Entre la tradición ancestral del judaísmo y las enseñanzas de Yeshúa, surge un camino espiritual que desafía etiquetas y fronteras: el Judaísmo Mesiánico. Esta fe, que reconoce a Jesús como el Mesías prometido, invita a replantear la relación entre historia, profecía y creencia personal. Al explorar sus raíces y su relevancia actual, descubrimos un puente único entre mundos que a menudo parecen opuestos. ¿Qué transforma a esta corriente en un fenómeno espiritual tan singular? ¿Cómo redefine la fe y la identidad de quienes la abrazan?


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📷 Imagen generada por GPT-4o para El Candelabro. © DR

¿Qué es el judaísmo mesiánico?


El judaísmo mesiánico se define como una forma de judaísmo que reconoce a Yeshúa (Jesús) como el Mesías prometido por las profecías bíblicas, pero que no lo considera como el fundador de una nueva religión, sino como el cumplimiento del antiguo pacto entre Dios e Israel. Los judíos mesiánicos se basan en la Torá (la ley mosaica) y en los escritos rabínicos para interpretar las enseñanzas de Yeshúa y aplicarlas a su vida cotidiana.

Los judíos mesiánicos se distinguen de los cristianos ortodoxos, que creen que Yeshúa es el único camino al Padre y que su sacrificio en la cruz fue necesario para salvar a la humanidad del pecado. Los cristianos ortodoxos también rechazan la autoridad de la Torá y los escritos rabínicos, y esperan la segunda venida de Cristo para establecer su reino milenial.

Los judíos mesiánicos también se diferencian de los judíos no mesiánicos o reformistas, que aceptan tanto a Yeshúa como al Mesías, pero que lo entienden como un líder humano más entre muchos otros. Los reformistas también reconocen la validez de la Torá y los escritos rabínicos, pero consideran que son complementarios al Nuevo Testamento y no sustitutos.


¿Cómo surgió el judaísmo mesiánico?


El origen del judaísmo mesiánico se remonta al siglo XIX, cuando algunos cristianos empezaron a predicar el evangelio a los judíos en Europa y América. Algunas iglesias protestantes adoptaron una postura más inclusiva hacia los gentiles (no judíos), mientras que otras iglesias católicas mantuvieron una actitud más exclusiva.

En 1885, Jacob Wechler (también conocido como Ben Israel Jakob), un comerciante judeo-estadounidense, tradujo dos sermones del rabino Joseph Rabinowitz del yidis al hebreo. Estas traducciones despertaron el interés de algunos judeos por conocer más sobre el cristianismo hebreo-cristiano.

En 1890, Ignatz Lichtenstein, un sacerdote húngaro excomulgado por su conversión al catolicismo protestante, publicó una obra titulada “El Mesías según las Escrituras Hebreas”. En ella defendía la idea de que Yeshúa era el Mesías esperado por Israel y criticaba las interpretaciones ortodoxas del Nuevo Testamento.

En 1915, se fundó en Estados Unidos la Alianza Hebrea Cristiana Estadounidense (HCAA), una organización dedicada a difundir el mensaje mesiánico entre los judíos. La HCAA tenía una estructura similar a las iglesias cristianas tradicionales: tenía pastores autorizados por la Iglesia Católica Romana para predicar e impartir sacramentos; tenía congregaciones locales llamadas sinagogas; tenía escuelas bíblicas; tenía periódicos; tenía obras sociales; etc.

En 1925, se fundó en Estados Unidos la Alianza Internacional Mesiánica Judía (IHCA), una organización más radical que buscaba establecer un movimiento mesiánico independiente del cristianismo. La IHCA afirmaba tener autoridad divina para definir quiénes eran verdaderamente judíos según sus criterios bíblicos.


¿Cómo se desarrolló el judaísmo mesiánico?


El judaísmo mesiánico experimentó un crecimiento significativo después de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, que provocaron una crisis de identidad y fe entre muchos judíos. Algunos de ellos se sintieron atraídos por el mensaje de esperanza y restauración que ofrecía el judaísmo mesiánico.

En 1948, se fundó en Israel el Consejo Mesiánico de Israel (MCI), una organización que agrupaba a varias congregaciones mesiánicas del país. El MCI buscaba promover la unidad y la cooperación entre los judíos mesiánicos, así como defender sus derechos civiles y religiosos frente a la hostilidad de las autoridades rabínicas.

En 1967, se produjo la Guerra de los Seis Días, en la que Israel derrotó a sus vecinos árabes y conquistó Jerusalén Este, Cisjordania, Gaza, el Sinaí y los Altos del Golán. Este acontecimiento fue interpretado por muchos judíos mesiánicos como el cumplimiento de las profecías bíblicas sobre la restauración de Israel y el inicio de los tiempos finales.

En 1973, se fundó en Estados Unidos la Unión de Congregaciones Mesiánicas Judías (UMJC), una organización que pretendía ser una alternativa a la IHCA, más moderada y abierta al diálogo con otras denominaciones cristianas. La UMJC enfatizaba la importancia de mantener la identidad judía y la observancia de la Torá, pero también reconocía la diversidad y la libertad de conciencia de sus miembros.

En 1986, se celebró en Jerusalén el Primer Congreso Internacional de Líderes Mesiánicos Judíos, que reunió a representantes de más de 40 países. El congreso sirvió para fortalecer los lazos entre las diferentes organizaciones mesiánicas y para establecer una visión común sobre el papel del judaísmo mesiánico en el mundo.

En 1993, se firmaron los Acuerdos de Oslo entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que supusieron el reconocimiento mutuo y el inicio de un proceso de paz. Sin embargo, este proceso se vio truncado por la violencia y el terrorismo de ambos bandos. Los judíos mesiánicos se vieron afectados por este conflicto, ya que algunos de ellos apoyaban la solución de dos estados, mientras que otros defendían la soberanía de Israel sobre toda la tierra prometida.

En 2000, se produjo la Segunda Intifada, una ola de violencia palestina que duró hasta 2005 y que causó miles de víctimas. Los judíos mesiánicos sufrieron ataques tanto de los extremistas islámicos como de los ultraortodoxos judíos, que los consideraban traidores y herejes. Algunos líderes mesiánicos fueron asesinados, como el rabino Binyamin Kahane, hijo del fundador del movimiento radical Kach.

En 2008, se fundó en Israel la Asociación de Rabinos Mesiánicos de Israel (AMRI), una organización que buscaba formar y ordenar a rabinos mesiánicos con un alto nivel académico y espiritual. La AMRI también pretendía ser un puente entre el judaísmo mesiánico y el judaísmo tradicional, así como un referente para la comunidad mesiánica internacional.

En 2014, se publicó el Manifiesto de Jerusalén, un documento que resumía los principios y las metas del judaísmo mesiánico para el siglo XXI. El manifiesto afirmaba que el judaísmo mesiánico era una expresión legítima y auténtica del judaísmo, que Yeshúa era el Mesías de Israel y el Salvador del mundo, que la Torá era la palabra de Dios y la guía de vida para los judíos mesiánicos, que el pueblo judío tenía un destino profético y una responsabilidad ética, y que el judaísmo mesiánico tenía una misión de reconciliación y restauración entre Israel y las naciones.


¿Qué desafíos enfrenta el judaísmo mesiánico?


El judaísmo mesiánico se enfrenta a varios desafíos en la actualidad, tanto internos como externos. Algunos de estos desafíos son:

  • La definición de su identidad y su teología. El judaísmo mesiánico es un movimiento diverso y plural, que abarca diferentes corrientes y tendencias. Algunas de estas corrientes son más conservadoras y ortodoxas, mientras que otras son más liberales y progresistas. Algunas de estas tendencias son más cristianas y evangélicas, mientras que otras son más judías y rabínicas. Estas diferencias generan debates y tensiones sobre cuestiones como la naturaleza de Yeshúa, la autoridad de la Torá, la relación con el cristianismo y el judaísmo, la participación en la política y la sociedad, etc.
  • La aceptación y el reconocimiento de su legitimidad. El judaísmo mesiánico es rechazado y perseguido por la mayoría de las instituciones y los líderes religiosos judíos, que lo consideran una forma de apostasía y de proselitismo cristiano. Los judíos mesiánicos son discriminados y excluidos de los derechos y los beneficios que otorga el Estado de Israel a los judíos, como la ciudadanía, el matrimonio, el entierro, la educación, etc. Los judíos mesiánicos también son atacados y amenazados por grupos extremistas judíos, que los acusan de traicionar al pueblo y a la tierra de Israel.
  • La integración y la convivencia con los demás grupos religiosos y étnicos. El judaísmo mesiánico se encuentra en medio de un contexto complejo y conflictivo, marcado por la violencia y el odio entre israelíes y palestinos, judíos y árabes, musulmanes y cristianos. Los judíos mesiánicos tienen que lidiar con la hostilidad y la desconfianza de ambos lados, y al mismo tiempo buscar la paz y la justicia para todos. Los judíos mesiánicos también tienen que dialogar y cooperar con otros grupos minoritarios, como los drusos, los beduinos, los circasianos, los armenios, etc.
  • La formación y el liderazgo de sus miembros y sus congregaciones. El judaísmo mesiánico necesita capacitar y equipar a sus miembros y sus líderes para que puedan cumplir con su vocación y su misión. El judaísmo mesiánico requiere de rabinos, pastores, maestros, evangelistas, profetas, apóstoles, etc., que puedan enseñar y aplicar la palabra de Dios, que puedan guiar y cuidar al pueblo de Dios, que puedan proclamar y demostrar el amor de Dios, que puedan defender y transmitir la fe de Dios, etc. El judaísmo mesiánico también necesita de instituciones y recursos que puedan proveer de educación, formación, apoyo, asesoramiento, etc., a sus miembros y sus líderes.

¿Qué aporta el judaísmo mesiánico al mundo?


El judaísmo mesiánico aporta al mundo una visión y una esperanza basadas en la palabra y la obra de Dios. Algunos de estos aportes son:

  • El testimonio de la fidelidad y la gracia de Dios. El judaísmo mesiánico muestra que Dios no ha rechazado ni abandonado a su pueblo Israel, sino que lo ha amado y preservado a lo largo de la historia, y que ha cumplido sus promesas y sus pactos con él. El judaísmo mesiánico también muestra que Dios ha extendido su salvación y su bendición a todas las naciones, y que ha llamado a un pueblo de todas las lenguas, tribus y pueblos para que sea suyo. El judaísmo mesiánico es una evidencia de que Dios es fiel y que su gracia es inagotable.
  • El testimonio de la unidad y la diversidad del cuerpo de Cristo. El judaísmo mesiánico muestra que Yeshúa es el cabeza de una iglesia que está compuesta por judíos y gentiles, que son coherederos y copartícipes de las promesas de Dios. El judaísmo mesiánico muestra que la iglesia es una familia que respeta y celebra las diferencias culturales, étnicas y lingüísticas de sus miembros, y que busca la armonía y la cooperación entre ellos. El judaísmo mesiánico es una evidencia de que Yeshúa es el príncipe de la paz y que su amor es universal.
  • El testimonio de la esperanza y la restauración del reino de Dios. El judaísmo mesiánico muestra que Yeshúa es el rey de reyes y el señor de señores, que ha vencido al pecado y a la muerte, y que ha inaugurado un nuevo orden de justicia y de santidad. El judaísmo mesiánico muestra que Yeshúa volverá a establecer su reino sobre la tierra, donde reinará con sus santos, y donde habrá paz y prosperidad para todos. El judaísmo mesiánico es una evidencia de que Yeshúa es el alfa y el omega y que su reino es eterno.

Conclusión


El judaísmo mesiánico es un movimiento religioso que surgió de las misiones hebreo-cristianas entre los siglos XIX y XX, cuyo objetivo era la evangelización de los judíos. Su doctrina contiene componentes cristianos con elementos de la tradición judía.

El judaísmo mesiánico ha experimentado un crecimiento significativo en las últimas décadas, especialmente en Israel y en Estados Unidos, donde cuenta con miles de congregaciones y de seguidores. El judaísmo mesiánico se enfrenta a varios desafíos, como la definición de su identidad y su teología, la aceptación y el reconocimiento de su legitimidad, la integración y la convivencia con los demás grupos religiosos y étnicos, y la formación y el liderazgo de sus miembros y sus congregaciones.

El judaísmo mesiánico aporta al mundo un testimonio de la fidelidad y la gracia de Dios, de la unidad y la diversidad del cuerpo de Cristo, y de la esperanza y la restauración del reino de Dios. El judaísmo mesiánico es una expresión legítima y auténtica del judaísmo, que reconoce a Yeshúa como el Mesías de Israel y el Salvador del mundo.


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