En la pequeña localidad de Quemado de Güines, un rincón tranquilo de Cuba, nació un hombre que, sin saber leer música, cambiaría para siempre la historia del bolero y llevaría las melodías de su tierra a cada rincón del mundo. Osvaldo Farrés, con su talento innato y visión universal, convirtió sentimientos en canciones eternas como “Quizás, quizás, quizás” y “Tres palabras”. Desde una infancia modesta hasta la cima de la música global, su obra no solo es un legado, sino un puente entre culturas y generaciones.


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Osvaldo Farrés: El genio cubano que transformó el bolero y la música universal


Osvaldo Farrés, nacido el 13 de enero de 1902 en Quemado de Güines, Cuba, fue un compositor autodidacta cuya obra marcó un antes y un después en la historia del bolero y la música internacional. Proveniente de una familia humilde, Farrés mostró desde niño un talento artístico inusual que abarcó tanto la música como la pintura, aunque nunca recibió formación académica en ninguna de estas disciplinas. Este detalle, lejos de ser una limitación, fue una muestra de su innato genio creativo.

La infancia de Farrés transcurrió en un ambiente rural que limitaba sus oportunidades de desarrollo. Su maestra, Francisca Díaz, reconoció su potencial y animó a su familia a mudarse a La Habana, un cambio que resultaría determinante para su carrera. En la capital, Farrés trabajó inicialmente en la fábrica de cerveza La Polar, donde destacó como jefe del departamento de publicidad. Esta experiencia no solo le permitió desarrollar sus habilidades comunicativas y creativas, sino que también lo introdujo en el mundo de la radio y, posteriormente, en la televisión cubana, donde dirigió el emblemático programa Bar Melódico de Farrés.

Fue a los 35 años cuando Farrés compuso su primera canción, “Mis cinco hijos”, una guaracha inspirada en su vida personal. Este tema marcó el inicio de una prolífica carrera que daría al mundo más de 300 composiciones, muchas de las cuales se convertirían en clásicos inmortales. Entre sus obras más reconocidas están “Acércate más”, “Tres palabras”, “Quizás, quizás, quizás” y “Toda una vida”. Estas canciones trascendieron las fronteras culturales y lingüísticas, siendo interpretadas por artistas de la talla de Nat King Cole, Edith Piaf, Doris Day y Josephine Baker.

El estilo de Farrés se caracterizó por su sencillez melódica y lírica, cualidades que hacían sus canciones accesibles y profundamente emotivas. A pesar de no saber leer música, Farrés poseía una capacidad extraordinaria para captar la esencia de los sentimientos humanos y traducirlos en canciones que resonaban con públicos de todo el mundo. Este don lo colocó junto a figuras como Agustín Lara y Pedro Flores, quienes también compartían la habilidad de componer sin conocimientos técnicos formales.

Uno de los episodios más destacados de su carrera fue la creación de “Tres palabras”, un bolero que surgió casi como un desafío. La cantante mexicana Chela Campos le sugirió que con solo tres palabras podía escribir una gran canción, y Farrés aceptó el reto con un resultado magistral. Este tema fue tan exitoso que fue incluido en la película de Walt Disney Make Mine Music bajo el título “Without You”, consolidando aún más su reputación internacional.

Además de su talento como compositor, Farrés también fue un pintor autodidacta. Aunque la pintura no alcanzó la misma notoriedad que su música, representa otro aspecto de su versatilidad artística. Su creatividad parecía inagotable, y su obra reflejaba una sensibilidad única hacia la belleza y la emoción.

En 1962, Farrés emigró a Estados Unidos, donde se estableció en North Bergen, Nueva Jersey. Su partida de Cuba coincidió con los cambios políticos que transformaron el panorama cultural de la isla. Aunque nunca regresó a su tierra natal, Farrés continuó componiendo y manteniendo viva la esencia de la música cubana en el exilio. Fue miembro prominente de la Sociedad de Autores, Compositores y Editores de Música de París (SACEM) desde 1950, lo que subraya el reconocimiento internacional de su obra.

Las canciones de Farrés no solo fueron interpretadas por algunos de los más grandes cantantes de su tiempo, sino que también inspiraron a orquestas sinfónicas como la de Londres y la de Mantovani, así como a compositores como Henry Mancini. Su capacidad para crear melodías atemporales lo convirtió en uno de los pilares del bolero moderno, junto con René Touzet. Incluso después de su muerte el 22 de diciembre de 1985, su legado sigue vivo, con su música siendo reinterpretada y celebrada por nuevas generaciones de artistas y oyentes.

Osvaldo Farrés representa un caso excepcional de talento natural y visión artística. Su contribución a la música universal es incalculable, y su capacidad para conectar con audiencias de todo el mundo sigue siendo una inspiración. Sin haber pisado nunca un conservatorio, logró lo que pocos músicos académicos han conseguido: tocar el corazón de millones y dejar una huella imborrable en la historia cultural de la humanidad.



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