En un pequeño café, anidado en la esquina de un bullicioso puerto, donde las olas narran historias de viajeros y las gaviotas cantan al viento, se despliega el tapiz de la madurez. Aquí, entre el aroma embriagador del café recién molido y el susurro de conversaciones cargadas de historia, se sienta un alma reflexiva, contemplando el viaje desde la impetuosa juventud hasta la serenidad de la edad adulta. Es un lugar donde el tiempo parece detenerse, permitiendo a los visitantes sumergirse en profundas meditaciones sobre la vida, el arte y las complejidades del amor. En este rincón del mundo, cada sorbo de café es un brindis a las experiencias vividas y cada mirada al horizonte, una invitación a abrazar la belleza tranquila de la madurez.



Entre Juventud y Madurez: Conversaciones Sobre Arte y Vida”


Siento un profundo deseo de vivir. Esta amable edad intermedia, en cuyas aguas maniobramos, es muy de mi gusto. De buena gana echaría aquí el ancla y me iría a tierra veinte años para estudiar las costumbres del lugar. La juventud fue una hermosa época, pero un poco complicada. Ahora, en la madurez (excepto por lo que se refiere al dinero), todo parece malditamente tranquilo. Me gusta. Veo un pequeño y animado café en un rincón del puerto donde te propongo que nos sentemos […]. Sentémonos allí veinte años, con un paquete de tabaco y una copa, a hablar de arte y de las mujeres.”

Robert Louis Stevenson



La cita de Robert Louis Stevenson evoca una profunda apreciación por la etapa de la madurez y un deseo de vivir plenamente esta fase de la vida. Esta etapa, a menudo vista como de transición y reflexión, es presentada por Stevenson con una mirada serena y satisfecha, donde los tumultos de la juventud han dado paso a una tranquilidad más apreciada y valorada.

El deseo de Stevenson de “echar el ancla” durante veinte años en esta etapa de su vida refleja una voluntad de sumergirse y explorar profundamente las experiencias y sabiduría que ofrece la madurez. Contrasta esta fase con la juventud, recordada como hermosa pero complicada, sugiriendo que en la madurez, aunque persisten desafíos como las preocupaciones financieras, hay una paz inherente y una capacidad para disfrutar de la vida con mayor plenitud.

La imagen del “pequeño y animado café en un rincón del puerto” es poderosa. Simboliza un lugar de encuentro, reflexión y conversación profunda. Stevenson nos invita a sentarnos con él, compartir un paquete de tabaco y una copa, y dedicar tiempo a discutir sobre arte y mujeres, temas que sugieren una profundización en las pasiones y los placeres de la vida. Este escenario también sugiere una apertura al mundo y a las experiencias, donde el puerto, un lugar de llegada y partida, simboliza las numerosas posibilidades y caminos que aún están por explorar.

Este deseo de Stevenson de aprovechar y saborear la madurez puede ser un recordatorio de que cada etapa de la vida tiene su propio valor y belleza. Nos anima a apreciar el momento presente, con sus desafíos y alegrías, y a vivirlo con plenitud y curiosidad. La madurez, lejos de ser un declive hacia el final de la vida, se presenta como un período rico y fecundo, lleno de oportunidades para el crecimiento personal, la reflexión profunda y el disfrute de las complejidades de la vida.


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