En el cruce entre lo poético y lo conceptual, la filosofía emerge como un fenómeno único que desafía toda clasificación. Más que un método de conocimiento, es una creación viva que transforma la realidad en imágenes y conceptos, uniendo lo visible y lo abstracto. Nietzsche la define como un arte mítico y una ciencia que no envejece, capaz de desafiar los límites de la experiencia humana. Aquí, exploraremos cómo la filosofía reconfigura el saber, abriendo caminos hacia nuevas formas de interpretación y creación.
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Imágenes DALL-E de OpenAI
Existe gran perplejidad a la hora de decidir si la filosofía es un arte o una ciencia. Es arte en sus fines y en su realización, pero comparte con la ciencia el medio, la representación mediante conceptos. Es una forma de arte poético. No se la debe clasificar, por lo cual deberíamos encontrar y caracterizar una categoría.
La fisiografía del filósofo. Conoce poetizando y poetiza conociendo. No crece, quiero decir, la filosofía no sigue el curso de las otras ciencias, ni siquiera en el caso de que ciertos dominios del filósofo pasen gradualmente a manos de la ciencia. Heráclito no puede envejecer. Es la poesía fuera de los límites de la experiencia, prolongación del instinto mítico; también básicamente en imágenes. La representación matemática no pertenece a la naturaleza de la filosofía. Superación del saber por fuerzas creadoras de mitos. Notable Kant: saber y ciencia. Afinidad profunda entre los filósofos y los fundadores de religiones.
Extraño problema: descomposición de los sistemas filosóficos. Inaudito, tanto para la ciencia como para el arte. Con las religiones ocurre algo parecido: esto es lo notable y lo característico.
Nuestro entendimiento es una fuerza de superficie, es superficial. Esto se llama también «subjetivo». Conoce mediante conceptos, es decir, nuestro pensamiento consiste en clasificar, en denominar. Se trata, por tanto, de algo que remonta a una arbitrariedad del hombre y que no llega a la cosa en cuanto tal. El hombre alcanza un conocimiento absoluto únicamente a base de cálculo y en las formas del espacio; los límites últimos de todo lo cognoscible son cantidades. El hombre no comprende ninguna cualidad; sólo una cantidad.
¿Cuál puede ser la finalidad de tal fuerza de superficie? Al concepto corresponde ante todo la imagen; las imágenes son pensamiento primitivo, es decir, las superficies de las cosas concentradas en el espejo del ojo.
La imagen es una cosa y el problema aritmético otra.
¡Imágenes en el ojo humano! Esto domina todo el ser humano: ¡desde el ojo!
¡Sujeto! ¡El oído escucha el sonido! Una concepción completamente distinta, maravillosa, del mismo mundo.
El arte descansa en la imprecisión de la visión.
También en el oído hay imprecisión en cuanto al ritmo, temperatura, etc. He aquí otra nueva base del arte.
Se trata de una fuerza en nosotros que nos hace percibir con más intensidad los grandes rasgos de la imagen del espejo y también de una fuerza que acentúa el mismo ritmo más allá de la imprecisión real. Tiene que ser una fuerza artística porque crea. Su medio principal consiste en omitir, no ver y no oír. Por tanto es anticientífica, ya que no manifiesta el mismo interés por todo lo percibido.
La palabra sólo contiene una imagen; de ahí el concepto. En consecuencia, el pensamiento cuenta con magnitudes artísticas. Toda denominación es una tentativa de alcanzar la imagen.
Mantenemos una relación superficial respecto de todo ser verdadero, hablamos el lenguaje del símbolo, de la imagen. A continuación añadimos algo con fuerza creadora, reforzando los rasgos principales y olvidando los accesorios.
Apología del arte.— Nuestra vida pública, política y social desemboca en un equilibrio de egoísmos: solución del problema relativo al modo de lograr una existencia soportable sin ninguna fuerza de amor, puramente por la prudencia de los egoísmos interesados.
Nuestra época siente odio al arte como lo siente a la religión. No admite un arreglo ni por una referencia al más allá ni por una referencia a la transfiguración del mundo del arte. Para ella todo esto es «poesía» estéril, diversión, etc. Nuestros «poetas» están a la altura de las circunstancias. Pero ¡el arte en cuanto algo terriblemente serio! ¡La nueva metafísica en cuanto algo terriblemente serio!
Pretendemos transformarnos el mundo a base de imágenes hasta el punto de hacernos temblar. Esto sí que está en nuestras manos. Si os tapáis los oídos vuestros ojos verán nuestros mitos. Nuestras maldiciones os alcanzarán. La ciencia tiene que demostrar ahora su utilidad. Se ha convertido en una nodriza y está al servicio del egoísmo: el Estado y la sociedad la han tomado a su servicio con el fin de explotarla para sus fines.
Friedrich Nietzsche,
El libro del filósofo" o Das Philosophenbuch.
La Filosofía como Arte Poético y Ciencia Creativa: Hacia una Nueva Comprensión del Saber
El debate sobre la naturaleza de la filosofía ha persistido durante siglos, oscilando entre su clasificación como un arte o una ciencia. En su esencia más profunda, la filosofía parece resistir cualquier intento de categorización rígida, erigiéndose como una forma única de conocimiento que transita entre los reinos del arte y la ciencia. Este ensayo, inspirado por las reflexiones de Friedrich Nietzsche en El libro del filósofo, se propone explorar cómo la filosofía trasciende estas etiquetas tradicionales y se convierte en una fuerza creativa que moldea nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos.
La filosofía no progresa como las ciencias naturales ni envejece como las artes, pues sus preguntas fundamentales permanecen siempre actuales. Heráclito no puede envejecer, dice Nietzsche, porque la filosofía se encuentra arraigada en una especie de poesía mítica que supera los límites de la experiencia empírica. Es una prolongación del instinto mítico, profundamente enraizada en imágenes que iluminan los conceptos. En este sentido, la filosofía no se equipara a la matemática, que representa el mundo mediante cálculos precisos. Al contrario, la filosofía se sitúa más allá de la precisión cuantitativa, navegando en la imprecisión creadora del arte.
La Fisiografía del Filósofo: Entre la Poesía y el Conocimiento
El filósofo, según Nietzsche, es un poeta que conoce poetizando y poetiza conociendo. Esta doble naturaleza lo distingue tanto del científico como del artista puro, ya que su actividad trasciende las formas tradicionales de representación. Mientras la ciencia busca clasificar y medir el mundo, y el arte resalta la experiencia subjetiva, el filósofo opera en una intersección en la que ambos dominios se entremezclan. Aquí, las imágenes no son meramente ornamentales, sino que forman el núcleo mismo del pensamiento filosófico. La palabra, como apunta Nietzsche, contiene una imagen que se convierte en concepto, y es en este proceso donde la filosofía encuentra su potencia creadora.
Nuestro entendimiento, que Nietzsche describe como una “fuerza de superficie”, sólo puede captar las cosas a través de conceptos, lo que implica una arbitrariedad inherente. Esta superficialidad, sin embargo, no debe entenderse como una limitación, sino como una característica distintiva de nuestra relación con el mundo. La imagen y el concepto son herramientas mediante las cuales transformamos la realidad, creando significados que nos permiten habitarla. En este sentido, la filosofía no busca una verdad última, sino que se dedica a crear mitos y narrativas que doten de sentido a nuestra existencia.
Filosofía, Religión y Arte: Afinidades y Contrastes
Nietzsche señala una profunda afinidad entre los filósofos y los fundadores de religiones, quienes también operan mediante la creación de mitos. Sin embargo, mientras la religión busca establecer verdades absolutas y trascendentes, la filosofía permanece en un estado de continua interrogación. La descomposición de los sistemas filosóficos, un fenómeno inaudito tanto en la ciencia como en el arte, revela esta característica única. Los sistemas filosóficos no se desmoronan porque sean falsos, sino porque su verdad es siempre provisional, abierta a reinterpretaciones y reconstrucciones.
El arte, por su parte, descansa en la imprecisión de la percepción, en la capacidad de omitir, deformar y transformar lo real. Esta fuerza artística es, según Nietzsche, esencialmente anticientífica, ya que no busca una representación objetiva del mundo, sino que enfatiza los grandes rasgos y olvida los detalles secundarios. Es aquí donde la filosofía comparte su naturaleza con el arte, utilizando la creación de imágenes y conceptos como herramientas para interpretar y transformar la realidad.
La Ciencia al Servicio del Egoísmo y la Filosofía como Metafísica del Futuro
En el contexto contemporáneo, Nietzsche critica cómo la ciencia ha sido subordinada a los intereses del Estado y la sociedad, convirtiéndose en una nodriza al servicio del egoísmo colectivo. La ciencia, que alguna vez fue una búsqueda desinteresada del conocimiento, se ha reducido a una herramienta pragmática para resolver problemas inmediatos. En contraste, la filosofía, al igual que el arte, mantiene su carácter radical y transformador. Es una “nueva metafísica” que se enfrenta al nihilismo de la modernidad, ofreciendo no soluciones prácticas, sino mitos que nos hacen temblar, que reconfiguran nuestra percepción del mundo.
La filosofía, en este sentido, no se conforma con describir el mundo tal como es, sino que busca imaginar cómo podría ser. Su finalidad no es simplemente conocer, sino crear, transformando nuestra relación con la realidad a través de imágenes y conceptos. Al hacerlo, la filosofía se convierte en un arte poético que trasciende las categorías tradicionales, uniendo el conocimiento y la creación en una única actividad.
La Fuerza Creativa de la Filosofía: Más Allá de la Superficialidad
En última instancia, la filosofía no puede ser reducida a una ciencia ni a un arte, porque opera en un nivel diferente. Su tarea no es describir el mundo con precisión ni expresar emociones subjetivas, sino explorar los límites de lo cognoscible y lo imaginable. Es una fuerza creativa que utiliza la superficialidad de nuestro entendimiento para alcanzar una profundidad que ninguna otra forma de conocimiento puede igualar.
La filosofía es, como concluye Nietzsche, una nueva metafísica que toma al arte como su modelo, no porque sea irracional o emocional, sino porque reconoce que todo conocimiento es, en última instancia, una creación. Es un arte poético que, al igual que la poesía, utiliza el lenguaje simbólico para expresar verdades que van más allá de las palabras, tocando las fibras más profundas de nuestra existencia.
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