Arthur Schopenhauer, en su exploración sobre el arte de la lectura, nos invita a discernir entre lo que debemos y no debemos leer. Según él, los malos libros son como veneno intelectual, capaces de corromper la mente más que enriquecerla. Este ensayo examina su perspectiva, enfocándonos en cómo su consejo sigue siendo relevante hoy en día, en una era saturada de información. Descubramos cómo, al seleccionar cuidadosamente nuestros libros, podemos cultivar una mente más profunda y una vida intelectual más rica.
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Imágenes DALL-E de OpenAI
Schopenhauer y el Arte de No Leer: Un Ensayo sobre la Sabiduría en la Lectura
Arthur Schopenhauer, conocido como uno de los filósofos más pesimistas del siglo XIX, nos dejó un legado en sus reflexiones no solo sobre la condición humana y el sufrimiento, sino también sobre el arte de leer y, especialmente, de no leer. En sus textos, particularmente en Parerga y Paralipómena, nos exhorta a cultivar el discernimiento cuando se trata de los libros, reconociendo que no solo es importante saber qué leer, sino también qué evitar. Para Schopenhauer, el mal uso de nuestro tiempo, en este caso, al leer malos libros, representa una de las grandes tragedias de la vida intelectual.
El consejo de Schopenhauer de evitar los “malos libros” no es una recomendación trivial, sino una advertencia crucial que revela la importancia de la calidad en el proceso de absorción de conocimiento. Según él, los malos libros no solo son un desperdicio de tiempo, sino que también tienen la capacidad de corromper la mente. Los considera como una especie de “veneno intelectual”, un término que pone de manifiesto su visión casi moralista sobre los peligros de la lectura indiscriminada. Al igual que un veneno físico que puede deteriorar el cuerpo, los malos libros degradan el intelecto, bloqueando el acceso a ideas más profundas y valiosas.
Schopenhauer entendía que la vida es breve y que el tiempo, aunque no lo parezca, es limitado para quien desea alcanzar una verdadera comprensión del mundo. Este es uno de los pilares de su filosofía sobre la lectura. De hecho, la rapidez con la que el ser humano tiende a llenar su tiempo con actividades triviales, o peor aún, con distracciones intelectuales mediocres, era algo que el filósofo consideraba como una de las grandes fallas de su época, y posiblemente de cualquier época futura. Para él, el acto de leer debía ser un ejercicio serio, meditado y profundamente selectivo. No se trata simplemente de consumir páginas, sino de dejar que las páginas elegidas cuidadosamente nutran la mente de una forma reflexiva y transformadora.
En este sentido, Schopenhauer es radical: no basta con leer mucho. De hecho, la cantidad de libros leídos es irrelevante si estos no son obras que inviten a la contemplación y la reflexión. Para el filósofo alemán, los clásicos, ya sea de la literatura europea o de las tradiciones orientales como las escrituras védicas de la India, representan lo mejor del pensamiento humano, un cúmulo de sabiduría que ha sido destilado a lo largo de siglos. Estas obras, que sobreviven al tiempo, son las únicas dignas de ocupar la atención de un lector serio.
Leer, según Schopenhauer, no es una actividad pasiva; exige la participación activa del lector. En una época en la que la disponibilidad de libros estaba limitada a quienes tenían acceso a bibliotecas o a los afortunados con recursos para adquirirlos, Schopenhauer enfatizaba que la verdadera riqueza no residía en la cantidad de libros poseídos, sino en el valor de los pocos libros que realmente se leían y, sobre todo, en cómo se leían. Esta última parte es esencial: para Schopenhauer, el lector no solo debe ser un consumidor de ideas, sino también un creador de pensamientos. Es en la capacidad de cuestionar, analizar y sintetizar el contenido de lo leído donde se encuentra el verdadero arte de la lectura.
Este enfoque crítico hacia la lectura estaba profundamente influido por la propia experiencia de Schopenhauer como lector. A lo largo de su vida, tuvo la fortuna de dedicarse casi por completo al estudio de las grandes obras filosóficas, literarias y científicas. Sin embargo, no todas las obras merecían su atención. Al igual que la vida, el tiempo es un recurso finito y debe ser administrado sabiamente. Esta es una de las razones por las que Schopenhauer defendía la necesidad de “no leer” o de evitar conscientemente ciertos libros.
El arte de no leer, por tanto, es una estrategia que apunta a la calidad en lugar de la cantidad. No se trata de rechazar la lectura en general, sino de reconocer que la mente tiene límites y que es más beneficioso llenarla con las mejores ideas y conocimientos que han sido producidos por la humanidad. De hecho, los malos libros, en opinión de Schopenhauer, tienden a diluir la capacidad crítica del lector. Cuantos más libros de poca calidad se leen, más difícil se vuelve apreciar y entender las verdaderas joyas del pensamiento. En este sentido, leer sin discernimiento puede ser más peligroso que no leer en absoluto.
El discernimiento al leer es también una extensión de la filosofía más amplia de Schopenhauer sobre la vida. Para él, la capacidad de observar el mundo con claridad, sin ilusiones ni autoengaños, era crucial para alcanzar cualquier tipo de sabiduría o comprensión. Del mismo modo, solo a través de una lectura cuidadosa y selectiva se puede alcanzar una verdadera comprensión de las ideas importantes. Este enfoque tiene paralelismos con su visión del arte, en la que distinguía entre lo que llamaba arte elevado y lo que era mera distracción estética.
En su tiempo, Schopenhauer observaba que el mercado literario ya estaba saturado con lo que él llamaba “libros malos”, aquellos que simplemente seguían las modas de la época o que se publicaban sin ninguna intención de aportar algo significativo al lector. Estos libros, según él, no solo robaban tiempo, sino que también llenaban la mente con trivialidades que impedían un pensamiento más profundo. La lectura de estos textos mediocres podría, eventualmente, nublar la mente de un lector desprevenido, reduciendo su capacidad para juzgar correctamente lo que realmente vale la pena leer.
Esta postura, que podría parecer elitista en un primer análisis, se fundamenta en una profunda preocupación por la calidad de vida intelectual. Para Schopenhauer, la verdadera educación no consiste en saber un poco de todo, sino en saber mucho de las mejores cosas. La proliferación de libros malos o mediocres solo distrae y confunde, mientras que los buenos libros, aquellos que contienen las mejores ideas, nos permiten ampliar nuestras capacidades intelectuales, espirituales y emocionales.
Schopenhauer también era consciente de que su visión del arte de leer y no leer no sería popular. Vivió en una época en la que la democratización del conocimiento a través de la imprenta había hecho posible que más personas accedieran a libros, y muchos podrían haber argumentado que cualquier lectura era mejor que ninguna. Sin embargo, él sostenía que no todo conocimiento era valioso y que, en muchos casos, era mejor abstenerse de leer que llenar la mente de ideas que oscurecen en lugar de iluminar.
En última instancia, Schopenhauer nos recuerda que el acto de leer debe estar motivado por el deseo de sabiduría, no por el simple placer de ocupar el tiempo. El verdadero lector es aquel que se acerca a los libros con un espíritu de reverencia y cuidado, sabiendo que lo que consume afectará profundamente su manera de pensar y de ver el mundo. La advertencia de Schopenhauer sobre los peligros de leer sin criterio es, entonces, una invitación a todos nosotros a cultivar un enfoque más deliberado y reflexivo hacia la lectura. Así como elegimos cuidadosamente nuestros alimentos para mantener la salud de nuestro cuerpo, también debemos seleccionar nuestros libros para nutrir adecuadamente nuestra mente.
El arte de no leer, tal como lo propone Schopenhauer, es una forma de autodisciplina que nos permite proteger nuestra mente de la mediocridad y del ruido intelectual. Nos invita a buscar lo mejor que el mundo ha producido y a ignorar lo que no vale la pena. Esta es una lección que sigue siendo válida en nuestros días, donde la información abunda, pero la sabiduría sigue siendo rara. Así, Schopenhauer nos guía hacia una vida de lectura más plena y significativa, donde el verdadero conocimiento puede florecer en la quietud y la reflexión cuidadosa.
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