sobre todo, requiere que volvamos a mirar con cuidado y amor el suelo desde donde brotamos. Con cada lectura que sigue, ofrecemos un faro de luz para iluminar esas sombras pasadas, ofreciendo caminos para sanar y florecer con plenitud.

Las heridas de la infancia: cómo afectan y cómo sanarlas
Las heridas de la infancia son aquellas experiencias negativas o traumáticas que vivimos en nuestra etapa más temprana de la vida y que nos dejan una huella emocional profunda. Estas heridas pueden condicionar nuestra forma de ser, de relacionarnos y de enfrentarnos al mundo, generando patrones de conducta que nos limitan o nos hacen sufrir.
Existen diferentes tipos de heridas de la infancia, según el autor y psicoterapeuta Lise Bourbeau, quien propuso que cada persona puede sufrir al menos una de estas cinco heridas: el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia¹. Cada una de estas heridas tiene sus propias características, causas y consecuencias, así como también sus propias formas de sanar.
A continuación, te explicaré brevemente cada una de estas heridas, cómo se originan, cómo se manifiestan y cómo se pueden curar.
Rechazo
La herida de rechazo se produce cuando sentimos que no somos aceptados o amados tal como somos, especialmente por uno de nuestros padres o cuidadores principales. Esta herida puede originarse por experiencias de abuso, negligencia, indiferencia, crítica o comparación con otros².
Las personas que sufren esta herida suelen tener una baja autoestima, un gran miedo al rechazo y una tendencia a aislarse o a buscar la perfección. También pueden tener dificultades para expresar sus emociones, sus necesidades y sus opiniones, por temor a ser juzgados o rechazados³.
Para sanar esta herida, es necesario trabajar en la aceptación y el amor propio, reconociendo nuestro valor y nuestra singularidad. También es importante aprender a comunicarnos de forma asertiva, respetando nuestros derechos y los de los demás. Asimismo, es conveniente buscar apoyo profesional o de personas de confianza que nos ayuden a procesar y superar las experiencias que nos han hecho sentir rechazados.
Abandono
La herida de abandono se produce cuando sentimos que hemos sido dejados solos o desatendidos por nuestros padres o cuidadores, ya sea física o emocionalmente. Esta herida puede originarse por experiencias de separación, divorcio, muerte, enfermedad, adicción o falta de atención⁴.
Las personas que sufren esta herida suelen tener una gran necesidad de afecto y de aprobación, un miedo al abandono y una dependencia emocional. También pueden tener problemas para confiar en los demás, para establecer límites saludables y para cuidar de sí mismos.
Para sanar esta herida, es necesario trabajar en la independencia y la autonomía, desarrollando nuestra capacidad de satisfacer nuestras propias necesidades y de disfrutar de nuestra soledad. También es importante aprender a confiar en los demás, a establecer relaciones equilibradas y a pedir y ofrecer ayuda cuando sea necesario. Además, es conveniente buscar apoyo profesional o de personas de confianza que nos ayuden a procesar y superar las experiencias que nos han hecho sentir abandonados.
Humillación
La herida de humillación se produce cuando sentimos que hemos sido desvalorizados o ridiculizados por nuestros padres o cuidadores, o por otras personas significativas. Esta herida puede originarse por experiencias de maltrato, burla, vergüenza, culpa o control.
Las personas que sufren esta herida suelen tener una baja autoestima, una gran sensibilidad al juicio y una tendencia a la sumisión o a la rebeldía. También pueden tener dificultades para aceptar sus errores, para perdonarse y para perdonar a los demás.
Para sanar esta herida, es necesario trabajar en la autoestima y el respeto propio, reconociendo nuestros logros y nuestras fortalezas. También es importante aprender a respetar y a hacerse respetar por los demás, a expresar nuestras opiniones y a defender nuestros derechos. Asimismo, es conveniente buscar apoyo profesional o de personas de confianza que nos ayuden a procesar y superar las experiencias que nos han hecho sentir humillados.
Traición
La herida de traición se produce cuando sentimos que hemos sido engañados o defraudados por nuestros padres o cuidadores, o por otras personas significativas. Esta herida puede originarse por experiencias de infidelidad, mentira, promesa incumplida o deslealtad.
Las personas que sufren esta herida suelen tener una gran desconfianza hacia los demás, un miedo a la traición y una tendencia al control o a la evasión. También pueden tener problemas para comprometerse, para expresar sus sentimientos y para ser fieles a sí mismos y a los demás.
Para sanar esta herida, es necesario trabajar en la confianza y la honestidad, desarrollando nuestra capacidad de ser coherentes con lo que pensamos, sentimos y hacemos. También es importante aprender a confiar en los demás, a establecer relaciones basadas en la lealtad y la fidelidad y a ser flexibles y tolerantes con las diferencias. Además, es conveniente buscar apoyo profesional o de personas de confianza que nos ayuden a procesar y superar las experiencias que nos han hecho sentir traicionados.
Injusticia
La herida de injusticia se produce cuando sentimos que hemos sido tratados injustamente o que se nos ha negado lo que consideramos justo por nuestros padres o cuidadores, o por otras personas significativas. Esta herida puede originarse por experiencias de favoritismo, discriminación, arbitrariedad o imposición.
Las personas que sufren esta herida suelen tener un gran sentido de la justicia, un miedo a la injusticia y una tendencia a la rigidez o a la rebeldía. También pueden tener dificultades para adaptarse a las normas, para aceptar la autoridad y para ser flexibles y tolerantes con las diferencias.
Para sanar esta herida, es necesario trabajar en la equidad y la cooperación, desarrollando nuestra capacidad de ser justos con nosotros mismos y con los demás. También es importante aprender a respetar y a hacerse respetar por los demás, a cumplir con las normas y a negociar cuando sea necesario. Asimismo, es conveniente buscar apoyo profesional o de personas de confianza que nos ayuden a procesar y superar las experiencias que nos han hecho sentir injusticiados.
Conclusión
Las heridas de la infancia son experiencias que nos marcan y nos condicionan, pero que también nos ofrecen la oportunidad de crecer y de sanar. Para ello, es necesario reconocerlas, comprenderlas y trabajar en ellas, con la ayuda de profesionales o de personas de confianza que nos acompañen en el proceso. Así podremos liberarnos de los patrones que nos limitan y nos hacen sufrir, y desarrollar nuestro potencial y nuestra felicidad.
Reflexión Final
En el tejido de nuestra existencia, las heridas de la infancia se presentan como hilos ásperos que pueden desafiar la integridad del patrón que intentamos tejer en nuestras vidas. No obstante, cada hilo, por más enredado o desgastado que esté, también lleva en sí la posibilidad de ser reentramado en un diseño más fuerte y hermoso. El proceso de sanar es, de hecho, un arte: requiere paciencia, delicadeza y la sabiduría de saber cuándo aflojar la tensión y cuándo aplicar una nueva fuerza. Así, la sanación no es solo una vuelta al estado original antes de la herida, sino una transformación consciente que integra nuestras experiencias pasadas en una narrativa de crecimiento y fortaleza. A través de este camino de autodescubrimiento y reconstrucción, lo que alguna vez se vio como una marca de dolor puede convertirse en un testimonio de nuestra capacidad para renovarnos y seguir adelante con compasión y profundidad.
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