La filosofía hermética y oculta, con sus raíces en civilizaciones antiguas, ha sido una fuente inagotable de fascinación y misterio. Este vasto campo de estudio conecta lo visible con lo invisible, ofreciendo una perspectiva única sobre el universo y el ser humano. Sociedades secretas y órdenes esotéricas han protegido estos conocimientos, considerándolos demasiado poderosos para el público en general. Este artículo explora la cosmología hermética, la alquimia, y el lenguaje simbólico que define esta antigua tradición, revelando un camino de sabiduría y transformación espiritual.


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Imágenes DALL-E de OpenAI 

Desvelando los Secretos de la Filosofía Hermética y Oculta”


La filosofía hermética y oculta constituye un vasto y enigmático campo de estudio que ha fascinado a la humanidad durante milenios. Esta antigua tradición, que hunde sus raíces en las civilizaciones más remotas, se erige como un puente entre lo visible y lo invisible, entre lo mundano y lo divino. A lo largo de la historia, sociedades secretas y órdenes esotéricas han custodiado celosamente estos conocimientos, considerados demasiado poderosos para ser revelados al público en general.

La Masonería Hermética, heredera de esta sabiduría ancestral, se ha distinguido por su dedicación al estudio de las ciencias ocultas y la filosofía esotérica. Sus miembros, iniciados en los misterios herméticos, se embarcan en un viaje de autodescubrimiento y transformación espiritual, buscando desentrañar los secretos del cosmos y de la naturaleza humana.

El lenguaje hermético, un sistema de comunicación intrincado y multifacético, trasciende las limitaciones de la palabra escrita. Emplea símbolos, alegorías y enigmas para transmitir verdades profundas que escapan a la comprensión ordinaria. Este método de enseñanza, que apela tanto al intelecto como a la intuición, requiere de una “llave de lectura” especial, un conocimiento iniciático que permite descifrar los mensajes ocultos en imágenes y textos herméticos.

La cosmología hermética postula la existencia de tres mundos interconectados: el elemental, el celeste y el intelectual. Esta concepción tripartita del universo refleja la creencia en una realidad estratificada, donde cada nivel influye y es influido por los demás. El adepto hermético aspira a comprender y navegar estos planos de existencia, buscando la armonía y el equilibrio entre ellos.

Los cuatro elementos clásicos – agua, fuego, aire y tierra – ocupan un lugar central en la filosofía hermética. Considerados como las fuerzas primordiales de la creación, estos elementos se entrelazan en una danza cósmica de composición y descomposición. El fuego, visto como el principio activo por excelencia, se considera la fuerza vivificante que anima y transforma la materia. La tierra, en su papel pasivo, recibe y materializa las influencias celestes, actuando como matriz de toda manifestación física.

La numerología hermética, heredera de las enseñanzas pitagóricas, atribuye profundos significados y poderes a los números. Cada cifra es considerada una entidad viviente, portadora de cualidades específicas que influyen en el devenir del cosmos y en la vida humana. La unidad, representación de lo divino e indivisible, se considera la fuente de toda existencia. El ternario, símbolo de la tríada divina, se asocia con el alma del mundo y el espíritu humano. El septenario, número de gran poder tanto benéfico como maléfico, rige los ciclos naturales y espirituales.

El concepto del “monte de los filósofos” emerge como una poderosa metáfora del camino iniciático. Este monte místico, custodiado por guardianes simbólicos, representa el arduo ascenso hacia la iluminación espiritual. En su cima, se dice, se encuentra la fuente de la eterna juventud, símbolo del rejuvenecimiento espiritual y la trascendencia de las limitaciones humanas.

De manera similar, el “jardín de rosas filosófico” se presenta como un símbolo del conocimiento hermético supremo. Protegido por muros infranqueables y cerraduras inviolables, este jardín mítico solo se abre ante aquellos que han desarrollado las cualidades necesarias para acceder a sus secretos. La imagen de la “triple cerradura” sugiere los múltiples niveles de iniciación y comprensión que el aspirante debe superar.

La alquimia, arte hermético por excelencia, trasciende la mera búsqueda de la transmutación de metales. En su esencia, representa la transformación del ser humano, la purificación del alma y la elevación de la conciencia. El alquimista trabaja tanto con sustancias materiales como con energías sutiles, buscando la piedra filosofal, símbolo de la perfección espiritual y la unión con lo divino.

La filosofía hermética postula una visión holística del universo, donde todo está interconectado y cada parte refleja el todo. Esta concepción se expresa en el famoso axioma “Como es arriba, es abajo”, que sugiere una correspondencia fundamental entre los planos celestiales y terrenales. El microcosmos humano se considera un reflejo del macrocosmos universal, y el conocimiento de uno lleva al entendimiento del otro.

Los escritos de grandes figuras del hermetismo, como Enrique Cornelio Agrippa, Paracelso y Francisco Antonio Mesmer, han contribuido a enriquecer y diversificar esta tradición. Sus obras, a menudo codificadas y enigmáticas, continúan siendo objeto de estudio y debate entre los eruditos modernos. La “Filosofía Oculta” de Agrippa, en particular, se considera un texto seminal que sintetiza siglos de sabiduría hermética.

El concepto de la “armonía universal”, central en el pensamiento hermético, postula la existencia de una música cósmica que permea toda la creación. Esta idea, desarrollada por pensadores como Mesmer, sugiere que el ser humano puede sintonizarse con estas vibraciones cósmicas para alcanzar estados elevados de conciencia y salud.

La práctica de la taumaturgia, o el arte de realizar milagros, se considera una manifestación del poder del adepto hermético para manipular las fuerzas sutiles de la naturaleza. Sin embargo, se enfatiza que este poder debe ser utilizado con sabiduría y compasión, siempre en armonía con las leyes cósmicas.

La fisiología y la frenología, vistas desde la perspectiva hermética, ofrecen un enfoque holístico de la salud y la psicología humana. Se considera que el cuerpo físico es un reflejo del cuerpo sutil o energético, y que la comprensión de estas correspondencias puede llevar a métodos de curación y autoconocimiento más profundos.

El estudio del mundo sideral y su relación con la vida humana ocupa un lugar prominente en la filosofía hermética. La astrología hermética va más allá de la mera predicción, buscando comprender los patrones cósmicos que influyen en el destino individual y colectivo. Se considera que cada ser humano es un microcosmos que refleja y está influenciado por los movimientos de los cuerpos celestes.

La búsqueda de la perfección y la felicidad, objetivos últimos de la filosofía hermética, se concibe como un proceso de alineación con las leyes cósmicas y de realización del potencial divino inherente a cada ser humano. Este camino de autorrealización requiere disciplina, estudio y una profunda transformación interior.

Así pues, la filosofía hermética y oculta se presenta como un vasto sistema de conocimiento que abarca desde lo más terrenal hasta lo más sublime. Su estudio ofrece una perspectiva única sobre la naturaleza de la realidad, el propósito de la existencia humana y los misterios del cosmos.

A pesar de su antigüedad, o quizás debido a ella, estas enseñanzas continúan fascinando e inspirando a buscadores de todas las épocas, ofreciendo un camino de sabiduría y transformación para aquellos que se atreven a explorar sus profundidades.


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