En el reflejo de las palabras se esconde la verdad más incómoda. A veces, las fábulas nos dicen más sobre nosotros mismos de lo que quisiéramos admitir. Nos reímos de ciertos animales, les atribuimos características negativas y los usamos como insulto sin detenernos a pensar en lo que realmente representan. Pero, ¿qué pasaría si los burros, esos mismos a los que llamamos torpes, pudieran hablarnos? ¿Qué nos dirían sobre el mundo que hemos construido, sobre nuestras guerras, nuestra avaricia y nuestra hipocresía?

Ahmed Matar, el poeta iraquí, nos invita a mirar más allá de los prejuicios en “Un Burro, Hijo de Burro”, una historia que, bajo su aparente sencillez, guarda una de las críticas más agudas a la condición humana.


El CANDELABRO.ILUMINANDO MENTES 
Imágenes DALL-E de OpenAI 

“UN BURRO, HIJO DE BURRO”


(Del poeta iraquí Ahmed Matar)

Érase una vez un grupo de burros que vivían en un establo árabe. Un día, un burro se negó a comer y su cuerpo se debilitó, se le cayeron las orejas y casi cayó al suelo.

El padre burro notó que la condición de su hijo empeoraba día a día y quiso entender la razón.

Acudió a su hijo únicamente para hablar con él y tratar de comprender su deteriorada condición física y mental.

Le preguntó: “¿Qué te pasa, hijo mío? Te traje la mejor cebada y aún así te niegas a comerla. Dime, ¿qué te pasa? ¿Por qué te haces esto? ¿Alguien te está molestando?”

Su hijo levantó la cabeza y le dijo a su padre: “Sí padre, la gente…”

El padre burro se sorprendió y le preguntó a su hijo: “¿Qué le pasa a la gente, hijo mío?” Su hijo respondió:

“Se burlan de nosotros, los burros. Cuando alguno de ellos hace algo malo, lo llaman ‘burro’. ¿De verdad somos así? A sus tontos les llaman burros, pero nosotros no somos así, papá. Trabajamos sin descanso, entendemos y tenemos sentimientos”.

El padre burro no sabía cómo responder a la difícil situación de su hijo, pero trató de persuadirlo moviendo sus orejas de un lado a otro y diciéndole:

“Hijo mío, los humanos fueron creados por Dios y fueron hechos superiores a las demás criaturas, pero se causaron mucho daño a sí mismos y han comenzado a dañarnos también a nosotros, los burros.

Por ejemplo ¿alguna vez has visto a un burro robar el dinero de su hermano? ¿Alguna vez has visto a un burro atormentando a otros burros sólo porque son débiles o porque no le gusta lo que dicen? ¿Alguna vez has visto un burro que discrimina por color, género e idioma? ¿Has oído hablar de la cumbre de burros que no saben por qué están reunidos? ¿Has oído que los burros americanos están planeando matar burros árabes para obtener cebada? ¿Has visto alguna vez a un burro espiando para un país extranjero y conspirando contra los burros de su propio país? ¿Alguna vez has visto a un burro dividir a su familia por razones sectarias? ¡Por supuesto que nunca has oído hablar de tales crímenes contra la humanidad en el mundo de los burros!

Pero la gente no conoce la sabiduría de su creación y actúa en consecuencia. Así que, hijo, quiero que uses tu mente de burro y mantengas mi cabeza y la cabeza de tu madre en alto. Tú, “hijo de burro, sigue siendo burro.”

“Hijo, que digan lo que digan. Lo que para nosotros es motivo de orgullo es que no mentimos, no matamos, no robamos, no chismeamos, no maldecimos y no bailamos de alegría entre los heridos y los muertos.”

Estas palabras impresionaron al hijo del burro y comenzó a comer la cebada y dijo: “Sí padre, seguiré siendo como tú. Estaré orgulloso de ser burro hijo del burro y me convertiré en tierra, no iré al infierno donde las personas y las piedras son combustible”.


Reflexión Final


El cuento “UN BURRO, HIJO DE BURRO” del poeta iraquí Ahmed Matar es una de esas historias que te dejan pensando. A simple vista, parece una fábula sencilla, pero en realidad es una crítica profunda a cómo los humanos nos comportamos. El diálogo entre el padre burro y su hijo nos muestra cómo nosotros, los humanos, usamos la palabra “burro” para insultar a alguien que hace algo tonto o equivocado, pero en realidad, los burros son seres trabajadores, leales y honestos. ¿No es irónico que les echemos la culpa a ellos cuando somos nosotros los que a veces actuamos de manera egoísta, violenta o injusta?

La historia nos hace ver que, aunque nos creemos superiores, los humanos somos capaces de hacer cosas que ningún burro haría: robar, discriminar, odiar sin razón, o incluso dañar a otros por puro beneficio personal. El padre burro le explica a su hijo que, a pesar de todo, él debe sentirse orgulloso de ser lo que es: un burro trabajador, honesto y noble. Y eso es algo que deberíamos aprender. En lugar de criticar a los demás o usar etiquetas despectivas, deberíamos mirarnos al espejo y preguntarnos si estamos actuando con la misma integridad que esos burros.

Al final, el cuento nos deja una enseñanza clara: no importa lo que digan los demás, lo importante es mantener la cabeza en alto y actuar con dignidad. Ser “burro” no es malo; al contrario, es un recordatorio de que la verdadera estupidez está en aquellos que, teniendo la capacidad de ser mejores, eligen el camino del odio y la injusticia. Así que, la próxima vez que alguien te llame “burro”, recuerda que ser honesto, trabajador y humilde es algo de lo que hay que estar orgulloso.


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