Fray Bernardino de Sahagún, pionero en la etnografía, dejó un legado invaluable al documentar la vida de los pueblos mesoamericanos en el monumental Códice Florentino. Esta obra, fruto de la colaboración entre el fraile franciscano y sabios indígenas, ofrece una visión detallada y auténtica de las creencias, costumbres y organización social de los mexicas. Más que un simple registro, el Códice es un puente entre dos mundos: uno que preserva, y otro que busca transformar, la rica cultura prehispánica.
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Imágenes DALL-E de OpenAI
“La Conquista de México a Través del Códice Florentino: Voces y Visiones Indígenas”
Fray Bernardino de Sahagún (1499–1590) es una figura clave en la historiografía, antropología y etnografía de las culturas mesoamericanas. Su trabajo, el monumental Códice Florentino, es considerado no solo una de las primeras grandes obras etnográficas en la historia, sino también una de las más ricas fuentes documentales sobre la vida, costumbres, religión, organización social y conocimientos de los pueblos indígenas de Mesoamérica, especialmente los mexicas, o aztecas. Sahagún, un fraile franciscano, llegó a la Nueva España en 1529, menos de una década después de la caída de Tenochtitlan, y pasó el resto de su vida dedicado a la labor de evangelización y documentación de la realidad cultural que encontraba en los territorios conquistados por los españoles.
El trabajo de Sahagún es extraordinario por muchas razones, pero quizá lo más significativo es la metodología que empleó en la elaboración del Códice Florentino. Este documento, que consta de 12 libros escritos tanto en náhuatl como en español, es el resultado de un proceso colaborativo entre Sahagún y un grupo de tlacuilos indígenas (escribas y artistas). Esta colaboración intercultural permitió que el fraile pudiera recolectar información directamente de los pueblos originarios, evitando en gran medida las distorsiones que otros cronistas europeos introducían al imponer una visión externa, cristiana y occidentalizada sobre las culturas mesoamericanas. Sahagún, a pesar de su condición de misionero, se mostró interesado en preservar una visión lo más fidedigna posible de la cosmovisión indígena, lo cual convierte su obra en una fuente de incalculable valor histórico y antropológico.
Una de las innovaciones más notables de Sahagún es su enfoque sistemático y detallado, lo que lo ha llevado a ser considerado por algunos como uno de los primeros etnógrafos modernos. En lugar de limitarse a una descripción superficial de los aspectos más llamativos de las costumbres indígenas, Sahagún se esforzó por entender las estructuras más profundas que sostenían la vida cotidiana de los mexicas. Realizó cuestionarios a ancianos indígenas y recopiló un vasto caudal de conocimientos que abarcaba desde la medicina tradicional, hasta la religión, la economía, la política y la educación de los jóvenes. En este sentido, su trabajo trasciende el mero registro de una civilización “exótica” y se convierte en un análisis complejo y multidimensional de una sociedad en su totalidad.
El Códice Florentino tiene una estructura que refleja la magnitud y diversidad de los intereses de Sahagún. Cada uno de sus libros aborda un tema específico. El primero trata sobre los dioses, el segundo sobre los rituales religiosos, el tercero sobre el origen de los dioses y la creación del mundo, el cuarto sobre las fiestas religiosas, el quinto sobre agüeros y pronósticos, el sexto sobre los discursos morales y filosóficos, el séptimo sobre la astronomía y el calendario, el octavo sobre el reinado de Moctezuma, el noveno sobre los mercaderes y su comercio, el décimo sobre la gente común, el undécimo sobre la flora y fauna de la región y el duodécimo sobre la conquista de México. Este último libro es, probablemente, uno de los más fascinantes, ya que incluye una crónica indígena de la caída de Tenochtitlan, una versión que contrasta profundamente con la narrativa heroica y eurocéntrica que Cortés y otros conquistadores habían promovido en Europa.
A pesar de sus esfuerzos por preservar el conocimiento indígena, Sahagún nunca abandonó su papel como misionero. De hecho, uno de sus principales objetivos era utilizar su conocimiento sobre las creencias y prácticas indígenas para facilitar la evangelización. Su esperanza era que, al entender mejor las creencias de los pueblos originarios, los misioneros cristianos podrían encontrar formas más efectivas de enseñar el cristianismo y erradicar lo que consideraban supersticiones y prácticas paganas. Esta tensión entre la preservación cultural y la evangelización cristiana se manifiesta a lo largo del Códice Florentino. Por un lado, Sahagún documenta con asombroso detalle los rituales religiosos, las prácticas medicinales y las estructuras políticas de los mexicas; por otro lado, estos mismos aspectos son condenados como heréticos y paganos en sus comentarios. Sin embargo, esta dualidad no resta valor a su obra, sino que subraya la complejidad del proceso colonial en sí mismo, un proceso que estuvo marcado tanto por la violencia como por la curiosidad intelectual y la adaptación cultural.
En términos de estilo y técnica, el Códice Florentino también destaca por su combinación única de texto e imagen. Los tlacuilos indígenas que trabajaron junto a Sahagún realizaron cientos de ilustraciones detalladas que acompañan el texto, proporcionando no solo una fuente visual invaluable para los estudiosos contemporáneos, sino también una demostración del sincretismo cultural que estaba ocurriendo en la Nueva España. Las ilustraciones, a pesar de estar influenciadas por las técnicas artísticas europeas, conservan muchos de los elementos estéticos y simbólicos de la tradición mesoamericana. En muchos casos, estas imágenes ofrecen más información de la que se puede captar solo a través del texto, funcionando como una especie de traducción visual del pensamiento indígena. De este modo, el Códice Florentino es tanto un documento escrito como una obra de arte visual.
La importancia del Códice Florentino no se limita a su contenido. También debe considerarse dentro del contexto más amplio del proceso colonial español y el esfuerzo más amplio de los misioneros franciscanos por registrar y comprender las culturas indígenas. Sahagún fue uno de varios misioneros que participaron en esta empresa, pero su obra es única por su alcance y profundidad. Otros cronistas, como Diego Durán o Toribio de Benavente, también escribieron sobre los pueblos indígenas de México, pero ninguno lo hizo con el rigor sistemático ni la amplitud de Sahagún. Además, mientras muchos de estos cronistas estaban más interesados en las hazañas militares de los conquistadores, Sahagún dedicó la mayor parte de su obra a describir la vida cotidiana de los mexicas, sus creencias religiosas y su organización social. En este sentido, el Códice Florentino es una ventana al mundo indígena tal como existía antes de la llegada de los europeos, una visión que ha sido fundamental para los estudios contemporáneos de la historia y antropología de América Latina.
A lo largo de los siglos, la obra de Sahagún ha sido objeto de diversos análisis y debates académicos. Durante mucho tiempo, su obra fue ignorada o malinterpretada por los estudiosos europeos, quienes la consideraban simplemente una curiosidad etnográfica. No fue hasta el siglo XX que los antropólogos comenzaron a reconocer el verdadero valor del Códice Florentino como una fuente primaria sobre las culturas mesoamericanas. Hoy en día, la obra de Sahagún es estudiada tanto por su contenido como por su metodología. Los estudiosos contemporáneos han destacado su enfoque interdisciplinario, que combina elementos de la historia, la etnografía, la lingüística y la teología. Además, su trabajo ha sido clave para la revitalización del náhuatl como lengua de estudio académico y para la comprensión del pensamiento indígena prehispánico y su transformación tras la conquista.
Así pues, el Códice Florentino de Fray Bernardino de Sahagún es una obra de singular importancia en la historia de las ciencias humanas. Su enfoque metódico y riguroso, su interés por la preservación del conocimiento indígena y su colaboración con intelectuales indígenas hacen de esta obra un testimonio inigualable de la vida y cultura de los pueblos mesoamericanos. A través de sus 12 libros, Sahagún ofrece una visión compleja y multifacética de una civilización que estaba en el proceso de ser destruida y transformada por la colonización.
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