En lo profundo del alma humana existe un anhelo primordial: recibir. Pero, ¿y si ese deseo fuera más que un impulso básico? La Cábala revela un secreto transformador: recibir no es el fin, sino el medio para algo mayor. Al convertir nuestra necesidad en un puente hacia el compartir, rompemos las cadenas del ego y nos unimos a la Luz infinita. Este acto no solo nos conecta con los mundos superiores, sino que nos permite reescribir nuestra realidad. Aquí comienza el viaje hacia la plenitud auténtica.


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Imágenes DALL-E de OpenAI 

Ensayo: El Arte de Recibir para Compartir y la Unión con la Luz


En el vasto tejido de la existencia humana, el deseo de recibir constituye el motor esencial de nuestra naturaleza. Sin embargo, según la sabiduría cabalística, la verdadera transformación ocurre cuando ese deseo trasciende el egoísmo y se convierte en un deseo de recibir con la intención de compartir. Este acto es la llave maestra que abre la puerta hacia la plenitud, pues al emular la naturaleza de la Luz, nos convertimos no solo en receptores, sino también en reflejos activos de esa fuente infinita.

La tradición cabalística nos enseña que el acto de compartir no es una simple pérdida material, sino un proceso que desencadena una corriente energética desde los planos superiores. Cuando damos, ya sea en forma de tiempo, recursos o apoyo, permitimos que un flujo de abundancia espiritual regrese a nosotros en formas a menudo imperceptibles. Por ejemplo, si ofrecemos ayuda desinteresada, podríamos no notar inmediatamente una ganancia tangible, pero nuestra capacidad para recibir se expande. Este principio nos recuerda que las acciones aparentemente insignificantes pueden resonar con fuerza en dimensiones invisibles.


El Balance Cósmico: Dar para Recibir


La humanidad, atrapada en la ilusión del beneficio personal, suele perseguir satisfacción inmediata. Sin embargo, esta búsqueda incesante de placer, cuando se realiza sin un propósito de equilibrio, desemboca en caos. La Cábala advierte que la verdadera dicha, tanto física como espiritual, sólo se alcanza cuando equilibramos nuestro deseo de recibir con nuestra capacidad de dar. Aquellos que acumulan sin compartir, aunque puedan experimentar éxitos temporales, a menudo enfrentan desarmonías en otras áreas de su vida, como la salud o las relaciones.

El acto de compartir no solo nos conecta con la Luz, sino que también nos permite ser co-creadores de nuestra realidad. Al transformar nuestro deseo pasivo en un deseo activo y consciente de recibir para dar, dejamos de ser simples peones en el tablero de la existencia. Nos convertimos en agentes de cambio, capaces de influir tanto en el mundo material como en los planos espirituales. Este proceso de transformación nos otorga una autonomía que se refleja en todos los aspectos de nuestra vida.


El Principio Universal: Así Como Es Arriba, Es Abajo


La Cábala introduce un concepto fascinante: la existencia de cuatro dimensiones interconectadas que estructuran toda la realidad. Estas dimensiones —Emanación, Creación, Formación y Acción— funcionan como un sistema jerárquico donde los niveles superiores proyectan su esencia en los inferiores. Aunque vivamos en el plano más denso, el de Acción, cada elemento de nuestro mundo físico es un reflejo de una realidad más pura y elevada.

Este principio, resumido en la máxima “Así como es arriba, es abajo”, revela que todo lo que ocurre en nuestro mundo es una réplica de un evento en los reinos superiores. Imagina que la realidad espiritual es como un sello perfecto; cada vez que se presiona sobre los planos inferiores, su imagen pierde nitidez, pero conserva su esencia. Por ello, cada árbol, estrella o ser humano que vemos no es más que la manifestación visible de una fuerza espiritual oculta.


La Luz Primordial y el Origen del Universo


Antes del inicio del tiempo, antes de la explosión cósmica que los científicos llaman el Big Bang, sólo existía una energía infinita, pura y luminosa. Esta fuerza, conocida en la Cábala como “Or” o Luz, era todo lo que había. No había opuestos, ni espacio ni movimiento. Era una energía sin principio ni fin, la primera causa de toda existencia. El Big Bang, entonces, fue simplemente el momento en que esta energía decidió manifestarse en formas visibles, dando lugar al universo y a todos sus componentes.

Aunque la ciencia moderna aún no ha logrado descifrar lo que ocurrió antes del Big Bang, la Cábala nos ofrece una perspectiva. Esa Luz original no solo creó el universo físico, sino que también impregnó cada partícula con su esencia. Así, nuestra realidad no es más que un reflejo atenuado de esa fuente infinita.


El Papel del Libre Albedrío en el Universo


Un aspecto central de la Cábala es el reconocimiento del libre albedrío como la herramienta que nos permite trascender la mera existencia. El receptor, al decidir recibir con el propósito de compartir, se convierte en una causa por derecho propio. Ya no es un efecto pasivo de la Luz, sino un participante activo en su expansión. Este ejercicio consciente transforma al receptor en un creador de su destino, en un ser proactivo que refleja la Luz misma.

El libre albedrío, entonces, es el fundamento de nuestra capacidad para elegir entre el egoísmo y la plenitud, entre recibir para nosotros mismos y recibir para compartir. Al optar por el segundo camino, nos alineamos con la naturaleza de la Luz, convirtiéndonos en un puente entre los mundos físico y espiritual. Este proceso no es automático; requiere introspección, disciplina y una voluntad constante de superar nuestra naturaleza básica.


La Reflexión del Espíritu en el Mundo Material


La Cábala nos invita a mirar el mundo que nos rodea con nuevos ojos. Cada objeto, desde los árboles hasta las estrellas, es una proyección de una realidad espiritual superior. Esta idea transforma nuestra percepción de lo cotidiano, revelándonos que lo visible es solo la punta del iceberg de una vastedad invisible. Reflexionar sobre esta conexión nos permite experimentar una expansión de conciencia y una mayor apreciación por la interconexión de todas las cosas.

El Zóhar, uno de los textos centrales de la Cábala, lo expresa con elegancia: todo lo que percibimos en el mundo físico tiene una raíz en los mundos superiores. Al entender esta interrelación, podemos navegar nuestra vida con un propósito más elevado, reconociendo que cada acción, pensamiento y palabra tiene un eco en dimensiones que trascienden nuestra comprensión inmediata.


Conclusión: La Plenitud a Través del Equilibrio


La esencia de la enseñanza cabalística radica en el equilibrio entre recibir y compartir. Este balance no solo nos conecta con la Luz, sino que también nos permite experimentar una vida de propósito y plenitud. Al dar de nosotros mismos, no perdemos, sino que creamos un espacio para recibir más abundancia espiritual. Así, cada acto de compartir se convierte en una inversión en nuestra propia expansión.

El deseo de recibir para compartir no es solo un principio filosófico; es un camino práctico hacia la trascendencia. En un universo interconectado, donde lo que es arriba refleja lo que es abajo, nuestras acciones individuales tienen el poder de transformar tanto nuestro mundo interno como el externo. Al alinearnos con la Luz, nos convertimos en co-creadores de un universo donde la plenitud no tiene límites.


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