En las primeras décadas del siglo XX, cuando el mundo apenas comenzaba a entrever las maravillas de la modernidad, una práctica peculiar emergió en el corazón de Estados Unidos, mezclando la innovación con la intimidad de la vida cotidiana. El servicio de paquetería postal, una reciente adición a la gama de servicios ofrecidos por el USPS, abrió las puertas a una posibilidad tan insólita como entrañable: el envío de niños por correo. En esta época de confianza implícita y comunidades estrechamente unidas, algunas familias vieron en este servicio una solución pragmática y económica para reunir a sus seres queridos.
A través de esta ventana a un pasado no tan lejano, nos encontramos con historias que rozan la incredulidad y la ternura. Desde pequeños aventureros con sellos pegados en sus ropas hasta viajes memorables en el compartimento de correo de los trenes, este capítulo de la historia postal estadounidense revela la profundidad de la ingeniosidad humana y la calidez de los lazos familiares. Estas narrativas, más allá de ser meras curiosidades, nos invitan a reflexionar sobre la evolución de nuestros sistemas de comunicación y transporte, y cómo estos moldean, de maneras inesperadas, las relaciones y experiencias humanas.


Imágenes DALL-E de OpenAI
“Niños por Correo: Un Capítulo Inusitado de la Historia Postal de EE.UU.”
El concepto de enviar niños por correo podría sonar como una anécdota sacada de una novela de ficción, pero en realidad, es un fragmento sorprendente y verdadero de la historia postal de Estados Unidos. Este episodio ocurrió en las primeras décadas del siglo XX, poco después de la introducción del servicio de paquetería postal en 1913.
El Servicio Postal de los Estados Unidos (USPS) inició el servicio de paquetería postal en 1913, permitiendo a los estadounidenses enviar paquetes de hasta 50 libras. Este nuevo servicio fue rápidamente adoptado por la población, aprovechando la red de distribución postal para enviar una amplia variedad de objetos, incluidos, en algunas raras ocasiones, niños.
Los casos documentados de niños enviados por correo eran, en su mayoría, maneras ingeniosas de los padres para que sus hijos viajaran cortas distancias. Los niños eran “enviados” con sellos adheridos a su ropa, y los carteros, a menudo conocidos por las familias, los llevaban a sus destinos. Estas situaciones no eran comunes, pero sí lo suficientemente notorias como para ser recordadas en la historia postal.
Uno de los casos más famosos fue el de una niña llamada May Pierstorff, quien en 1914, a la edad de cuatro años, fue “enviada” por correo a través de paquetería desde su hogar en Grangeville, Idaho, hasta la casa de sus abuelos en Lewiston, Idaho, una distancia de más de 70 millas. Sus padres pagaron 53 centavos por los sellos, que era el equivalente al costo de enviar un paquete de su peso por correo en ese momento. A May se le colocaron los sellos en su abrigo y fue acompañada por un cartero, viajando en el compartimento de correo del tren.
Esta práctica, aunque nunca fue oficialmente sancionada por el USPS, continuó hasta que regulaciones más estrictas sobre lo que podía ser enviado por correo fueron implementadas. En 1915, el Postmaster General emitió una prohibición explícita contra el envío de personas por correo, poniendo fin a esta curiosa práctica.
Este episodio de la historia postal estadounidense destaca no solo la ingenuidad y la adaptabilidad de las personas a los servicios disponibles, sino también la evolución de las regulaciones postales y de transporte. Además, refleja un tiempo en la sociedad estadounidense donde las comunidades eran lo suficientemente pequeñas y los carteros lo suficientemente de confianza como para que los padres se sintieran cómodos confiándoles el cuidado temporal de sus hijos.
Aunque hoy en día puede parecer una anécdota peculiar, en su momento, fue una solución pragmática para las necesidades de transporte dentro de las limitaciones y posibilidades de la época.
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