Imagina regresar al lugar donde amaste y sufriste con igual intensidad. Así inicia El círculo de Oscar Cerruto, donde Vicente vuelve, tras dos años de ausencia, a una ciudad y a un amor que aún lo atormentan. Oscura y fría, la noche que lo envuelve refleja su propio caos emocional. Al buscar a Elvira, se enfrenta a la sombra de un amor marcado por celos y obsesión. Cerruto explora cómo el pasado puede atraparnos en un ciclo sin fin, donde los sentimientos no mueren, solo se transforman en ecos profundos de deseo y dolor.


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El retorno y el eco del amor en “El círculo” de Oscar Cerruto: una exploración de la obsesión, el desencuentro y la búsqueda de sentido


En El círculo de Oscar Cerruto, Vicente vuelve a una ciudad que le es conocida, pero de la que también ha huido. En la gélida oscuridad de una noche que parece anticipar los conflictos internos que enfrenta, busca a Elvira, una figura que representa no solo el amor perdido sino también el eco de un pasado inacabado. El contexto de su regreso, después de dos años de ausencia, plantea preguntas profundas sobre el sentido de volver, sobre el poder de los recuerdos y sobre la capacidad de los seres humanos para enfrentar sus propios demonios.

Desde los primeros instantes del reencuentro, Cerruto sugiere que la noche, fría y oscura, refleja el estado emocional de Vicente. Esta elección no es trivial: el ambiente sombrío es una extensión de las emociones no resueltas, de las pasiones enterradas bajo capas de orgullo y de los miedos latentes que ambos personajes intentan ocultar. La llegada de Vicente a la ciudad, y luego a la casa de Elvira, recrea una especie de descenso al pasado, un retorno a las raíces de un amor que se ha visto empañado por la distancia y por la sombra de los celos. Este descenso es, además, una metáfora de la inevitable confrontación con los aspectos más oscuros de sí mismo. Vicente se encuentra cara a cara no solo con Elvira, sino con su propio reflejo en ella, con las heridas abiertas y las cicatrices que no han sanado en el tiempo transcurrido.

La figura de Elvira se presenta, por su parte, como una combinación de misterio y contradicción. Ella es pálida y distante, y esta distancia emocional parece anticipar el fracaso de cualquier intento de reconciliación o de comprensión mutua. La imagen de una Elvira más contenida, aparentemente apaciguada, crea en Vicente una tensión latente, pues espera, en cualquier momento, las explosiones de celos que tanto lo hicieron sufrir en el pasado. Sin embargo, Elvira no se muestra tan emocionalmente volátil como él la recordaba. Esta aparente calma en ella genera una inquietud mayor, como si la paz que ella transmite no fuera más que una máscara para ocultar emociones profundas, resentimientos reprimidos y sentimientos no resueltos. Elvira, de hecho, encarna la ambivalencia del amor y del odio, siendo al mismo tiempo una fuente de deseo y de temor para Vicente.

La conversación entre ellos no es fluida; está llena de silencios significativos y de emociones contenidas, casi como si el lenguaje fuera insuficiente para expresar la densidad de los sentimientos que ambos albergan. En este juego de palabras y silencios, se despliega un drama psicológico que revela la imposibilidad de cerrar completamente un ciclo de amor y desamor. Vicente, al retornar, esperaba una confrontación definitiva o, tal vez, una liberación; sin embargo, lo que encuentra es un terreno ambiguo, donde los límites entre el amor y el resentimiento son difusos. Este es el “círculo” al que alude Cerruto: una espiral de emociones que se repiten, de patrones que regresan una y otra vez, atrapando a los personajes en un bucle de deseo y decepción.

Un elemento crucial en esta narrativa es el beso entre Vicente y Elvira, que actúa como un detonante para revivir las llamas de una pasión que, aunque parecía extinguida, permanecía latente. Este gesto, cargado de simbolismo, resucita los recuerdos de un amor intenso, un amor que, aunque destructivo, los definió y marcó. Sin embargo, este renacimiento no es tanto una oportunidad de reconciliación como una muestra de la naturaleza cíclica de sus emociones. El beso no representa una resolución, sino una reafirmación de la tragedia de su relación, donde cada acercamiento es también un recordatorio de las razones por las que se alejaron. La paradoja del amor que se niega a morir, pese a su carácter destructivo, es central en la construcción de estos personajes y en la forma en que Cerruto plantea el tema del círculo vicioso de las relaciones tóxicas.

Vicente y Elvira son personajes que encarnan la complejidad de los vínculos humanos, especialmente aquellos marcados por la dependencia emocional y los conflictos no resueltos. Cerruto muestra cómo el tiempo no necesariamente cura las heridas, sino que, en ocasiones, las convierte en cicatrices que duelen aún más cuando son tocadas. La ausencia no fue suficiente para disolver la intensidad de sus sentimientos; al contrario, la distancia parece haber fortalecido el eco de su relación pasada, convirtiendo cada recuerdo en una fuente de dolor y de atracción simultáneamente. La relación entre ambos se convierte así en un estudio sobre la obsesión, sobre cómo el deseo de poseer al otro se mezcla con el temor a ser destruido por él. En este sentido, El círculo nos plantea una visión pesimista, donde el amor y el odio se funden en una mezcla indisoluble que encierra a los amantes en un juego cruel y eterno.

Al final, el regreso de Vicente no es un acto de valentía ni un intento de redención, sino más bien un reconocimiento de su propia incapacidad para dejar el pasado atrás. El vínculo con Elvira se convierte en un reflejo de sus propias debilidades, de sus miedos y de su necesidad de encontrar un sentido a su existencia a través del otro. Cerruto, a través de esta narrativa, explora la naturaleza autodestructiva de las relaciones marcadas por el conflicto emocional y el deseo incontrolable. El círculo, entonces, no es solo la historia de un reencuentro amoroso, sino una metáfora de la condición humana, de esa tendencia a regresar una y otra vez a los mismos errores, a buscar en el otro una respuesta que, en realidad, solo se puede hallar en uno mismo.

La obra de Cerruto nos invita a reflexionar sobre las cadenas invisibles que atan a las personas a sus emociones más oscuras, y sobre cómo el amor puede convertirse en una trampa de la que es difícil escapar.


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