La filosofía no nace en libros ni en cátedras; brota de la esencia misma del ser humano. Cada pregunta que nos hacemos —sobre quiénes somos, qué nos rodea y hacia dónde vamos— es un acto de filosofar, aunque no lo reconozcamos como tal. Karl Jaspers desafió la idea de que esta actividad pertenece a las élites académicas, señalando que su origen está en la existencia, en las luchas cotidianas y en las grandes transformaciones históricas. Filosofar es, antes que nada, vivir y cuestionar, en cualquier tiempo y lugar.
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"Tenemos que librarnos de la idea de que el filosofar sea en sí y esencialmente una incumbencia de profesores. Es una cosa del hombre tal cual es, en todas las condiciones y circunstancias, del esclavo lo mismo que del señor. Únicamente comprendemos las manifestaciones históricas de la verdad dentro del mundo en que brotaron y del destino de los hombres que las concibieron. Si estas manifestaciones son lejanas y extrañas a las nuestras, justamente por ello nos resultan ilustrativas. Tenemos que escrutar el pensamiento filosófico y al pensador en la viva realidad de ambos. La verdad no se cierne flotando suelta en el aire de la abstracción, sustentándose a sí misma" («La filosofía desde el punto de vista de la existencia»; México D. F.: Fondo de Cultura Económica, 2013 [1949], página 134).
Karl Jaspers
La filosofía como empresa universal: un examen desde la existencia
La afirmación de Karl Jaspers respecto a la universalidad del filosofar nos invita a repensar la esencia misma de la filosofía como una actividad inherente a la condición humana, trascendiendo la esfera académica o profesional. Esta visión, profundamente arraigada en el existencialismo, nos interpela a reconsiderar el carácter vital y cotidiano de la reflexión filosófica, situándola en el núcleo de la experiencia humana. En este ensayo, exploraremos esta perspectiva desde múltiples ángulos, abordando tanto su fundamentación histórica como su relevancia contemporánea, y mostrando cómo la filosofía se entrelaza con las realidades sociales, culturales y existenciales de quienes la practican.
El punto de partida de Jaspers radica en la idea de que la filosofía no es exclusiva de los académicos, sino una actividad inherente a la naturaleza humana. En este sentido, el filósofo alemán nos invita a recordar que las grandes preguntas que alimentan el pensamiento filosófico —el sentido de la vida, la naturaleza de la realidad, la justicia, la libertad— no son meras abstracciones teóricas, sino preocupaciones profundamente humanas que atraviesan todas las épocas y culturas. Desde los antiguos esclavos que meditaban sobre su destino bajo las estrellas del mundo griego hasta los trabajadores contemporáneos que reflexionan sobre su lugar en una economía globalizada, la filosofía es un acto de confrontación con la realidad.
La verdad como fenómeno histórico y humano
Jaspers subraya que la verdad no existe en el vacío, sino que siempre emerge en un contexto histórico y cultural específico. Este enfoque contextualista rechaza la noción de verdades eternas flotando en un éter abstracto, una crítica que podría extenderse tanto al idealismo absoluto como al positivismo científico. Por ejemplo, en la Grecia clásica, el logos socrático surgió en un momento de crisis política y cultural, mientras que el racionalismo cartesiano respondió a las incertidumbres de la Revolución Científica. Asimismo, las filosofías del siglo XX —como el existencialismo y el marxismo— fueron moldeadas por las catástrofes de las guerras mundiales y las luchas por la emancipación social.
Esta relación intrínseca entre filosofía y contexto histórico no implica, sin embargo, un relativismo absoluto. Jaspers sostiene que las manifestaciones históricas de la verdad pueden iluminar nuestras propias realidades, precisamente porque son diferentes de las nuestras. Al escrutar el pensamiento de un filósofo, no solo accedemos a sus ideas, sino también a la realidad viva en la que surgieron. En este sentido, comprender a un pensador es un acto de empatía histórica, una apertura al otro que nos permite expandir nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos.
Filosofía como praxis existencial
Para Jaspers, la filosofía no es simplemente un ejercicio intelectual, sino una praxis profundamente arraigada en la existencia humana. Este enfoque está en consonancia con su insistencia en que el filosofar es una tarea universal. La filosofía, argumenta, no se limita a resolver problemas abstractos, sino que está íntimamente vinculada con el “ser-en-el-mundo”, la manera en que los individuos experimentan y enfrentan su propia existencia. Así, el filosofar se convierte en un medio para explorar y enfrentar los límites de la vida humana: la muerte, el sufrimiento, la libertad y la trascendencia.
Por ejemplo, en los campos de concentración nazis, algunos prisioneros recurrieron a la filosofía como una forma de resistencia espiritual, reflexionando sobre el sentido de la vida incluso en medio del sufrimiento extremo. Viktor Frankl, influido por corrientes existencialistas como las de Jaspers y Heidegger, desarrolló su logoterapia precisamente a partir de estas experiencias. Este ejemplo extremo ilustra cómo la filosofía puede emerger como un acto de supervivencia, como un intento de encontrar sentido en situaciones donde todo parece perdido.
La filosofía en la contemporaneidad
En el siglo XXI, la afirmación de Jaspers sobre la universalidad del filosofar adquiere una relevancia renovada. En un mundo caracterizado por la globalización, las crisis ecológicas y la revolución tecnológica, las preguntas filosóficas fundamentales se han vuelto más urgentes que nunca. ¿Qué significa ser humano en una era de inteligencia artificial? ¿Cómo debemos entender nuestra relación con la naturaleza en el contexto del cambio climático? ¿Qué implica la justicia en un mundo marcado por desigualdades extremas?
Estas preguntas no pueden ser resueltas únicamente desde los confines de la academia. Al contrario, requieren la participación activa de todas las personas, independientemente de su formación o posición social. En este sentido, la filosofía se convierte en una herramienta para la emancipación y la transformación social. Movimientos como el feminismo, el anticolonialismo y el ambientalismo han incorporado elementos filosóficos en sus luchas, demostrando que el filosofar no solo es relevante, sino también necesario para enfrentar los desafíos de nuestro tiempo.
Filosofía y comunicación digital
En la era de la comunicación digital, la universalidad del filosofar adquiere nuevas dimensiones. Las redes sociales, los blogs y los podcasts han democratizado el acceso a las ideas filosóficas, permitiendo que personas de todo el mundo participen en debates que antes estaban reservados para las élites académicas. Al mismo tiempo, estos medios presentan desafíos, como la difusión de ideas superficiales o la polarización ideológica. No obstante, el potencial de estas plataformas para fomentar el diálogo y la reflexión crítica es innegable, y representa una oportunidad única para revitalizar la filosofía como una práctica viva y accesible.
Reflexión final
Karl Jaspers nos recuerda que la filosofía no es un lujo intelectual ni un privilegio reservado para unos pocos, sino una actividad esencialmente humana. Al rechazar la idea de que el filosofar es exclusivamente una incumbencia de profesores, Jaspers nos invita a abrazar la filosofía como un acto cotidiano de resistencia, exploración y creación de sentido. En un mundo cada vez más complejo e interconectado, esta visión de la filosofía como una praxis universal y existencial se vuelve más pertinente que nunca. Lejos de estar confinada a las aulas, la filosofía nos pertenece a todos: al esclavo y al señor, al pasado y al presente, al filósofo y al ciudadano común.
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